… que, de esta filosófica oficina,

Verano de 2004. Justamente por estas fechas hace diez años, recuerdo cómo en la Dirección General de Investigación estábamos todos atareadísimos con la preparación del IV Plan Regional de Investigación Científica e Innovación Tecnológica de la Comunidad de Madrid o IV PRICIT que se aprobaría formalmente en 2005. Fueron semanas de intenso trabajo, reuniones de grupos sectoriales, (10, que recogían las áreas científico tecnológicas sobre las que seleccionar líneas prioritarias), reuniones de grupos de trabajo de áreas de actividad, (6, que trataban áreas concretas de actuación y problemas específicas de la I+D+I, tales como: Recursos humanos en I+D+I, apoyo a grupos de investigación…), generación de documentos, etcétera. Visto en la distancia, mucho trabajo y trajín, hacer historia, ilusión… ¡buenos tiempos!

 

En el IV PRICIT se planteó la necesidad de proveer a los investigadores de servicios especializados que los ayudaran en diversos ámbitos tales como los programas europeos de investigación, la comercialización de tecnologías, la difusión de la ciencia, etc. De esta forma se plasmaron y crearon las Oficinas de Apoyo a los Investigadores en el seno y marco de la Fundación madri+d para el conocimiento y de su página web madrimasd.org.

Las seis Oficinas creadas fueron:

– Oficina del Espacio Europeo de Investigación
– Oficina de información ciudadana en ciencia y tecnología
– Oficina de comercialización de tecnología
– Oficina de promoción de empresas de base tecnológica
– Oficina de coordinación de infraestructuras científicas
– Oficina de apoyo a jóvenes investigadores

 

Estando todos de acuerdo en aquel momento acerca de la necesidad, pertinencia y utilidad de estas actuaciones, nos sorprendió vivamente el hecho de llamarlas “Oficinas” que era un término que muchos considerábamos anticuado y con unas connotaciones – las oficinas siniestras de los chistes de Pablo o las holgazanas y arbitrarias de los de Forges – no positivas precisamente.

Las averiguaciones, más o menos discretas, respecto de la elección del término “Oficinas” y su justificación, acababan conduciendo a un poema de la sección de poesía y ciencia seleccionado por Miguel García-Posada que había aparecido en el mes de marzo; la Epístola a Cadalso de Tomás de Iriarte, que comenzaba así:

Ya el venturoso tiempo está cercano
en que los buenos españoles vean
que, de esta filosófica oficina,
el amor de las ciencias se difunde,
y en la nación rápidamente cunde.
No serán ya al oído castellano
nombres desconocidos litologia,
metalurgia, halotecnia, ornitologia.

Así que ahí tienen la influencia que la poesía puede tener en las formulaciones de políticas científicas y tal.

Feliz verano.

 

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