Fracasan tres de las cinco plantas previstas en el puerto de Bilbao para producir biodiesel

Nuevamente desayunamos con la noticia de un nuevo batacazo de la industria del biodiesel y es que ya nadie se extraña de estos titulares tan catastrofistas. El artículo editado hoy en el diario «El correo» explica como se ha ido deshinchando la gran expectativa creada en torno a los llamados biocarburantes de primera generación por diferentes factores, tales como la importación de biocarburantes desde terceros países y la desacreditación que han ido sufriendo sobre su teórica sostenibilidad, sobre su posible reducción de combustibles de origen fósil o su capacidad para disminuir de manera significativa la emisión de gases de efecto invernadero.

Por más que se hayan presentado estudios a favor de la sostenibilidad de los biocarburantes, como el realizado por el CIEMAT «Análisis de Ciclo de Vida de Combustibles alternativos para el Transporte» o los estudios editados por APPA «Biocarburantes y Desarrollo Sostenible: Mitos y realidades» y «Nuevos indicios sobre la escasa incidencia de los biocarburantes en la evolución de los precios de las materias primas agrícolas» . Pero siempre nos acordamos de que es un tipo de energía renovable que arrasa con bosques, que afecta a zonas de alta biodiversidad o con gran capacidad de reserva de carbono y que estimulan la subida de los precios de los alimentos provocando hambrunas desmesuradas. Nada más incierto. Como ejemplo, os dejo una noticia donde se puede ver como el sector alimentario lleva realizando estas acciones desde hace bastante tiempo y que han encontrado en los biocarburantes su chivo expiatorio.

La realidad es que los biocarburantes son la única opción viable para la disminución de la dependencia de combustibles de origen fósil de procedencia exterior, contribuyendo decisivamente a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (entre un 35 y 50% antes del 2017) y otros contaminantes, incluyendo en este cálculo tanto las emisiones que puedan derivarse directamente de los cambios del uso del suelo como las de óxido de nitrógeno procedentes del uso de fertilizantes.

La realidad es que según las últimas estimaciones realizadas por la Comisión Europea señalan que el cumplimiento del objetivo de obligatoriedad del 10% para 2020, será posible dedicando un máximo de 12 millones de hectáreas de tierras en la UE, el 10% del total, donde España es uno de los países de la CEE que mayor porcentaje posee de tierras en desuso. No olvidemos que la ambición de los biocarburantes no es cubrir el 100% de la demanda de los combustibles, sino tan sólo una pequeña cantidad.

La realidad es que estas estimaciones se verán reducidas con la llegada de los denominados biocarburantes de segunda generación, como los derivados de la explotación de microalgas, del uso de residuos agrícolas-forestales-industriales, de cultivos energéticos non food…, que reducirá el espacio de tierra necesaria para su producción además de no competir con el sector alimentario.

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