En el centenario de José María Jover

Tal día como hoy, un 5 de junio de 1920, nacía en Cartagena José María Jover Zamora, historiador, maestro de historiadores, y uno de los grandes renovadores de la historia contemporánea en España. Jover fue, además, una figura clave en la configuración de la historia de las relaciones internacionales en el panorama académico español.

José María Jover fue el maestro de buena parte de la generación que renovó la historia moderna y contemporánea en los años setenta y ochenta del pasado siglo, desde las cátedras de Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad de Valencia, primero (1949-1963), de Historia Moderna de España en la Universidad de Madrid (1963-1974) y después de Historia Universal Contemporánea (1974-1986) en la misma Universidad. Su magisterio fue de la mano de un amplio eco y reconocimiento, fruto de una labor inspiradora y exigente que no se limitó a la universidad, y que se prolongó en ámbitos como la Escuela Diplomática, de la que fue profesor (1979-1986), la Real Academia de la Historia (a la que ingresó en 1978) y la tarea de coordinación, desde 1975, de la  monumental Historia de España iniciada por Ramón Menéndez Pidal, para la que escribió además, con sus discípulos, varios volúmenes sobre la política exterior española.

La biografía académica de José María Jover se inició cuando, tras licenciarse en Filosofía y Letras, sección de Historia, en la Universidad de Madrid (1942), se incorporó al Instituto “Jerónimo Zurita” del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde permaneció hasta 1948 y donde realizó, bajo la dirección del modernista Cayetano Álvarez Molina, su tesis doctoral 1635. Historia de una polémica y semblanza de una generación, que ganó el Premio Menéndez Pelayo en 1949. Ese mismo año ganó la cátedra en Valencia, donde comenzó a desarrollar su personal empeño de insertar la historia de España en su contexto internacional, y de conectar el mundo académico español con las corrientes renovadoras de la historiografía europea. Hizo estancias de investigación en Lisboa, París y Friburgo en los años cincuenta y sesenta, y participó en el X Congreso Internacional de Ciencias Históricas celebrado en Roma en 1955, en el que conoció a los grandes representantes de la historia de las relaciones internacionales Pierre Renouvin y Federico Chabod, lo que le haría orientarse al cultivo de esta especialidad.

En los años siguientes publicó estudios fundamentales que dieron cuenta de esta opción por la historia de las relaciones internacionales: Carlos V y los españoles, que se publicó en 1963 pero que era una recopilación de trabajos que habían visto la luz entre 1957 y 1960; Política mediterránea y política atlántica en la España de Feijoo (1956) y La Guerra de Independencia española en el marco de las guerras europeas de liberación (1958). Este último trabajo marcó su tránsito a la historia contemporánea, que cultivaría en exclusiva a partir del curso 1960-1961 a partir de un decisivo periodo de formación en Friburgo.

En estas obras se expresaba ya plenamente la voluntad de Jover de cultivar una historia internacional compleja, que incorporaba aspectos económicos, sociales y políticos al estudio de las relaciones entre las naciones y que, de este modo, desvelaba un pasado diferente, más amplio y profundo, del que hasta entonces había dibujado la tradicional historia diplomática practicada en España por Jerónimo Bécker o Wenceslao Ramírez de Villaurrutia.

La empresa de Jover se acercaba más en intención a la de Jesús Pabón –quien le había precedido en la cátedra de Historia Contemporánea Universal de la Complutense-, uno de los escasos cultivadores de una historia contemporánea abierta a preocupaciones internacionales en la universidad española del franquismo. Pero el empeño joveriano se distinguió por un conocimiento de primera mano de las corrientes historiográficas del momento, y en particular –aunque no solo- de la escuela francesa de historia de las relaciones internacionales. De Pierre Renouvin, el fundador, Jover tomó la idea de las “fuerzas profundas”, económicas e intelectuales sobre todo, que actúan por debajo de los acontecimientos internacionales. Del italiano Federico Chabod adaptaría la idea de las “premesse” de la política exterior y la atención a las pasiones colectivas que condicionan la política exterior. A su vez, la concepción joveriana de las fuerzas profundas se inspiraba en el énfasis de Ferdinand Braudel, el más destacado representante de la segunda generación de la Escuela de Annales, en la continuidad de las estructuras sociales, los hombres y las ideas, que en su interpretación no distaban de la concepción renouviniana de las “fuerzas profundas”.

Con estos elementos, Jover aquilató una interpretación personal y profundamente original de las consecuencias de la renovación historiográfica en curso. En su lección inaugural del curso 1960-1961 en la Universidad de Valencia se evidencia la influencia de Pierre Renouvin y Jean-Baptiste Duroselle, pero también la del anglosajón Geoffrey Barraclough y la del alemán Ludwig Dehio, quien le inspiró sus concepciones sobre hegemonía y equilibrio en el sistema internacional. Estaba ya presente la característica concepción joveriana de las relaciones internacionales, muy amplia y que trascendía el ámbito de la política para abrirse a las ciencias sociales, al derecho, a la sociología política, y al análisis de los procesos de toma de decisiones, características que se plasmaron en ensayos como los recopilados en su libro España en la política internacional: siglos XVIII-XIX  (Madrid, Marcial Pons, 1999).

