Judith Sutz: ‘En el Sur, gran parte de las soluciones del Norte no sirve’

Judit Sutz es coordinadora académica de la Comisión Sectorial deInvestigación Científica (CSIC) de la Universidad de la República ymiembro de de la Comisión de Expertos de la OEI

Manuel Crespo (CAEU-OEI-AECID) Pensar la innovacióndesde una perspectiva que contenga las especificidades económicas ysocio-culturales de América Latina: ésa es la propuesta de Judith Sutzpara evitar que la medición caiga en la trampa del número aislado.Según la investigadora uruguaya, coordinadora académica de la ComisiónSectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Universidad de laRepública, medir los avances y los retrocesos de la región en materiade conocimiento significa medir a partir del contexto en el que ellaestá sumergida. El análisis “desde el Sur”, como ella lo llama, debeasentarse primero en el adentro y después ir hacia el afuera, más alláde las obvias distancias que separan a esta parte del mundo de lospaíses centrales.

Sutz es ingeniera electricista,pero su área de especialidad son las ciencias sociales. Realizó unamaestría en Planificación del Desarrollo en la Universidad Central deVenezuela, con mención en Desarrollo Científico y Tecnológico, ytambién se doctoró en Socio-Economía del Desarrollo en la Universidadde París. Lleva una carrera entera trabajando en indicadores deinnovación y a lo largo de esta entrevista mostrará cómo, según suopinión, América Latina debe empezar a buscar la senda del progreso ensu propio devenir, sin por eso ignorar los conflictos y las carenciasque la aquejan.

Pregunta: En varios de sus artículos, usted ha enfatizado lanecesidad de mirar la innovación “desde el Sur”. ¿A qué se refiereexactamente?

Respuesta: Yo creo que seha prestado una importante atención a esta cuestión, que es muycompleja. Cuando nosotros hicimos la primera encuesta de innovación enel Uruguay, en 1986, ya había literatura que alertaba sobre el posibleerror de ignorar el contexto. Una cosa es medir la situación de uninvestigador en un lugar donde todas las condiciones de trabajo estándadas: los últimos equipos, el mejor acceso a la bibliografía, unsalario que le permite dedicarse a la investigación de manera integral.Eso no pasa aquí. No se trata exactamente de un problema deconceptualización del contexto respecto de la actividad y de losindicadores que la reflejan. Esta discusión ya tiene años y todavíasomos unos cuantos los que peleamos para que se reconozca la diferenciadel contexto. El problema es lo que se pierde cuando el contexto setoma en cuenta. Está claro que si uno toma en cuenta el contexto esporque está cuestionando la posibilidad de comparar. Esto es algo quemuchos investigadores no están dispuestos a aceptar. Pero la preguntadebería ser: ¿cuál es realmente el interés de perder especificidad parapoder comparar a un país latinoamericano con uno de Europa, cuando yase sabe de antemano que los índices del segundo van a ser muysuperiores a los del primero? Hemos sido forzados a privilegiar unacomparación trivial en desmedro de un instrumento de medida que noscuente a nosotros mismos, cómo somos, cómo podemos transformarnos enalgo mejor. En ese sentido está orientada esta reivindicación de lamirada “desde el Sur”. Por supuesto que hay varios puntos dehomogeneización: inversión directa extranjera, internacionalización delas formas de educación superior, elementos relativos a los posgrados.No estoy diciendo nada que contradiga eso, pero creo que contamos conespacios específicos, relativos a nuestra idiosincrasia, que no estánpriorizados.

P: En lo concreto, ¿qué componentes vendrían a caracterizar esta mirada?

R:En primer lugar, este concepto surgió asociado a la conceptualizaciónde los sistemas nacionales de innovación. Es razonable pensar que estossistemas existen en el Norte, pero también es razonable dudar siexisten en el Sur. Si presuponemos que sí existen aquí, quizás estemosempezando con el pie izquierdo. En segundo lugar, también hay una grandiscusión sobre si existe a fin de cuentas un modelo normativo. Estamostodos de acuerdo en que no hay un modelo ideal, pero también esinnegable que hay sistemas nacionales que funcionan mejor que otros. Sedebe reivindicar el hecho de que hay taxonomías mejores y peores. Esanormatividad está asociada a un elemento clave que es el factorrelacional: cuál es la vinculación de los actores dentro del sistema.También se debe discutir si los sistemas son creados o si surgennaturalmente, si evolucionan o si hay acciones deliberadas quetransforman los sistemas. En el caso del Sur, es vital reconocer que elsistema de innovación es un sujeto de la política, algo que en el Norteno está tan subrayado. A partir de ahí empiezan a nacer preguntas máscomplicadas: ¿Qué es la innovación en este contexto? ¿Qué podemosentender por innovación cuando no se está en la vanguardia mundial? Sedebe alcanzar el reconocimiento de algunas categorías de innovación queson muy importantes en nuestro contexto y que tienen que ver con unamanera distinta de hacer las cosas. Hay que hacer una reinvención de lainnovación para que ésta pueda ser analizada donde la infraestructurano es la mejor, donde los costos son otros. No es un tema detecnología, sino de conocimiento. No hay soluciones únicas para losproblemas. Siempre hay una gama de soluciones posibles que implicancombinaciones de elementos diferentes. En las condiciones de bordeinherentes al Sur, un gran porcentaje de las soluciones del Norte nosirve. Sin embargo, dentro de nuestro propio contexto podemos encontrarsoluciones más idiosincrásicas. Se trata de una historia escondida,socialmente invisible, que está inserta en la cabeza de los ingenierosde planta y de toda la otra gente que innova en condiciones de escasez.Ahí está el corazón de esta mirada “desde el Sur” sobre la innovación.Esta perspectiva nos permitiría abandonar una idea de mercado que nosobliga a endeudarnos para comprar lo que en el Norte se hace encondiciones de abundancia y buscar entre nosotros, a punta decreatividad, soluciones que se ajusten mejor a nuestra realidad, que noestá determinada sólo por lo económico, sino que también se extiende alo cultural y lo infraestructural.

