Universidades: Indicadores, rankings y evaluación

Por Mario Albornoz. Presentación del monográfico 37 de la Revista CTS

Los trabajos que recoge este monográfico fueron presentados y discutidos en un taller de expertos que tuvo lugar el 6 de diciembre de 2016 en el Centro de Altos Estudios Universitarios de la Organización de Estados Iberoamericanos de Argentina (CAEUAR-OEI). El encuentro fue organizado por el Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad (OCTS-OEI) y el Centro Redes, de Argentina, que convocaron a un grupo de académicos y gestores de ciencia, tecnología y educación superior. El tema propuesto para el debate remitía al problema de la elaboración de indicadores, con el foco puesto sobre su utilización en la construcción de rankings de universidades, teniendo en cuenta su impacto actual, tanto a nivel nacional como regional.

Se debatió, entre otros aspectos, acerca de la credibilidad y los usos sociales de los indicadores, de la ideología y los intereses detrás de los rankings universitarios, de su relación con el sistema educativo, y acerca del modo en que se articulan los indicadores y la evaluación. Los participantes estuvieron mayormente de acuerdo en la necesidad imperiosa de contar con datos objetivos para diseñar y aplicar políticas públicas, pero expresaron muchos reparos acerca de que los rankings globales que actualmente proliferan cumplan con las condiciones mínimas de confiabilidad. Se instaló, por lo tanto, una discusión acerca de lógica implícita en su construcción y los valores que expresan. Sobre el final del taller se decidió profundizar las ideas compartidas en el marco de un monográfico que abarcara todos los matices de la problemática relación entre los rankings universitarios y las condiciones y desafíos de la educación superior en América Latina. Los artículos que presentamos en nuestro índice cumplen ahora con ese propósito. Este dossier está integrado por diez trabajos.

El primero de ellos, «Rankings de universidades: calidad global y contextos locales«, del que Laura Osorio también es autora, remite al problema de la calidad, particularmente medida a nivel global, y a las problemáticas locales.2 El texto analiza a los rankings de universidades que han adquirido gran visibilidad en el campo de las políticas de educación superior y en las estrategias de desarrollo institucional. Su repercusión alcanza a los medios de comunicación en todo el mundo, generando un gradiente de calidad que constituye una suerte de modelo normativo a tener en cuenta por las políticas y las instituciones de educación superior en América Latina. Se examina críticamente el modelo de calidad implícito y los criterios teóricos y metodológicos que estructuran los rankings globales, con énfasis en la reflexión acerca de la tensión entre los enfoques globales y los contextos locales.

En “Lo que los rankings dicen de la función de docencia de las universidades”, Carlos Pérez Rasetti problematiza las limitaciones con las que los rankings caracterizan la calidad de la función de docencia. Según el autor, aunque es fácil constatar que la mayoría de ellos se concentra en indicadores que muestran capacidades y resultados de investigación, cuando abarcan la enseñanza lo hacen muchas veces con indicadores indirectos, de lo que se desprenden dos cuestiones: por un lado, en general los rankings confunden calidad de la docencia con potencialidad investigadora; y por otro, la información disponible afecta la construcción de los indicadores al desechar los específicos de docencia, ya que no cumplen con esas condiciones.

En “Rankings universitarios internacionales y conflictos por la regulación de la educación superior”, Mabel Dávila plantea la contradicción inherente a los rankings universitarios: mientras crecen los cuestionamientos a su capacidad para valorar la calidad de la educación, al mismo tiempo son presentados por los medios de comunicación como fuentes rigurosas y objetivas. Se trata de un fenómeno tan polémico como ya instalado en nuestras sociedades. Sin embargo, denuncia la autora, las consultoras que los comercializan suelen estar vinculadas a las grandes editoriales dominantes en el mercado internacional de revistas académicas. Más allá del crecimiento de su legitimidad mediática, los rankings han entrado en conflicto con otros actores por la coordinación de la educación superior: las universidades afectadas, los Estados que intentan promover mecanismos efectivos de mejora de la calidad y también los mercados que emplean a los graduados y buscan competencias diferentes a las que promueve el mercado editorial, que sólo demuestra interés por la publicación de papers. Por estas razones, deduce Dávila, los rankings dudosamente contribuyen a valorar la calidad de las universidades y su acción tampoco es neutra, dado que pueden promover sesgos y distorsiones en las prácticas desarrolladas por las universidades.

En su artículo “Entre la uniformidad y la atomización. Un aporte sobre los impactos del aseguramiento de la calidad sobre instituciones y programas universitarios en América Latina”, Adolfo Stubrin pasa revista a los efectos que las agencias de evaluación y acreditación han ejercido sobre las instituciones y las titulaciones de grado y posgrado en las universidades de América Latina. En particular, Stubrin discute lo que entiende como un lugar común: si bien los procesos evaluativos regidos por normas de calidad son útiles para el control frente a infracciones jurídicas o éticas al régimen público de universidades y títulos, también minan la capacidad de diferenciación de los actores de la educación y los limitan a un ordenamiento “empobrecedor en lo intelectual y conservador en sus prácticas”. El autor describe un modelo conceptual de sistema universitario nacional, estudia las consecuencias de la adopción de mecanismos de aseguramiento de la calidad y señala los riesgos latentes en ellos, así como las alternativas para controlarlos.

