Observando de nuevo en La Palma

Benjamín Montesinos

Curioso. Os contaba David en la entrada anterior su impresión acerca de la vida cíclica del astrónomo. Creo que la mayoría de la gente siente que su vida es en cierto modo así. El empleado de una empresa debe ver cada año ciclos en sus actividades, el obrero que acaba de construir una casa sentirá que se encuentra en el punto de partida cuando se enfrente a los cimientos de un nuevo edificio, y el concertista tendrá una extraña sensación cuando al cabo de unos meses se enfrente al público en el escenario de una sala de conciertos en una ciudad que ha visitado muchas veces y que quizás no conoce, el escultor frente al mármol… lo interesante es que cada edificio, cada concierto, cada escultura son diferentes.

Después de casi un año, estoy de nuevo observando en La Palma, y en el mismo telescopio, el Telescopio Nazionale Galileo con el que compartí observaciones y buenos ratos con David, Amelia y Carlos.

Esta vez he venido con Jesús, un estudiante de doctorado de la Universidad Autónoma. Los datos que vamos a tomar son fundamentalmente para su tesis y para la de Raquel, una estudiante de la Universidad Complutense, así es que le he dejado a Jesús que tome él las decisiones acerca de qué objeto observar en cada momento, y en suma, que sea él quien lleve el peso de la campaña. Una de las cosas que un estudiante debe aprender es a ser cada vez más y más independiente en su trabajo, de modo que, de forma ideal, en el último periodo de su tesis, el director debería aprender cosas del estudiante y no al revés.

Ayer estuvimos casi 24 horas sin dormir, porque viajamos desde Madrid, via Tenerife, alquilamos un coche en el aeropuerto de La Palma, subimos, cenamos a las 5 de la tarde y a las 6.30 estábamos en el telescopio. El tiempo no es bueno en ningún sentido, ni en el normal ni en el astronómico: aquí no ha llegado el invierno, no ha nevado ni en el Teide, ni en el Roque de Los Muchachos, donde está el observatorio, no hace frío… y eso no augura nada bueno de cara a lo que ya hemos oido en las noticias con respecto al 2007: se espera el año más caluroso de forma global desde hace centurias. Este tiempo «no toca» en esta época del año.

Astronómicamente tampoco está muy allá la cosa: había nubes altas -cuando escribo esta entrada, a la 1.30 de la tarde del día 6, están aún encima del Observatorio- y aunque estamos observando estrellas brillantes, la transparencia de la atmósfera era muy mala, tuvimos que cerrar el telescopio una vez porque se nubló bastante, y a las 6.30 de la mañana decidimos abandonar. Hoy las cosas no pintan mejor.

El espectro del Sol. Esta imagen se ha obtenido dispersando la luz del Sol con un instrumento algo más sofisticado que un prisma. Si uniéramos cada una de las pequeñas tiras horizontales en una larga que cubriera desde el rojo al violeta, tendríamos un peculiar «arco iris». Cada una de las pequeñas líneas verticales oscuras es una «línea de absorción» causada por los elementos químicos que hay en la fotosfera, la superficie visible del Sol: hidrógeno, helio, sodio, hierro, niquel, cromo, cobalto… son las «huellas dactilares» de los elementos químicos.


El trabajo que estamos haciendo es tomar espectros de estrellas parecidas al Sol en la vecindad solar, en un radio de unos 150 años luz, para conocer propiedades de todas las estrellas de este tipo que hay en nuestro entorno. La espectroscopía es una técnica que consiste en dispersar la luz del objeto astronómico que estamos observando, de la misma forma básicamente a como un prisma dispersa la luz en forma de arcoiris. En esa luz dispersada hay una cantidad de información increíble: podemos concoer las abundancias de los elementos químicos, si existen o no campos magnéticos, si el objeto tiene alguna estrella compañera que no hemos podido detectar con imágenes…

Impresionante lo que se puede extraer de un débil rayo de luz…

Os seguiré contando cómo nos va.

Compartir:

Deja un comentario