Para un manifiesto sobre la Historia del presente

Para un manifiesto sobre la Historia del presente

 

«En los últimos años, se ha incrementado el interés por el análisis histórico del mundo actual, tanto en el ámbito académico como en los medios de comunicación. Ello se ha traducido en un aumento notable del número de espacios de comunicación, libros, asignaturas, congresos, tesis e investigaciones relacionadas con la Historia inmediata, también denominada Historia del tiempo presente o incluso, Historia actual. Como historiadores profesionales, consideramos que una materia centrada en este ámbito de reflexión ofrece excelentes posibilidades para la docencia en el contexto de la historia en general.

Aunque diversas Universidades cuentan ya en sus planes de estudios con asignaturas centradas en el estudio del presente en clave histórica, consideramos que la Historia inmediata o Historia del tiempo presente, no cuenta, todavía, con el reconocimiento académico y docente que merece. A nuestro entender, los departamentos de Historia deberían potenciarla al máximo, por las siguientes razones:

  • En primer lugar, porque no podemos dar la espalda a la demanda social creciente, tanto de la opinión pública y de los profesionales de la comunicación, de hacer inteligible el presente, como de un sector importante del alumnado, que desea formarse en esta faceta histórica.
  • En segundo lugar, porque el historiador profesional está especialmente capacitado para abrir nuevas perspectivas a la comprensión y a la explicación del presente. Tan sólo el historiador, mediante el razonamiento histórico y sus métodos rigurosos de análisis, que trabaja sobre hechos o procesos de larga duración, está en condición de captar la lógica de las fuerzas que actúan a largo plazo, las tendencias de larga duración, los fenómenos estables y constantes, las continuidades y los cambios realmente significativos que conforman el escenario actual.
  • En tercer lugar, por el interés epistemológico que presenta el desarrollo y el perfeccionamiento de esta nueva disciplina histórica. Aunque hoy poca gente cuestiona la validez de la historia inmediata, ni pone en duda su carácter científico, riguroso y objetivo, es indudable que hay que avanzar en su desarrollo y perfeccionamiento. Tenemos que continuar mejorando las herramientas y los métodos de análisis que nos permiten analizar y explicar el tiempo presente y los procesos actuales; tenemos que concretar los límites del periodo cronológico específico de la historia inmediata, lo cual conlleva debates fructíferos sobre la periodización en Historia.
  • En cuarto y último lugar, porque en el contexto actual de crisis y recortes, la Historia actual puede suponer una oferta innovadora, que no sólo implique la ampliación y modernización de nuestros programas, sino que también posibilite un punto de encuentro de nuestros departamentos con otras disciplinas, e incluso con el mundo empresarial y con la administración.

Por lo tanto, como asignatura  la Historia del tiempo presente resulta especialmente atractiva en las facultades de Ciencias de la Comunicación, Ciencia Política o Humanidades-Sociología. Tanto es así, que suele ser impartido por profesores no especializados dentro de sus respectivas asignaturas. Para los profesionales de la docencia en Historia Contemporánea,  las asignaturas de Historia del tiempo presente, presentan ventajas importantes.

a) En primer lugar, colocan al estudiante frente a las complejidades que surgen de evaluar las situaciones históricas del pasado lejano a partir de la experiencia propia en situaciones vividas por él mismo, o cuyas consecuencias le alcanzan de forma directa en el presente. Ello resulta de especial interés formativo, por cuanto proveen al estudiante de una experiencia directa, así como de una percepción realista enormemente útil para aproximarse al pasado no vivido. Dicho de otra manera, el estudio –sobre toso si es comparativo- de la Historia inmediata, carga de experiencia al estudiante.

b) El estudio de la Historia inmediata hace que muchos asuntos de la historia más remota le resulten más accesibles y atractivos. Eso puede suponer una aproximación más confiada a ámbitos que la globalización ha llevado hasta su experiencia cotidiana, conduciendo su estudio hacia los aún novedosos terrenos de la Historia transnacional y la Historia global. Por ejemplo, los remotos Balcanes de hace veinte o treinta años se han convertido en objeto de un número creciente de trabajos de final de carrera, o incluso de tesis doctorales. De momento, referidos a episodios de la Historia inmediata (guerras de secesión yugoslavas, 1991-2001). Pero es muy posible que ese sea una puerta de acceso para ulteriores estudios sobre los conflictos. Este mismo mecanismo está funcionando con ámbitos percibidos como exóticos hasta hace poco, pero ahora, por la fuerza de la globalización. Se han vuelto cotidianos.

c) En ese sentido, un enfoque internacionalista permite nuevas aproximaciones que otras disciplinas como la Política o la Sociología, resuelven con relativa sencillez en función de las teorías y modelos construidos a priori, pero que se transforman en un asunto complejo desde la perspectiva de la Historia. En ese sentido, por ejemplo, el objeto de una Historia Internacional o una Historia de las Relaciones Internacionales en relación con la Historia del tiempo presente no es otro que entender y explicar históricamente quien y cómo se hace la política del sistema global; con qué instituciones y mediante que procesos; con qué legitimidad las instituciones existentes han hecho sus opciones y han elegido entre unas u otras políticas públicas y, por último, que forma de legitimación tienen los sujetos pasivos en esas mismas opciones, es decir, los ciudadanos.

d) En definitiva, la docencia de las diversas temáticas de la Historia actual y especialmente en el ámbito de las relaciones internacionales, ayuda de forma muy eficaz a demostrar a la sociedad que la Historia sirve entender, explicar e interpretar el presente. No es así si los programas de estudios de Historia Contemporánea se detienen a comienzos de los años ochenta, como mucho, o incluso con el final de la Guerra Fría, en 1990. Lo cierto es que la historia (y la vida) han continuado desde esa fecha, dando lugar a nuevos fenómenos cuya conexión con el pasado puede no ser entendida per se (como puede ser, por ejemplo, el fenómeno de las “potencias emergentes”) o cuya continuidad es bien evidente y ni puede ser ignorada. Por ejemplo, las consecuencias de la descolonización presentes en numerosos conflictos de la más rabiosa actualidad, y cuyo estudio o explicación en el aula no pueden ser dejadas en suspenso en 1991.

