El automóvil en la lírica de vanguardia. (1). El buen camión de Ramón de Basterra

Enlace a El buen camión de Ramón de Basterra en poesía y ciencia.

En la década de los años veinte, la aparente oposición entre poesía y tecnología en la que aún hoy, cien años más tarde, muchos creen; escondía (y esconde) una  realidad en la que de verdad ocurría es que «ambas se estimulan o fecundan y mantienen permanentes  contactos». (Ver Nota 1).

En las tres primeras décadas del siglo XX se produjo una eclosión de nuevos productos que las sociedades europeas acogieron con entusiasmo: «nuevos inventos que galvanizaron la vida y la sensibilidad del artista moderno y la literatura, particularmente la poesía, que se contagia irremediablemente de los nuevos tiempos». (Ver Nota 2). 

 

 

En este marco, el papel del automóvil en las décadas iniciales del siglo XX resulta  fundamental, pasando a tomar, de alguna forma, el relevo a la gran sensación tecnológica de finales del siglo XIX, que fue el ferrocarril. Y tuvo mucha competencia. Juan Manuel Bonet Correa, (Nota 3), llama la atención – aplicando con gracia el recurso de la enumeración caótica – sobre la cantidad de nuevos productos  con los que el automóvil competía; pero, también, el destacado papel que llegó a ocupar en la nueva poesía:

«Como otras realidades modernas – la fábrica, el farol, la sirena, el telescopio, el tren y el metro, el viaducto, la fotografía, el trasatlántico, la estilográfica, el acorazado, el submarino, la electricidad, el aeroplano y la hélice, el hidroavión, el dirigibles, el ascensor, el tranvía, el cinematógrafo, el ventilador, el gasómetro, el funicular, el arco voltaico, el reflector, el radiador, la linotipia, la rotativa, la máquina de escribir, el neón y el anuncio luminoso que con él se construye, el telégrafo, el gramófono, el teléfono, la radio, el semáforo, la granada, el tanque, la grúa, la nevera, la ametralladora, la turbina, la dinamo, el rascacielos, el altavoz, el micrófono, el megáfono, el claxon, el hangar, el helicóptero…-, como esas otras realidades modernas, y al igual que ciertos deportes, ciertas músicas o ciertos bailes, el automóvil, tan presente en todas las esferas de la vida cotidiana, entró pronto en la poesía, principalmente debido a la acción de las vanguardias»

 

Por otra parte, el automóvil, en el imaginario simbólico de la cultura de masas, aportó una individualidad en cuanto a la percepción del espacio y el tiempo producida por su uso; frente  ala percepción más colectiva del ferrocarril (Ver Nota 4).

«Así pues, con el advenimiento de la automoción se iniciaba una verdadera metamorfosis en nuestra identidad antropológica: deslizamiento desde la conciencia comunitaria de lo real hacia el horizonte de una privacidad ubicua, estricta y retóricamente absoluta en todo lo que se refiere a las relaciones entre el yo y su entorno»

Y así es como el automóvil comienza a aparecer en la literatura española tanto en prosa como en poesía. En prosa, entre otros, podemos destacar el relato-descripción «En automóvil» de Gabriel Miró aparecido en el libro El huerto provincial en 1912, en el que se describen las sensaciones de velocidad, de ruido y de contraste con la naturaleza mas silenciosa y reposada.  O el artículo de Miguel de Unamuno, «El automóvil y el arado romano», aparecido en la revista Nuevo Mundo de agosto de 1914, con apreciaciones socioculturales sobre el deporte y el automóvil frente a la tradición.

 

 

En este apartado, debemos mencionar también a Ortega y Gasset, entusiasta automovilista, como  queda reflejado en la entrevista que le realiza Ramón Gómez de la Serna en la Gaceta Literaria. Son destacables, también, por lo que suponen de reflexión y de descripción de las sensaciones sensoriales y de las percepciones de los viajes en automóvil, los textos – ambos de grandes poetas de la generación del 27 – «Entrada en Sevilla»  de Pedro Salinas, incluido en el libro Vispera del gozo publicado en 1926; y «Curva y estrofa» de Gerardo Diego.

En el ámbito de la poesía de la época que estamos hablando, se produjo también una eclosión de poemas dedicados al automóvil. En España poetas como, entre otros, Pedro Salinas (Navacerrada, abril); Xavier Bóveda (Un automóvil pasa); Rogelio Buendía (Ford);  o Ramón de Basterra que en sus Nuevas Fábulas incluyó el poema El buen camión que hemos seleccionado para poesía y ciencia; y que forma parte del proyecto poético de Ramón de Basterra de actualizar las clásicas fábulas incluyendo en ellas actores, tramas y protagonistas científicos y tecnológicos.

En una segunda entrada en La alegría de las musas, que haremos más adelante, veremos con cierto detalle los diversos poemas sobre automóviles, que hemos mencionado, y  que surgieron en esas tres primeras décadas del siglo XX.

 

Notas y enlaces

1. Cano Ballesta, Juan (1999). Literatura y tecnología. Las letras españolas ante la revolución industrial (1890-1940). Valencia. Pre-Textos.
2. Bernal Salgado, José Luis. (2003). «El automóvil y las relaciones tiempo – espaciales en la lírica de vanguardia» en Poesía lírica y progreso tecnológico. Sabine Schmitt / José Luis Bernal Salgado (Coordinadores). Editorial Vervuert – Iberoamericana.
3. Bonet Correa, Juan Manuel (2000): «Automóviles poéticos». En: Garaje. Imágenes del automóvil en la pintura española del siglo XX. Vol. 1. Madrid: Fundación Eduardo Barreiros.
4Brihuega, Jaime (2000): «El automóvil y el arte español  contemporáneo». En: Garaje. Imágenes del automóvil en la pintura española del siglo XX. Vol. 1. Madrid: Fundación Eduardo Barreiros.

 

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