La caricatura de los príncipes de Asturias, publicada en “El Jueves” , es de un mal gusto pésimo. Pero las ofensas contra el buen gusto son las que de verdad deben censurarse, como recordaba hace más de siglo y medio el gran Mariano José de Larra. La caricatura atenta también contra la dignidad de las personas, pero nos quedamos en el plano de Larra. Por el camino del mal gusto no se defiende la libertad de expresión sino el malgusto, la chabacanería, lo soez. La libertad de expresión se conquista a diario entrando en los problemas de fondo, como hicieron los periodistas que acabaron derribando a Nixon. Eso, en nuestro ámbito equivale a pedir, por ejemplo, transparencia para el regimen de los trabajadores de El Corte Inglés, para los ingresos, dicen que fabulosos, del ex presidente Felipe González, que ya dispone de emolumentos públicos por su condición de “ex”, o para los gastos e ingresos de la Familia Real, ahora sí. No disparando contra criaturas que, más allá de sus títulos, están bastante indefensas.
MIGUEL GARCÍA-POSADA