Oradores

 Cicerón fulminó a Catilina con un maravilloso discurso; Dicen los expertos que la versión que hoy conocemos fue retocada, nos es igual. Catilina, portavoz de las quejas populares, fue derrotado por el aristócrata Cicerón gracias al poder de su palabra prodigiosa. Hoy no se lleva en las cámaras este estilo, al que reputan de pomposo y anacrónico, pero ¿cuál se lleva? ¿El papelito que se lee con la avidez del miope?, ¿la notita que se recita a lo papagayo? Mucho más cercano que Cicerón, Manuel Azaña en una hora de parlamento continuado, apoyado en una hoja con solo tres indicaciones, sacó adelante el Estatuto de Cataluña frente a la oposición nada menos que de Unamuno y Ortega.

Pero esto tampoco se lleva porque en realidad no se lleva nada. Nada que no sea el insulto, el denuesto, la descalificación tosca, los argumentos «ad hominen». Y algunos gacetilleros hablan todavía de la brillantez parlamentaria de fulanito de tal. No han leído los tales ni a Cicerón, desde luego, pero tampoco a Bossuet ni a Manuel Azaña, ni a Malraux, ni al general De Gaulle, ni a Winston Churchill, etcétera. “Ni falta que nos hace”, pensarán, como el batueco de Larra. Estupendo.

 

MIGUEL GARCÍA-POSADA

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