P: ¿Esta perspectiva se aplica a toda América Latina o hay diferencias entre los países?

R:Es muy difícil generalizar, pero considero que esta cuestión de innovaren condiciones de escasez nos es común. Y lo que es más importante:considero que en la región estamos capacitados para hibridizar elconocimiento de punta que viene del Norte y reubicarlo en un contextodistinto. Sería algo así como poner la máxima potencia del instrumentointelectual al servicio de una mirada ligeramente heterodoxa.

P:Los primeros trabajos sobre innovación en Latinoamérica no planteabanesta necesidad de tener en cuenta el contexto, al menos no con elénfasis que usted la plantea. ¿Puede ser que esos primeros estudioscalculaban que se daría una evolución que después no se produjo?

R:Seguramente. El planteo de Sábato y Botana, por ejemplo, tenía uncarácter descriptivo y sobre todo normativo: teníamos un triángulo contres vértices relativamente fuertes, algo que después en la práctica nose produjo.*Fallamos en el fortalecimiento de los vínculos. Algo se mejoró, escierto, pero muchísimo menos de lo que la claridad del diagnósticohacía presuponer. Esto demuestra que hay una distancia entre las líneasnormativas y las dificultades reales para llevar adelante las cosas.

P:¿Cuál debería ser el rol de los investigadores dentro del procesoinherente a la toma de decisiones en materia de política científica?

R:Yo no sé si ésa es la mejor pregunta. No sé si los investigadoresconstituyen un actor colectivo que vaya más allá de reaccionar demanera relativamente unida frente a una amenaza concreta. Hasta ahícreo que llegamos, pero me pregunto si es posible hablar de un cuerpohomogéneo, tanto en un sentido general como en cada disciplinaespecífica. Los investigadores se parecen un poco a Tupac Amaru: sontironeados en direcciones distintas y así todos sus esfuerzos sepierden en no terminar deshechos. Por un lado, se les dice que tienenque publicar en revistas de prestigio y eso conlleva costos específicosen materia de tiempo, orientaciones específicas en materia de agenda.Así el mundo científico se vuelve cada vez más autista, mientras que elque se sale de esa norma es expulsado del sistema. Por otro lado, losinvestigadores tienen que lidiar con el reclamo de ser útiles y seencuentran con que en la región no hay demanda de conocimiento. A finde cuentas el investigador termina llevando dos vidas distintas: unadentro de la academia globalizada, que hace creer que trabajar en unauniversidad latinoamericana es lo mismo que estar en Harvard, y otradeterminada por la necesidad de ser pertinente a los problemas y lascarencias de la realidad. Se le exige excelencia en los dos parámetros,pero la realidad no se lo permite.

P: ¿Los investigadores tienen algo de responsabilidad en todo esto? ¿Hay alguna manera de quebrar el aislamiento?

R:Seguro que hay una responsabilidad, pero se trata de unaresponsabilidad semejante a la que tenemos todos como miembros de unasociedad. Con respecto al aislamiento, creo que la solidaridad es unacondición inherente a muchos investigadores. Me atrevo a decir que elcaso del Uruguay es semejante al de otros países de la región, ya quetodos provenimos de la matriz de la universidad latinoamericana. Hemoshecho mucho por destruir ese espíritu, pero sin embargo algo queda. Esamasa solidaria opera a pesar de estar totalmente asfixiada por losrequerimientos de sobrevida y la falta de convocatoria. Son dosvertientes distintas. La primera se debe al monopolio del sistema deremuneración simbólica de la academia a través de la medición por papersescritos y publicados. Necesitamos de un sistema complementario, que noquiere decir alternativo, para quebrar esa idea de que ser un buencientífico significa perpetuarse en un “circulito” de hiper-excelenciaque impide hacer cualquier otra cosa. Es preciso un nuevo balance en elsistema de evaluación. La otra vertiente se relaciona con laconvocatoria, ya que no hay un afuera que demande conocimiento.

P:Respecto de esto último, usted escribió en alguno de sus artículos quees necesario entender la racionalidad económica de usar el conocimiento.

R:Hay ciertas verdades que todos sabemos que son fundamentales, pero ahíestá la esencia del subdesarrollo. No somos subdesarrollados porque nosabemos qué es lo que tenemos que hacer, sino porque aun sabiéndolo nopodemos hacerlo. En campos como el conocimiento y la educación, quéduda cabe acerca de cuál es el camino a seguir. Yo creo que ésta es unamás de las cuestiones que hacen a las profundidades de la condiciónsubdesarrollada. Para que una empresa empiece a observar el trabajo delos investigadores, primero hay que entender que las instituciones nose vinculan entre sí. Las que se vinculan son las personas. El problemaocurre cuando una empresa no tiene un solo ingeniero, un solobioquímico, un solo biólogo. Qué capacidad tiene esa empresa paradetectar los problemas a futuro o para prever por dónde va la evolucióntecnológica. La vinculación con la universidad está determinada enbuena medida por la capacidad que tiene la empresa de contar conpersonal calificado. Esto está comprobado estadísticamente. La preguntaentonces es por qué ese cálculo no se lleva a cabo.
 

*En la década del ’60, Jorge Sábato y Natalio Botana plantearon unarelación tripartita para asegurar el desarrollo que estaba compuestapor tres vértices fundamentales: el Estado, la estructura productiva ylas instituciones académicas.

Cultura y divulgación científica en la OEI

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