«La Dinastía de los Austria»: Colección Temas IULCE-UAM

portada, 2011

 

Martínez Millán, José & González Cuerva Rubén (coord.), La Dinastía de los Austria. Las relaciones entre la Monarquía Católica y el Imperio. Colección «La Corte en Europa» Temas, Editorial Polifemo, 3 Vol., 2011

A continuación reproducimos* la Introducción de los tres tomos:

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

Entre los siglos XVI y XVII, la Casa de Austria fue la dinastía que con más fuerza marcó la historia europea. Destacó, además de por su enorme poder, por dividirse en dos ramas familiares separadas, que actuaban desde las cortes de Madrid y Viena. Estas eran las sedes respectivas del Monarca católico, que ejercía el liderazgo sobre el linaje, y del Emperador. Pero las interacciones entre ambas ramas no afectaron únicamente a los Reinos hispánicos y al Imperio, sino también directamente a los Países Bajos y al norte de Italia, al mantenimiento de la frontera común con el Imperio otomano y, en general, a todo el continente europeo. De este modo, el monarca español encabezaba un orden basado en la lealtad dinástica y en la defensa del catolicismo contrarreformista. Por ello, el tercer elemento imprescindible fue el Papado, que no solo marcaba espiritualmente el rumbo de las dos grandes cortes católicas, sino que también pretendió guiar los objetivos políticos de los Austria a un gran programa de actuación contra herejes e infieles. El siglo XVII marcó el punto de inflexión de este orden, sobre todo la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), pues mostró tanto el cenit en la colaboración entre ambas familias como sus límites y su fracaso definitivo, que quedó cerrado con la desaparición de la rama española tras la Guerra de Sucesión (1714). Sin embargo, la historiografía no ha dado un tratamiento acorde a la importancia de esta cuestión, algo especialmente patente en España, y además se ha mostrado incapaz de comprender, desde unos parámetros estatalistas, la lógica dinástica con la que ha de afrontarse estos estudios.

 

Efectivamente, imbuidos por el modelo de organización estatal actual, al que se le considera capaz de articular toda la evolución histórica sin incurrir en contradicciones, los investigadores han estudiado las dos ramas de la Casa de Austria independientemente, la que regía la Monarquía hispana y la que gobernaba el Imperio, logrando excelentes estudios sobre sus respetivas evoluciones políticas, sociales o económicas. Por lo que se refiere a la Monarquía hispana, desde los años ’60 y ’70 del siglo pasado surgió una renovada metodología que produjo la apertura de nuevos campos de investigación y descubrió procesos históricos dentro de la historia de España que hasta entonces se hallaban sumidos en la niebla de la tradición y de la “historia filosófica”. Estas corrientes históricas (Escuela de los Annalesy el marxismo), en su afán de construir una “historia científica” analizaron la evolución socio-política a través de estructuras y coyunturas, aprovechando la cuantificación de datos y utilizando los análisis sociológicos que se hacían sobre un momento concreto de la sociedad del Antiguo Régimen. Todos estos métodos se difundieron entre los profesores universitarios españoles gracias a la labor de excelentes hispanistas (sobre todo franceses y anglosajones), que consiguieron entusiasmar a jóvenes historiadores españoles del momento. Todos juntos analizaron y estudiaron diferentes temas, hasta entonces desconocidos, al mismo tiempo que consiguieron articular la evolución histórica de la Monarquía a través de interminables series matemáticas (como signo de rigurosidad científica), que reflejaban el devenir de la economía o de la estructura social, a las que adaptaban todos los acontecimientos políticos y manifestaciones culturales acaecidos en la época estudiada. Tan faraónicos estudios estructurales permitieron escribir los manuales de historia en los que nos hemos educado y que aún perduran en los planes de estudios actuales con mínimas modificaciones.