En el ámbito de la investigación:

I) Los estudios sobre Historia del presente pueden ser un vehículo eficaz para la conexión entre los departamentos y fuentes de financiación externos, a través de la organización de másters, asesoramiento, docencia especializada, trabajos e informes específicos dirigidos a medios de comunicación, partidos políticos, instituciones de gobierno, asuntos exteriores, consultorías y un largo etc.

II) El historiador que trabaja sobre el periodo que abarca los últimos veinte o treinta años se convierte en recopilador de miles de datos que, sin su intervención, se perderían o dispersarían con el mero transcurso del tiempo. Esto es una realidad tanto más urgente en nuestro mundo actual, en el cual el problema es mas de exceso de información que de carencia de la misma el procesamiento de los datos que se convertirán en piezas del relato histórico puede llegar a ser desbordante si se utiliza, por ejemplo, el apoyo de las redes sociales, los libros electrónicos o YouTube.

III) En definitiva, el ya manido tópico de que la investigación de la Historia del tiempo presente no puede ser considerado profesional porque no existe documentación suficiente, deviene altamente paradójico: el problema es, justamente, el contrario. La imposibilidad de acceder a fuentes clasificadas tampoco es un baremo convincente: el estudio del pasado remoto no garantiza siempre la consulta de ese tipo de material –que, por otra parte, no siempre es resolutivo o veraz- mientras que la investigación de asuntos de gran actualidad puede llegar  contar con el concurso de fugas masivas de documentos reservados desde los centros de poder, fenómenos que hemos podido constatar en los últimos años gracias al concurso de esa herramienta revolucionaria que es internet.

IV) A medida que va procesando el enorme flujo de datos, la intervención del historiador permite escoger unos y desechar otros, establecer hipótesis explicativas y definir periodizaciones. Por lo tanto, el profesional de la historia que se dedica a estudiar o investigar los últimos treinta años, ya está organizando el presente como historia inmediata. Está claro que, forzosamente, eso va a suponer la revisión continuada de lo estudiado y lo escrito. Así que, el historiador que investigue sobre la Historia inmediata deberá estar dispuesto a ser cuestionado con frecuencia, a no sentar cátedra con asiduidad, a que parte de su obra sirva de base para la construcción de nuevos andamiajes interpretativos, especialmente en lo relativo a la conformación del orden internacional como hemos apreciado desde el final del conflicto bipolar. La obra de Historia del tiempo presente suele ser perecedera, y conviene que el historiador afrontar esa posibilidad con honradez y dignidad, dado que su trabajo consistirá en abrir camino.

V) No sólo el estudio de los acontecimientos acaecidos en el periodo de la Historia inmediata deberían ser objeto de la atención del historiador. También lo son aquellos fenómenos de la historia remota, pero analizados bajo la nueva luz que arrojan nuevas fuentes, o el simple paso del tiempo. Por lo tanto, los nuevos enfoques sobre antiguas cuestiones, surgidas en los últimos treinta años, también forman parte de la actividad del especialista en Historia inmediata; siempre que se atienda, desde luego, a las razones coyunturales de los puntos de vista novedosos.

VI) Para concluir, a dimensión de la crisis que padece el país, hace que el estudio  la Historia inmediata de España se haya convertido en una necesidad en sí misma, a fin de que la evaluación del profesional de la Historia aporte una visión técnica que sustituya a la meramente política.»

 Madrid, 18 de junio, 2012

Prof. Francisco Veiga (UAB)

Prof. Antonio Moreno Juste (UCM)

Prof. Jaume Suau (UB)

Prof. Juan Carlos Pereira (UCM)

Prof. Florentino Rodao (UCM)

Prof. José Manuel Azcona (URJC)

Profª. Montse Huguet (UCIII)

Prof. Carlos Sanz (UCM)

Profª. Adela Alija (UNebrija)

Prof. José Luis Neila (UAM)

Abdón Mateos (UNED)

Matilde Eiroa (UCIII)

Álvaro Soto (UAM)

Pilar Folguera (UAM)

Salvador Forner (UA)

Ricardo Martín de la Guardia (UV)

Guillermo Pérez (UV)

Ferran Gallego (UAB)

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2 comentarios

  1. Aunque la visión presentada es fundamentalmente para el enriquecimiento de la reflexión histórica, me parece que en la renovación de los estudios en el campo de las Relaciones Internacionales, tomadas como campo de las Ciencias Políticas, es fundamental para mantener su vigencia y pertinencia ya que el método utilizado por la Historia es uno de los aplicados al análisis de las relaciones internacionales, ante ello, me gustaría saber si esta propuesta ha cundido en otras áreas del saber y cuál ha sido el resultado. Gracias.

  2. Muchas gracias por contestar y a la vez por preguntar. No creo que pueda contestarte porque pienso que serían más bien expertos en esas otras áreas del saber quienes podrían darte una respuesta. Aquí tratamos de contribuir al desarrollo de una historia de las relaciones internacionales en permanente diálogo e intercambio con otras especialidades de la historia y con las ciencias sociales, entre las que destaca hoy en día la ciencia política. En otro post comenté una conferencia de Robert Jervis que versaba sobre las relaciones entre historiadores y politólogos internacionalistas, y creo que su análisis sigue siendo revelador. Saludos.

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