Un mundo de privilegios. Reflexiones durante una campaña de observación

David Barrado y Navascués

Durante una campaña de observación se tiene tiempo para muchas cosas. Ahora estoy en el observatorio de El Roque de los Muchachos, en la isla de  La Palma. Estamos intentando verificar una predicción teórica, si las enanas marrones jóvenes pulsan. Las noches son largas, el proceso de toma de datos reiterativo y algo tedioso, y mientras verifico los datos, también escribo (como esta entrada en el cuaderno de bitácora), envío correos electrónicos a los amigos y colegas,  preparo propuestas de observación, hago trámites burocráticos,  ojeo periódicos y, cosa inusual, tengo tiempo para reflexionar.

En uno de estos periódicos me encuentro un artículo sobre la presentación del nuevo libro de José Luis Sanpedro, «La senda del Drago», una metáfora sobre la decadencia de Occidente. De él sólo he leído una novela, «La vieja sirena»,  libro que me pareció verdaderamente excelente. Una de las pocas novelas que me ha cautivado en los últimos años y que recomiendo encarecidamente. En la entrevista al autor, éste afirma que la decadencia de Occidente (he de confesar que estoy convencido que este crepúsculo es real,  que especialmente en Europa vivimos como en un sueño, pero que  estamos a tiempo de evitar esta caída)  es debida en parte a la idolatría del dinero (nuevamente estoy de acuerdo con Sanpedro, aunque no está sólo Occidente en este pecado).

La Ciencia, en ciertos ámbitos, se mueve en un mundo paralelo, donde el dinero no existe. O no importa (al menos para el investigador). Un mundo de privilegios. Por ejemplo, refiriéndome a mi campo, el uso de los observatorios astronómicos es generalmente gratuito, aun cuando su coste es extraordinario (del orden del euro por segundo en el caso de los telescopios espaciales, algo menos en los terrestres de gran tamaño). Incluso en ciertos casos los servicios de restauración y alojamiento no cuestan nada, como es el caso del Observatorio Austral Europeo (ESO, por su acrónimo en inglés).  Pero no sólo son las instituciones las que siguen estas políticas: incluso los científicos participamos de ellas. Damos cursos de doctorado  sin percibir remuneración alguna. Participamos en mesas redondas, en programas de radio y televisión, impartimos charlas de divulgación, etc, todo ello sin compensación económica. Claro que este sistema está íntimamente engranado en el propio funcionamiento de la Ciencia,  donde la moneda de cambio es conocimiento y  -¿por qué no decirlo?- prestigio. Hoy mismo una revista americana me ha propuesto que haga de árbitro de un artículo sobre objetos de tipo espectral T. Éstos son generalmente enanas marrones de viejas o muy poco masivas, caracterizadas por sus bajas temperaturas superficiales y por la  presencia de metano en sus espectros infrarrojos. (No sé por qué, pero suele ocurrir cuando estoy observando, y se añade algo de presión adicional). La gestión de un proyecto  de investigación tampoco acarrea beneficio económico, al igual  que la dirección de tesis doctorales, o la pertenencia a comités científicos, ya sean relacionados con instrumentación o con congresos científicos.  O tantas otras actividades que pertenecen al quehacer normal de un científico establecido en su campo. Ayer me llamó la atención el ofrecimiento por parte de mi astrónomo de apoyo (un especialista que trabaja para el observatorio y ayuda al astrónomo visitante a optimizar sus observaciones)  de un paquete de reducción de datos que prácticamente hace todo lo que un profesional necesita para procesar imágenes (un paso  inicial y necesario antes de comenzar con el verdadero análisis). Yo conozco varios de estos programas, en algún  que otro caso en profundidad. Pero lo que ha programado esta persona es de una sencillez,  rapidez y versatilidad que me ha impresionado. Y lo ofrecía, a mí y al resto de la comunidad, de manera totalmente  gratuita (¿qué compañía privada haría algo así?) . Son meses de trabajo, de ardua programación,  depuración y verificación, que él realizó inicialmente para facilitar sus investigaciones, pero que ahora pone a disposición de cualquiera que lo requiera. Es un ejemplo  más que loable.