 

Con todo, tales planteamientos, por su misma concepción político-social de la Edad Moderna, dejaron de explicar muchos temas e instituciones de las monarquías por considerarlos irrelevantes e, incluso, en el caso de la literatura política española, ha llevado a alterar sustancialmente el significado de determinadas obras y escritos al interpretarlos desde una visión de la organización política actual. Asimismo, en su afán de demostrar la lógica histórica y la sencillez de la evolución social a través del empleo de estructuras y coyunturas, se ha llegado a veces a simplificar los problemas, lo que ha producido una esterilidad de ideas o unas líneas de investigación de dudosa validez y utilidad, que predominan en la historiografía actual. En este contexto, como resulta fácil de deducir, el estudio de la dinastía de los Austria, en su conjunto, no tiene cabida, pues, como acabamos de afirmar, el modelo y centro de investigación lo han constituido las monarquías y territorios que dieron lugar a las naciones posteriores.

 

Desde hace varias décadas, nuestros grupos de investigación y el Instituto Universitario La Corte en Europa de la Universidad Autónoma de Madrid, como ya resulta conocido, proponemos estudiar la evolución histórica europea de las Edades Media y Moderna (siglos XIII-XIX) desde planteamientos que denominamos “sistema cortesano”, en vez del “Estado absolutista” propugnado por las escuelas anteriormente mencionadas; es decir, desde una organización político-social justificada en la filosofía práctica aristotélica, que fue asumida por la Iglesia y que a través de ella organizó todo el sistema de poder que se denominó la “cristiandad”. Como es sobradamente conocido, Aristóteles defendía la formación natural de la sociedad y de la organización política. En su libro, La Política, comenzaba afirmando que “El hombre es un animal social”, de donde deducía que, de manera natural, el hombre se veía inclinado a formar la familia y el conjunto de familias componían la República. Tal planteamiento, no solo fue asumido por los filósofos cristianos medievales, sino que también fue copiado por Jean Bodin en su gran obra Seis libros sobre la República. La articulación político-social, que se deduce de esta definición, sin duda ninguna, se regía por reglas distintas de aquellas organizaciones políticas emanaron de las teorías de T. Hobbes y seguidores, que consideraban al hombre como un animal antisocial (“El hombre es un lobo para el hombre”). El filósofo inglés, no solo se mostró contrario a la teoría política aristotélica y a las reglas sociales y políticas que de ella emanaban, sino que buena parte de su libro, el Leviatán, lo dedicó a criticar la jurisdicción de la Iglesia, que se había servido de la filosofía clásica para organizar su poder y establecer una serie de reglas jurisdiccionales sin fundamento.

 

Así pues, la filosofía práctica de los clásicos es la que –a nuestro juicio- justificó la organización política del “sistema cortesano” (bien es cierto que evolucionó a lo largo de los siglos), por lo que las relaciones personales, los grupos de poder y el patronazgo fueron los elementos en los que se fundamentó la or- ganización política y resultan esenciales para entender la articulación social (elementos que no son tenidos en cuenta –o son considerados temas accidentales– dentro de la organización estatal liberal o de la que dimana del “individualismo posesivo” hobbesiano). La “familia”, la “dinastía” y el “príncipe” son los conceptos desde donde se debe iniciar nuestra investigación para explicar la organización del poder de las monarquías modernas y la conducta ético-política (así como los valores) que los príncipes asumieron tenían una justificación distinta de los que se deducen de un estado liberal. Si se tienen en cuenta estos planteamientos, cobra todo su sentido la obra que presentamos: el estudio de la Casa de Austria en su conjunto, como dinastía (lo que no se había realizado hasta ahora), en vez de poner el énfasis en los territorios que gobernaron, que dieron lugar a los estados actuales, como modelo y centro de análisis.

