Dengue y política científica



Todobrote epidémico genera preguntas. Algunas de ellas están relacionadascon el brote en sí mismo: qué es, qué efectos produce en el infectado,cuál es el nivel de riesgo, cómo evitar el contagio. Otras, másintrincadas, más incómodas, tienen que ver con la participación humanaque propició la expansión del mal. Estas últimas recaen, casi siempre,en la defectuosa administración estatal o en la completa ausencia deésta. Sólo en contadas ocasiones, sin embargo, se incluye a lainvestigación dentro de ese largo listado de carencias.

En la Argentina, el último brote de dengue —la enfermedad febril transmitida por el mosquito Aedes Aegypti—ya generó, desde febrero de este año, entre 20.000 y 30.000 casos deinfección. El número exacto varía según el origen de la fuente: lainformación oficial dice una cosa, pero algunos especialistas creen quese trata de datos manipulados. Lo único cierto es que el mosquito nopica solo. Son varios los motivos que se esgrimen para explicar elresurgimiento de la enfermedad: un descenso en los esfuerzos deprevención (especialmente en lo que concierne a las tareas defumigación) y la precariedad con la que está obligado a convivir unsector marginado de la sociedad (radicado en gran parte en la regiónnorte del país), entre otros.Unode los motivos menos mencionados tiene que ver con la prácticacientífica como método preventivo. Los escasos recursos invertidos enla investigación, así como el lugar marginal de ésta en lo que serefiere a política estatal, son también parte del problema. GonzaloBasile, presidente de Médicos del Mundo en la Argentina, considera quela universidad debe tener un rol fundamental en los trabajos de controly prevención de epidemias. Todo parte, para Basile, de la nula relaciónque mantienen las casas de estudio con las cuestiones de salud pública.“La universidad crea profesionales que casi siempre salen de ella parainsertarse en una lógica de mercado —declaró el funcionario al FORO CTS—.Nuestros investigadores son atraídos por el sistema de financiamientointernacional, que los obliga a dedicarse a enfermedades cuya solucióngenera productos más rentables que la cura de enfermedades causadas ofogoneadas por cuadros de marginalidad. En nuestro país se sabe muypoco del dengue o del mal de Chagas, entre otros padecimientos, y deesta manera se hace muy difícil generar conocimientos prácticos que nospermitan combatirlos.” Basile aclaró que, si bien existen algunoscentros de investigación preocupados por estas problemáticas (elInstituto de Enfermedades Subtropicales de la Universidad del Nordeste,por ejemplo), estas entidades trabajan casi sin recursos y a la sombrade otros proyectos mejor abastecidos: “A la larga termina importandomás el interés privado que el público. Se debe discutir lareorganización de la salud pública y orientarla hacia un sistemauniversal. En todo esto el financiamiento juega un papel preponderante.Hay que acabar con esa mirada instrumental que afirma que un sistemauniversal es imposible desde una perspectiva econométrica”.

Basileexplicó que el Estado, al menos en el caso argentino, se construye apartir de un sistema de ausencias y de presencias. Por un lado —y estova más allá de la cuestión de la investigación, aunque la incluye—, laspolíticas gubernamentales están ausentes en lo que tiene que ver consolucionar las condiciones de vida que favorecen enfermedades como eldengue (precariedad de los servicios básicos, poco o nulo acceso a aguapotable, convivencia con basurales a cielo abierto, entre otrosflagelos). Se ha desmantelado el sistema de salud, la estructurahospitalaria se halla colapsada y no hay recursos humanos ni tecnologíasuficiente. Por el otro lado, la presencia del Estado se advierte en elocultamiento y en la manipulación de información que seríaimprescindible para combatir la epidemia después de su estallido. Estaforma de actuación gubernamental sólo lleva, en conclusión, a una grave“situación de desigualdad que es anterior al problema de la salud”.

Loinvitamos a sumar sus opiniones a este debate. ¿Considera a lainvestigación como una herramienta de prevención? En este marco, ¿cuáldebería ser el rol del Estado y cuál el de la sociedad civil?

Compartir:

Deja un comentario