Ni amnesia ni rencor

No a la amnesia histórica, pero no también al rencor. Se están publicando en la prensa esquelas en memoria de algunas víctimas de la guerra civil. El rencor es fuego que puede avivar las brasas. Entre la amnesia y el rencor media un espacio intermedio y fecundo: el del sentido común. Lo que sucedió en 1936/39, con sus secuelas que alcanzaron al año 46, es lo más grave que ha sucedido en toda la historia de España. «Paz, piedad y perdón», pidió el presidente de la República, y la apelación sigue estando vigente. No pidió Azaña, ni podía pedirlo, el olvido. Uno tampoco lo desea. Hay que saber, limpia, honradamente lo que ocurrió, pero la racionalidad histórica demanda la superación, por la vía del entendimiento, de los más dolorosos sentimientos. Trascenderlos no es tirarlos a la basura. Es incorporarlos a nuestra memoria para que aquellos trágicos episodios no se repitan nunca más. No es cierto que todos nuestros antepasados fueran igualmente culpables, pero todos o casi todos fueron responsables: ni la sanjurjada, ni la revuelta asturiana, ni la rebelión de Cataluña fueron episodios de recibo. MIGUEL GARCÍA-POSADA

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