 

Los miembros de la Casa de Austria ocuparon simultáneamente el trono imperial y el de la Monarquía hispana y, en ambos, la práctica política se justificó por la defensa de la confesión católica, por lo que no se puede explicar sus respectivas evoluciones sin tener en cuenta sus relaciones con la Iglesia y el papado; de ahí la estructura con la que hemos organizado la obra:

 

– La Casa de Austria y la Santa Sede

– Los vértices cortesanos (Madrid, Viena y Roma):

familia, facciones y grupos de poder

– La nueva configuración política europea: guerra y diplomacia

– La “contrarreforma” católica: arte y espiritualidad

 

No hace falta insistir en la novedad que representan estos planteamientos con respecto a los estudios realizados hasta ahora sobre cada una de las organizaciones políticas que la Casa de Austria gobernó (el Imperio y la Monarquía hispana). Por lo que respecta a la Monarquía hispana, los miembros de la Casa de Austria fueron los que consiguieron formar el denominado Imperio español y también los que padecieron su decadencia. La idea que reflejan los manuales de historia, más o menos matizada, es que tan complejo proceso se debe explicar desde un punto de vista de decadencia económica, de manera que han empobrecido y simplificado la evolución de la Monarquía forzando el significado de muchos textos de la época e ignorando la dimensión ideológica y religiosa en la que se tomaban las decisiones. Ni que decir tiene que las relaciones de los monarcas hispanos con el Imperio han sido tomadas por los historiadores como un elemento constatado empíricamente, tratando a cada rama de la dinastía como cabezas de un Estado, cuyos respectivos intereses defendían, reduciendo sus relaciones amistosas al parentesco que les unía; pero sin concederle la trascendencia que tuvieron para explicar el entramado internacional y las implicaciones que se deducen desde nuestro modelo de investigación.

 

Somos conscientes de la novedad que representa nuestro planteamiento y de que abre posibilidades de investigación a los jóvenes investigadores, no solo para entender la evolución de la Monarquía hispana, sino también para estudiar (a través de tan poderosa dinastía) en toda su complejidad la transformación que experimentó Europa durante el siglo XVII, revisando la teoría (formulada a mediados del siglo anterior por los historiadores ingleses) sobre la “crisis del siglo XVII”, que tan necesario resulta.

 

Una obra de esta envergadura no se hubiera podido realizar sin el apoyo y la ayuda de determinadas instituciones. Ciertamente, son las personas que las dirigen quienes hacen grandes a los organismos que administran, por eso, no podemos olvidar sus nombres: en primer lugar es preciso señalar al Ministerio de Ciencia e Innovación, que nos concedió una ayuda económica para llevar a cabo este proyecto. También estamos en deuda con la Comunidad Autónoma de Madrid, especialmente con la Dirección General de Investigación y con las personas que dirigen el área de Investigación, Beatriz Presmanes y Carmen Torner, no solo por la atención y ayuda que recibimos, sino también por las facilidades que nos dan para dedicarnos a la investigación sin perder excesivo tiempo en trámites burocráticos. Tenemos una deuda especial con la Universidad Rey Juan Carlos, en la persona de su Vicerrector, Fernando Suárez Bilbao, que ha apostado por nuestra línea de investigación, propiciando y colaborando en proyectos comunes entre nuestro Instituto y la Universidad que representa. No podemos olvidar tampoco a la Universidad Autónoma de Madrid, en especial a su Vicerrector de Investigación, Rafael Garesse Alarcón, quien desde el comienzo de su mandato apostó por el Instituto Universitario La Corte en Europa con toda confianza, como se muestra en los numerosos proyectos que ya hemos realizado bajo su patronazgo. Finalmente, a todos los becarios y profesores que forman nuestro grupo de investigación, elementos fundamentales para la organización de estos encuentros científicos, en especial, se impone señalar, al profesor Manuel Rivero Rodríguez y a nuestro editor, Ramón Alba (que también forma parte de nuestro grupo de investigación), la generosidad de ambos no tiene límites, como tampoco la tienen sus respectivas grandezas de ánimo y la amistad que nosotros les guardamos.

 

José Martínez Millán,

Rubén González Cuerva

Instituto Universitario La Corte en Europa

de la Universidad Autónoma de Madrid

 

*Reproducción realizada con permiso de los autores.

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