Morirse a pocos

“Siempre se mueren los demás”, decía jocosamente el maestro Borges. Era cierto. La muerte acaba siendo una mera cuestión estadística, nunca una experiencia personal. Tanto es así, que todos corremos el peligro de “ser el primer inmortal”. Vienen estas digresiones a cuenta de la magnífica exposición que nos convoca en estas páginas, pues no en vano hubiera cambiado el rumbo de la diatriba borgiana.

A Ramón, aún en vida, ya lo inmortalizó su propia obra, escrita a calzón quitado en el más puro estilo birlibirloquesco y ahora, muerto de muertos, lo inmortaliza de nuevo la obra de David Vela, que nos hace ver en imágenes los sueños letrados e intangibles del gran autor de las Greguerías.

 

El caso es que ambos, Ramón y David, en LOS MUERTOS Y LAS MUERTAS, vienen a quitarnos la cuota de sinrazón que nos queda todavía. En cada uno de los aforismos ramonianos y en cada una de las ilustraciones de Vela nos vela la muerte para hacer posible  el aserto de “morirse a pocos”, que –al cabo- no es otra cosa que vivirse a muchos.

 

Todos los muertos y muertas de este “catálogo póstumo” gozan de una excelente salud. Son muertos en excedencia por mor del talento de quienes los han hechos posibles. Son muertos muy vivos que sueñan desde sus artísticas mortajas en dejarnos como herencia un callado y sereno camposanto jalonado de epitafios pintados en policromados recordatorios de primera comunión.

 

LOS MUERTOS Y LAS MUERTAS de Gómez de la Serna están en “Vela” para redimirse por no haber muerto nunca. Diga usted que si.

 

 

PEDRO ATIENZA

 

N.R: Ver Galería David Vela

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