Alexander von Humboldt explora el Orinoco (1799). Miguel D’Ors.

Enlace a Alexander von Humboldt explora el Orinoco (1799) en poesía y ciencia

Con 29 años, el naturalista Alexander von Humboldt inició su expedición a América del Sur y Centroamérica que ocupó cinco años de su vida. Junto con los naturalistas Aimé Bompland, francés, y Carlos de Montufar, ecuatoriano, se embarcó, en la corbeta española Pizarro, el 5 de junio de 1799 en el puerto de la Coruña, con dirección a la Nueva Granada (la Venezuela actual), llegando al puerto de Cumaná el 16 de julio.

 Retrato de Alexander von Humboldt. (F.G.Weitsch, 1806. En Wikipedia)

La fascinación e interés que produjo en Humboldt y sus compañeros el descubrimiento de las selvas tropicales venezolanas debió ser inenarrable; y aún hoy nos podemos imaginar la perplejidad ante lo desconocido y la sorpresa ante la flora y fauna que se abrió ante sus ojos.

El poema que nos presenta Miguel D’Ors recoge un momento de reflexión del naturalista que, deslumbrado por lo que la naturaleza le va ofreciendo, se para a pensar si fue o no real su vida anterior de estudio y formación:

«…todos aquellos años
estudiosos, aquellos
parques de inexorable geometría,
aquellas bibliotecas con profundo
olor a cera y tiempo..»

¿Fue todo el pasado un sueño? Porque él se encuentra inmerso en la plena y desbordante selva, seducido por ella y a punto de ser absorbido por su naturaleza exhuberante. Con el riesgo de unirse a ella y olvidar su misión principal. Es la segunda estrofa, en que la selva le deslumbra con su profusión de germinaciones, una realidad «…ubérrima de aromas y plumajes / repentinos y asombros y ponzoñas y cantos» ; las ramas que estrangulan los caminos humanos. Un reino incalculable.

Los viajes de Alexander von Humboldt a América (1799-1804). (Wikipedia)

Y en este punto se produce la inflexión en que queda plasmado lo que supone el espíritu y la vocación científica. Cuando lo fácil sería dejarse llevar, ser abducido por la selva y seguir siendo solo explorador o, quizás, convertirse en algo semejante a los protagonistas,  Marlow o Kurtz, de El corazón de las tinieblas de Conrad; entonces, se produce la reflexión clave y memorable que describe la ciencia experimental:

«De tantas maravillas
con los ojos serenos, tomemos ejemplares»

Porque llega el momento de clasificar, ordenar y estudiar; de seguir haciendo ciencia.

«Regresemos a Europa.
observemos, nombremos, ordenemos.
Ni empobrecer el mundo ni quedar para siempre
en las tinieblas del deslumbramiento».

Es el método científico: estudiar, descubrir y seguir, más allá del deslumbramiento, construyendo la ciencia y el conocimiento.

Y esta reflexión se encuentra en el magnífico poema Alexander von Humboldt explora el Orinoco (1799) de Miguel D’Ors, uno de los mayores y mejores poetas españoles actuales. En Wikipedia se nos dice de el, que » su poesía es elogiada por la conjunción de un perfecto dominio técnico de las formas poéticas con la renovación de una temática (biográfica, religiosa, política, elegíaca) en principio calificada de ‘tradicional’. Su obra ha influido en numerosos poetas jóvenes. Se le ha incluido en diversas antologías.»

Para el poeta Luis Alberto de Cuenca es mucho más y por ello le dedicó un entrañable artículo en Nueva Revista.

En ocasiones a uno le gustaría en este blog transmitir, no sólo el placer por el poema seleccionado, sino también el entusiasmo por el poeta autor del mismo. Para quien esto escribe, también Miguel D’Ors es mucho más, y poemas como Calendario perpetuo, Ella, CartaEsposa o Pequeño testamento forman parte de su educación sentimental y le han ayudado – y mucho – a vivir.

 

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