Detenciones, cainización de los detenidos, desgarramiento de vestiduras en el último escándalo del ciclismo español. Pero nadie señala al auténtico culpable: el deporte de competición, cuya única meta es el éxito, la victoria, el gran negocio comercial. Parece mentira que los socialistas, en puro capitalistas, actúen poniendo parches al sistema. «Tolerancia cero», ha clamado un conspicuo sociata. Pero venga, a ganar títulos, medallas, dinero, que si no no valemos nada. Una monstruosa hipocresía rodea este asunto, que comenzó oficialmente en 1967 cuando el irlandés Tom Simson cayó abatido en las rampas del Mont Ventoux; luego vinieron más escándalos, la suspensión en Seúl del canadiense Ben Johnson (y su proscripción), el caso Pandiani (con su trágico fin), los controles del Tour de Francia, con la amenaza de plante de los corredores, etcétera. Los dueños del negocio exigen pureza y beneficios. Lo uno es incompatible con lo otro. La máquina humana tiene límites: no hay quien baje, con sus solos músculos, de 9 segundos y pico en los cien metros lisos. No hay quien resiste, con medios normales, tres partidos de competición a la semana, no hay quien se convierta en una fraudulenta mariposa, como esas chiquillas subdesarrolladas y alimentadas a la baja que son las gimnastas. Menos hipocresía, por favor. MIGUEL GARCÍA-POSADA

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2 comentarios

  1. tampoco hay quien pueda producir mas de 1 paper al mes, por decir una cifra, y haberlos haylos, o al menos eso dicen sus curricula…¿y eso no es ‘dopaje curricular’?…y en este caso estas prácticas no son punibles sino premiadas…interesante este tema, ¿no os parece?.

  2. ¿ quien es el beneficiario del dopaje? ¿ quien es el culpable?

    me podriais responder a estas preguntas…

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