Voluntarismo

Para caldear el ambiente, un comentarista de la Cuatro señaló, entusiasta, que la Selección Española de Fútbol era, es, la selección «todos» ,e hizo una vibrante descripción de las regiones españolas, un poco, salvando las distancias, como aquello de catalanes de firmeza, aragoneses de casta, etcétera, del poeta. Elogiable, muy elogiable voluntarismo. Así debían ser las cosas, en el fútbol, en el ajedrez y en el parlamento de Estrasburgo, pero la realidad es muy distinta: algunas de nuestras autonomías, o sectores muy cualificados de ellas, están todo el día proclamando su diferencia, su excluyente diferencia respecto a España y procuran, de paso, “rapiñar” todo lo que pueden del Estado central, el viejo y a este paso inútil corazón administrativo de España.

La metáfora que acabo de emplear lo traiciona a uno, que no tiene inconveniente ni siente desdoro, bien al contrario, en proclamarse español, como en el siglo XX se proclamaron, entre otros,  gentes muy superiores a uno, como Miguel de Unamuno (nacido en Vasconia), Antonio Machado, Pablo Picasso y Federico García Lorca (originarios de Andalucía), Azorín (de filiación levantina), Jaume Vicens Vives (catalán por su cuna), Ortega y Gasset y el escultor Alberto (castellanos en su origen),  Ramón J. Sender  y Luis Buñuel (nacidos en Aragón), por solo citar algunos nombres ilustres. «Y español soy por voluntad de mi sentir entrante», dijo, orgulloso, el gran poeta nicaragüense Rubén Darío. Argentino, con familia también inglesa, Jorge Luis Borges señaló que podía de modo ocasional olvidar o  negar a España, pero la sentía siempre palpitante  en la masa de la sangre. «Españolistas», que dicen en los territorios «irredentos».

 

MIGUEL GARCÍA-POSADA

 

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