Marte, de entre todos los planetas del Sistema Solar, es el más idóneo para buscar vida, tanto en el pasado como, más improbable, en la actualidad. Su tamaño, composición, presencia de atmósfera y de débiles campos magnéticos, así como su accesibilidad y lo que ya conocemos de su historia, lo convierten en una diana prioritaria de las distintas agencias espaciales. El objetivo de esta intensiva exploración es entender cómo se formó, en qué momento se diferenció de la Tierra, y, en una problema más complejo, detectar evidencias de posible actividad biológica en su pasado.

El pasado día 18 se posó en su superficie un nuevo rover de NASA, el Perseverance, fruto también de la colaboración internacional. Como en las últimas ocasiones, este ingenio espacial ha incluido un instrumento español, el Mars Environmental Dynamics Analyzer (MEDA), que servirá para el análisis de las condiciones ambientales, del polvo y de la radiación solar. Esta sofisticada estación meteorológica ha sido diseñada y construida en España. El Centro de Astrobiología (CAB), un centro mixto de Instituto Nacional de Técnica Espacial (INTA) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha jugado el papel primordial, con financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación. Además, equipos de la Universidad de VAlladolid y del Instituto de Geociencias (IGEO), centro mixto de la Universidad Complutense de Madrid y del CSIC, forma parte del instrumento SuperCAM. Además, las comunicaciones, esenciales para la misión, se realizarán parcialmente por la contribución española: Las antenas de la estación de Robledo de Chavela, cerca de Madrid, como en otras ocasiones, recibirán parte de los datos, mientras que la antena de alta ganancia que lleva el vehículo permite la retransmisión de la información y la recepción de las nuevas órdenes.

España, a través del CAB, un centro de excelencia del programa Severo Ochoa/María de Maeztu, tiene así la primera red meteorológica situada en otro planeta distinto de la Tierra. Está formada por MEDA, REMS (Rover Environmental Monitoring Station), en funcionamiento desde el 2012 como parte del rover Curiosity,  y TWINS (Temperature and Wind for InSight), desde 2018 en el lander Insight. Esto representa tanto un hito científico como tecnológico, una proeza no siempre bien publicitada ni interiorizada por la sociedad. Muy pocos países han tenido la capacidad y la decisión para conseguir la oportunidad, financiar, diseñar, fabricar y enviar a otro planeta sofisticada instrumentación.

Pero los éxitos actuales no deben quedarse ahí. La ciencia española tiene suficiente potencial para competir a cualquier nivel, continuando  tanto en la carrera de la exploración de Marte como en la otros cuerpos del Sistema Solar.  Así, en el 2023 llegará al planeta rojo el rover Rosalind Franklin, fruto de la colaboración entre la Agencia Espacial Europea y la rusa Roscosmos. Este vehículo incorpora el instrumento Raman Laser Spectrometer (RLS), desarrollada principalmente por instituciones españolas en colaboración con otras europeas, y cuyo objetivo será detectar compuesto orgánicos e indicadores de la presencia de vida.

Queda puesto de manifiesto la capacidad del sistema español de I+D+i, de sus científicos y tecnólogos, junto a la del sector aeroespacial español. La exploración espacial no solo da respuestas científicas o es un excelente escaparate para promocionar la marca España, también sirve como banco de pruebas de tecnologías y de sistemas de gobernanza. Lamentablemente, ahí fallamos. La ciencia española, especialmente en el sector público, se administra por sistemas anclados en el siglo XIX cuando tiene que competir en el ambiente globalizado del XXI, con actores decididos y con recursos. Si queremos que la investigación se convierta verdaderamente en una palanca de cambio, en un elemento de mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, en un mecanismo efectivo para que haya futuro, es necesario que se realice una forma integral de toda la arquitectura legal que tiene que ver con la ciencia y la tecnología, empezando por un pacto por la ciencia y unos presupuestos estables, pero continuando con un marco reglamentario ágil, que responda rápidamente ante los desafíos y que elimine barreras burocráticas.  En el caso de la exploración del cosmos, habría que empezar con una verdadera Agencia Espacial Española que coordinase todos los esfuerzos y recursos dirigidos al conocimiento del Universo. La ciencia ha hecho su labor de manera brillante, ahora toca a la política.

David Barrado

PD: Versión orginal publicada en el diario ABC.

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