Los rankings y sus usos en la gobernanza universitaria” es el título del artículo de Ana García de Fanelli y María Pita Carranza. A pesar de las críticas con las que académicos y autoridades han atacado a los rankings universitarios y los reduccionismos vinculados a su metodología -la idea de que el mejor modelo de universidad es el de la universidad de investigación de élite-, su influencia sobre la gobernanza de las instituciones de educación superior resulta cada vez más evidente. García de Fanelli y Pita Carranza describen cómo los rankings afectan el proceso decisorio de los agentes internos y externos de las universidades: en primer lugar, los principales rankings son empleados por los estudiantes internacionales con mayor capital económico y cultural para confirmar o corregir la elección realizada al momento de decidir dónde cursar sus estudios de posgrado; en segundo lugar, los rankings funcionan como una brújula para los gobiernos a la hora de asignar fondos de becas para estudios en el exterior y de apoyar a un número limitado de instituciones para consolidarlas como “universidades de clase mundial”; y finalmente, en su búsqueda por captar estudiantes y financiamiento, las universidades se amparan en los rankings al diseñar sus planes estratégicos y su actividad de benchmarking.

Ariadna Guaglianone, en “Los rankings internacionales y el posicionamiento de América Latina. Una mirada reflexiva”, identifica a los tres rankings internacionales que tienen mayor influencia en las instituciones de educación superior. La autora repasa sus atributos más característicos y el modo en que sus resultados proponen -o imponen- un modelo unívoco: el de la universidad elitista de investigación. Esta imposición, dice Guaglianone, termina marginando a las universidades latinoamericanas.

De acuerdo con Sergio Emiliozzi -autor de “El influjo de los rankings sobre la calidad en las universidades argentinas”-, al incrementarse la atención que pone en ellos una extensa porción de la ciudadanía, los rankings presentan un impacto en dos sentidos: por una parte, instalan en la opinión pública una idea de calidad y de universidad; y por otra, tienen un efecto marcado hacia el interior de las mismas universidades. En este segundo aspecto, los rankings incluso podrían modificar las políticas universitarias. Por ello, entiende Emiliozzi, los rankings constituyen un discurso de tipo performativo.

En “La ‘cultura del dato’ en los procesos de producción de la información estadística en las instituciones universitarias argentinas”, Leticia Mirás, María José Rico y Hugo Saulo destacan que la información estadística se genera a partir del involucramiento de distintos actores que en general tienen presente sólo un fragmento del proceso completo. Además, esa mirada tampoco es homogénea: entre otras posibilidades, una información valiosa para un área -esté vinculada al ingreso, al procesamiento, a la consolidación o a la gestión de los datos- puede no ser relevante para otra. Teniendo todo esto en cuenta, el trabajo de Mirás, Rico y Saulo desarrolla una serie de reflexiones acerca de los resultados de una encuesta realizada por el Departamento de Información Universitaria sobre las áreas productoras de información estadística en las instituciones universitarias argentinas.

El noveno artículo del dossier, “La inconsistencia de los rankings internacionales de las universidades y la debilidad del debate académico en la Argentina”, lleva la firma de Osvaldo Barsky. En los años recientes, dice el autor, la difusión de los rankings ha producido cambios en la comunidad académica y en las autoridades universitarias de la nación latinoamericana. En ciertos casos, la escasa presencia -o directamente ausencia- de las universidades del país en los puestos destacados de las listas ha dado lugar a explicaciones confusas; en otros, particularmente en las universidades privadas, se verifican intentos que incluyen la asignación de recursos humanos para mejorar las posiciones que ocupan esas universidades en los rankings. Sin embargo, considera Barsky, ha habido muy pocos esfuerzos invertidos en valorar la aptitud de este tipo de mediciones sobre la calidad de las universidades. El artículo bucea en el origen y las inconsistencias metodológicas de los rankings, así como en las respuestas que proponen las comunidades académicas a nivel internacional, ya que hoy existe una conciencia clara sobre el impacto negativo que provoca la precariedad de estas mediciones. Finalmente, Barsky dedica un espacio en su artículo a la relación entre estas temáticas y las políticas nacionales de evaluación universitaria, que según el autor han renovado su importancia.

En el último trabajo del monográfico, «Cómo perciben los investigadores del CONICET al sistema institucional de evaluación de la ciencia y la tecnología?«, Jorge Atrio presenta parte de los resultados de un amplio relevamiento realizado entre investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina sobre el sistema de evaluación institucional. Las respuestas obtenidas superan el millar y medio de casos, cifra que evidencia la sensibilidad del tema para la comunidad científica de ese país. El análisis que Atrio propone pone en relieve una síntesis de aquellos ámbitos que son percibidos como críticos y que requieren un tratamiento prioritario en pos del fortalecimiento del sistema en su conjunto. La mirada del investigador, dice el autor, es fundamental para comprender la compleja dinámica de los actuales procesos de generación del conocimiento: no se puede prescindir de esta perspectiva a la hora de planificar nuestro desarrollo científico y tecnológico de cara al futuro.

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