Ignaz P. Semmelweis 1818-1865. Hans M. Enzensberger

Enlace al poema Ignaz Phillip Semmelweis 1818-1865 en la sección poesía y ciencia

En el fin de este curso nos ha parecido buena idea acabar con un poema panegírico; es decir, dedicado a un científico destacado con nombre y apellidos. Dentro del  campo de la poesía de temática científica, es el panegírico – a la ciencia misma o a sus practicantes  en cualquiera de las ramas de la Ciencia – uno de sus géneros  más notables y viene a representar una cierta épica en que científicos y exploradores vienen a ocupar y representar la figura de los nuevos héroes de las sociedades modernas.

En este sentido, desde el siglo XIX, en que eclosiona la relación entre poesía y ciencia, son muy numerosos los ejemplos de poemas dedicados a ensalzar a la ciencia y a sus oficiantes. Numerosos ejemplos se pueden encontrar en la sección poesía y ciencia: desde el primer panegírico publicado en octubre de 2002, Newton de Federico García Lorca, hasta hoy, se han publicado más de 50 poemas de este tipo.

En cuanto al tratamiento literario aplicado en la poesía a científicos relevantes, en el siglo XIX predominan los acentos exaltados y épicos al considerarlos genuinos héroes de la  modernidad. En la poesía del siglo XX se acaba pasando a una visión menos enfática y más realista; una visión que no es tan plana, sino más poliédrica, de dichos personajes. En suma, es una visión diferente que, sin embargo, no abandona la admiración por el profundo e influyente calado de sus aportaciones. Gloria Fuertes,  en Ciencia y conciencia, los llama “Héroes de la nueva  era,  / así os nombro y lo digo / no por matar enemigos / sino por salvar amigos. / ¡Héroes reconocidos!”  (Ver Nota 1).

 

Ignaz P. Semmelweis en 1858. (Wikipedia)

Dentro de unos días, en concreto el 1 de julio, se cumplen casi 200 años del nacimiento de Ignaz Philipp Semmelweis, obstetra húngaro que a mediados del siglo XIX, precediendo los hallazgos de Pasteur y Lister, logró descubrir la naturaleza infecciosa de la fiebre puerperal, poniendo en marcha acciones para mejorar sustancialmente las tasas de mortalidad a base de sencillas medidas antisépticas. Fue un absoluto incomprendido por la ciencia médica oficial, debiendo luchar con la reticencia de sus colegas que no aceptaron sus observaciones que, por primera vez en la historia, fueron apoyadas con datos estadísticos. (Ver Nota 2).

Varias fueron las causas de la incomprensión y hostilidad que sufrió. En primer lugar aún no existía la microbiología; es decir, se desconocía la existencia misma de los gérmenes y su papel infeccioso, lo que vendría a descubrir Pasteur en 1864 y a comenzar a ser aplicado al campo de la medicina por Lister en 1865; el mismo año del fallecimiento de Semmelweis, (y casi 20 años después de sus primeras actuaciones antisépticas). En segundo lugar atribuía, con razón, el papel principal en la causa de las muertes a los propios médicos que, con las mismas manos e instrumentos – sin lavar y desinfectar –  que hacían las autopsias, realizaban la asistencias a partos; motivo por el cual se presentaba una mortalidad muchísimo mayor que en los asistidos por comadronas e incluso que en los no asistidos que se producían en las calles. Esto, claramente, no lo podía aceptar la clase médica que reaccionó de forma furibunda contra Semmelweis.

 

 Representación de visita médica del Dr. Semmelweis

En tercer lugar, no estaban asentados los conceptos estadísticos y su posible validez explicativa, al menos provisional o preventiva, ante los fenómenos en los que no existe certeza plena en las relaciones causa-efecto. Por, último, estaría el propio comportamiento y carácter del doctor Semmelweis incapaz de amoldarse a los usos de la clase médica y de la ciencia de la época, sin realizar – a su tiempo – presentaciones y publicaciones académicas  de sus descubrimientos. Por último nuestro científico presentó, en la parte final de su vida, síntomas claros de desequilibrios nerviosos, muriendo de forma oscura – por no decir trágica – en extrañas circunstancia en el asilo o manicomio de Lazarettgasse, cercano a Viena dónde fue enterrado en 1865.

El poema, del que se ofrece un fragmento que corresponde al inicio, es de Hans Magnus Enzensberger, ensayista y poeta alemán, con gran inclinación a la escritura de poemas en homenaje a científicos: Leibniz, Babbage, Turing, Brahe, Linneo, Darwin, etc., recopilados, junto con varios extraordinarios ensayos sobre ciencia, en su libro Los elixires de la Ciencia.