Desde la Universidad de Madrid a la que se trasladó en 1964, Jover ejerció un magisterio decisivo en la conformación de la disciplina en España, que se plasmó en el diseño de programas de asignaturas y en la dirección de las tesis doctorales de una toda una generación integrada, entre otros, por discípulos directos como Julio Salom Costa, María Victoria López Cordón, Elena Hernández Sandoica, Rosario de la Torre y Agustín Rodríguez González. Siguiendo las indicaciones de un maestro siempre sugerente a la hora de abrir caminos, sus investigaciones iban más allá de las aproximaciones clásicas de historia diplomática y de los estudios de relaciones bilaterales, para adentrarse en terrenos apenas explorados como la historia colonial, las imágenes y percepciones, o la relación entre régimen político y política exterior. Con ellos se fue conformando el panorama de la historiografía internacionalista española de los años 70 y 80, en el que también se contaban historiadores como Luis Álvarez Gutiérrez, Hipólito de la Torre, Javier Tusell, Rafael Sánchez Mantero, Víctor Morales Lezcano y José Urbano Martínez Carreras. A ellos se sumarían, en los años 90, nombres como los de Francisco Quintana Navarro, María Dolores Elizalde, Juan Carlos Pereira, Pedro Martínez Lillo, Lorenzo Delgado, Antonio Niño, Fernando García Sanz, Florentino Portero, Rosa Pardo, Ángeles Egido, José Luis Neila, o Antonio Moreno Juste.

Junto con la faceta del investigador, Rosario Ruiz Franco, coordinadora de un libro colectivo de homenaje que se publicó en 2012, ha evocado además (pág. 169) la figura de Jover como profesor:

“Un profesor sabio, riguroso, minucioso, vocacional, cuidadoso con los contenidos y materiales de cada lección, tolerante, comprensivo, que supo entender los problemas de la Historia y la función social de la misma, que concedió un margen de libertad a los suyos en los difíciles años finales de la dictadura franquista y el inicio de la democracia, y alguien que les enseñó, en palabras de su discípulo Ángel Bahamonde, “a ser universitario en el pleno sentido del término”; en definitiva y como nos señala Pedro Sáez en las páginas de este libro “un magisterio de largo alcance”.

El magisterio y la huella de Jover están presentes hoy de muchas formas en la historiografía de la contemporaneidad española, más allá del ámbito de la historia de las relaciones internacionales. Su idea de España como “nación de naciones”; su empeño en recuperar la idea de la historia de la civilización inspirada en Rafael Altamira; el empleo de la literatura como fuente para la historia; la aspiración a una “historia integral” guiada por el impulso ético de quien fue definido por Gonzalo Anes como “historiador humanista”, son parte del legado de Jover en el centenario de su nacimiento.

Algunas referencias

A las semblanzas que aparecieron en la prensa con motivo de su fallecimiento el 14 de noviembre de 2006 escritas por Juan Pablo Fusi (“José María Jover: la pulcritud moral de un historiador”, ABC, 15.11.2006), María Victoria López-Cordón (“En memoria de un maestro” El País, 15.11.2006) o Eduardo Suárez (“Indiscutible maestro de historiadores”, El Mundo, 15.11.2006) le siguieron textos más extensos en revistas especializadas de mano de Elena Hernández Sandoica (“José María Jover Zamora. In memoriam”, Ayer 68/2007), Ángeles Egido León (“José María Jover en la historiografía española”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie V, Historia Contemporánea, 18/2007) y Manuel Espadas Burgos, (“José María Jover Zamora, 1920-2006«, Hispania,  67(225), 2007). En el terreno de las visiones de conjunto se añade el ya mencionado libro colectivo coordinado por Rosario Ruiz Franco bajo el título Pensar el pasado. José María Jover y la historiografía española (Madrid, Biblioteca Nueva, 2012), con presentación de Jaime Alvar Ezquerra y prólogo de Guadalupe Gómez-Ferrer, y textos de Juan Pablo Fusi, Santos Juliá, José Manuel Cuenca Toribio, Pedro Sáez Ortega, Mª Victoria López-Cordón, Rosario de la Torre del Río, Antonio Morales Moya, Francisco Javier Guillamón y la propia Rosario Ruiz Franco, y el libro coordinado por José Peña González La historia como trabajo de ética social. Homenaje a José María Jover (Madrid, CEU Ediciones, 2013)

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