El mundo científico no es perfecto. Somos humanos y nos movemos por motivaciones humanas. Pero tal vez algunas de nuestras actitudes, de nuestro sistema de valores, se  podrían trasladar a la sociedad en su conjunto. Desde muestras ansias de aprender, de indagar, hasta el esfuerzo personal, el afán de superarse, de sacrificar ciertas cosas si el objetivo final lo merece.

¿Tiene esto algo que ver con la decadencia de Occidente,  incluso con la situación actual de la  sociedad española, de la educación en nuestro país? Yo  creo que sí. Tiene que ver  con el papel de la Ciencia y de  los científicos en la sociedad occidental en los  últimos siglos, y la escasa influencia que tenemos en  la actualidad. En algún momento del siglo XX hubo un punto de inflexión. Las razones de éste se me escapan.

Como decía al comienzo, una noche de observación da para mucho. Para reflexionar o tal vez sólo para divagar mientras soñamos …  
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5 comentarios

  1. lo de que no cuesta ‘nada’ quieres decir al bolsillo individual del científico me imagino, porque a la sociedad le cuesta la broma miles de millones, vamos que tu estancia en Palma y el uso de esos telescopios (montaje, fabricación, amortización, mantenimiento, etc.) le cuesta a los españolitos (o europeos o humanos en general) unos cuantos millones de los de verdad…porque ya sabes que al final ‘alguien tiene que pagar el sandwich’, no crees?. ..otra cuestión es que tú en particular no te vas a comprar un chalet en las Rozas, de momento, con tus estancias en Palma, pero eso son temas distintos.

  2. Estimado vesubio.

    Ya digo en el texto que el cientifico no paga, lo que no quiere decir que no cueste nada mantener una gran instalacion de investigacion. En cualquier caso, la idea principal no era hablar sobre quien paga o lo que cuesta onservar o investigar en general. Yo queria transmitir el hecho, entre otros, de que los seres humanos nos movemos por otras motivaciones a parte del dinero.

    De todas maneras, como dicen los americanos, la ignorancia es siempre mas cara. Gracis por leer el "blog".

  3. Aunque no estoy de acuerdo con lo que dice sobre la decadencia de Occidente (expresión ya criticada por Ortega en el primer tercio del siglo XX), me parece muy interesante el hecho de compartir conocimiento (y demás cosas) sin interés económico de por medio. Esto con Internet está a la orden del día: la cultura de la gratuidad, del compartir sin más. Esta cultura de la gratuidad puede ser aceptada plenamente (por internautas individuales), a regañadientes (por empresas que saben que poniendo precio a diversos servicios de Internet fracasarían) o directamente no ser aceptada pero sí sufrida (como los programas P2P para compartir archivos sin tener que pagar, por ejemplo, derechos de autor). ¿Alcanzará la cultura de la gratuidad un nivel no ya virtual sino real? El tiempo lo dirá, pero las viejas reglas del capitalismo se están demostrando ineficientes (aunque quizá solo incompletas) en el universo creado por las nuevas tecnologías.

  4. ¿Y que me decís de compartir, divulgando?

    Es caro, no se sabe hacer, y además, está mal visto en la comunidad científica.

    Pues, venga a divulgar, que una buena forma de compartir.

    Cuando puedo, leo bitácoras, que no "blog".

  5. Te agradezco, Jorge, el interés por nuestra bitácora. Tanto para Benjamín como para mí, es un placer escribir y compartir nuestras experiencias. Tradicionalmente en España no se le ha dado importancia a la divulgación. Afortunadamente las cosas empiezan a cambiar y cada vez somos más los científicos que, en la medida de lo posible, nos hemos animdo a dar el paso. Son siempre de agradecer las opiniones de los lectores.

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