 

El poema, poco lírico, es más bien narrativo y complejo pues trata de un científico sin éxito y héroe trágico que no tiene explicaciones convincentes de cara a la altiva ciencia dominante, para sus evidentes hallazgos empíricos. Utiliza la técnica, inventada por el poeta francés Paul Lafargue, y que utilizó poco  después con éxito por Thomas S. Elliot en La tierra baldía, de hacer aparecer en el poema, otras voces inesperadas, además de la del narrador.

Esas voces inesperadas que se representan en cursiva en el poema, corresponden, a veces, a alguien que parece cercano a Semmelweis  expresando cariño por el personaje (“En todas sus palabras y acciones / había un bondad suprema”), otras corresponden a retahílas oficiales, ( “..crasis sanguínea, / efluvios y maños influjos de los frutos muertos…” ) y, a veces, es la propia voz de Semmelweis, (“… repito / a todas las facultades médicas del mundo: / Estáis difundiendo el error!…»).  Es la historia de un hombre que un día fue feliz, que conoció el placer («..pero antes había bailado czardas en los saraos, / como un torbellino de puro placer..») y al que, después su historia y su vida le fueron llevando  a «crisis de melancolía que hacen la vida poco apetecible

Un relato potente, una forma concentrada de exponer una vida inolvidable, el guión que resume la vida de un héroe moderno. El retrato de un trágico pionero de la ciencia. Todo eso es el poema de Enzensberger.

No podemos acabar sin dejar de mencionar que, aún hoy, la sepsis sigue causando en el mundo 1.400 muertes cada día, que muchos de estos pacientes adquieren la infección estando hospitalizados y constituye la complicación intra-hospitalaria más frecuente. La higiene de las manos sigue siendo el factor individual más importante para el control de las infecciones. (ver Nota 3).

Notas y enlaces

Nota 1.  En su trabajo Poetas en la corte de la reina Ciencia, que se encuentra fácilmente disponible en internet, Tomás Yerro Villanueva ofrece – admás de otras muy interesantes cuestions – un listado bastante exahustivo de poemas dedicados a científicos.

Nota 2.  En Wikipedia – tanto en español como, bastante más detallado, en ingles – hay dos buenos artículos sobre Ignaz P. Semmelweiss. En ellos se narra con gran detalle su biografía y su obra. Por ejemplo, se incluyen gráficas que muestran la disminución drástica de las tasas de mortalidad en la Primera Clínica de Maternidad de Viena, desde mediados de 1847, después de poner en práctica las medidas de antisepsia, consistentes en los lavados de manos con una solución de hipoclorito de calcio en agua.

Es muy interesante, asimismo,el artículo Semmelweis y su aporte científico a la medicina: un lavado de manos salva vidas,  de C. Marcelo Miranda C. y Luz Navarrete T. en la Revista Chilena de Infectología. (Rev Chil Infect 2008; 25 (1): 54-57). De dicho artículo se ha tomado la imagen de la representación de la visita médica del Dr. Semmelweis.

Nota 3.  En una era en que la genética deslumbra, no está de más recordar que sigue habiendo gérmenes: microbios, virus… que están ahí, dispuestos a caer sobre nosotros si se descuidan las acciones higiénicas y antisépticas. Así que: ¡Ojo, los “bichos” siguen estando ahí!. Lo que me viene a hacer recordar la escena de la película Apocalypse Now en que el patrón de la barcaza, en la que suben el curso del río en búsqueda del Mayor Kurtz, muere alanceado por indígenas con una expresión de perplejidad, «¡en la época del napalm, las ametralladoras y la comunicación inalámbrica, me mata una lanza!»

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3 comentarios

  1. Pedro,un magnífico post que nos da a conocer, usando tus certeras palabras, «a un héroe moderno,… a un trágico pionero de la ciencia».

  2. Magnífica sección poesía y ciencia. Gracias.

    Hoy no me resisto a celebrarla rememorando otro relato imponente: el que le dedicó Céline a Semmelweis y que pudimos leer en español traducido por García Hortelano.
    Tres grandes unidos en Alianza editorial.
    Alimento para mentes jóvenes en los 70.
    Hoy al alcance de todos en internet.

  3. ¡Que bueno recuperar el contacto con gente querida! Es lo bueno tiene esta tarea, además de que en cada nueva entrada se aprenden cosas nuevas.
    Ya vi, al documentarme, que Celine había hecho su tesis doctoral sobre Semmelweis. Me pareció un «hilo» apasionante del que «tirar». Aparecieron también otros «hilos»: obras de teatro, documentales, figuras coetáneas…, pero el tiempo disponible es escaso y a veces no se llega a profundizar como se merecerían los poemas y sus autores.
    Muchas gracias por los comentarios.
    Un abrazo

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