Un Nobel, tres virólogos…

Estamos en fechas de fallos… De fallos desde la Asamblea del Instituto Karolinska para los premios Nobel. Por proximidad de área de investigación, me centraré en el Nobel de Medicina, este año triplemente compartido: medio premio para Harald zur Hausen, por sus descubrimiento con el virus del papiloma; otro medio a repartir, a su vez, entre Françoise Barré-Sinoussi y Luc Montagnier, por el descubrimiento e investigación con el virus del SIDA, VIH

 

Al parecer, el Nobel deja claro lo que no consiguió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación 2000: que la verdadera autoría del VIH, como agente etiológico del Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida, hay que buscarla en el Instituto Pasteur de París. Obviamente, nada de esto debe desmerecer el vital trabajo realizado por el investigador norteamericano, Robert Gallo, con la familia Retroviridae. Felicitando a los premiados. No obstante querría centrarme en el investigador alemán, en cuyo centro de investigación, que él presidía, desarrollé la actividad científica de mi segundo posdoctoral. A continuación transcribo parte del artículo aparecido recientemente en un diario nacional:

“Conocí al profesor Zur Hausen en septiembre del 93. Tras mi incorporación como investigador senior al departamento de Virología Tumoral Aplicada (ATV, Angewandte Tumorvirologie) del Centro Alemán de Investigaciones Oncológicas (DKFZ, Deutsches Krebsforschungszentrum) de Heidelberg, la asociación Alumni organizó su fiesta anual de bienvenida de los nuevos investigadores con la presencia del magnífico Presidente. Harold zur Hausen mostraba un inconfundible porte señorial a caballo entre los llamados a la gloria y a alto cargo en política –se rumoreaba, por aquel entonces, su más que probable incorporación al ministerio alemán de sanidad… Poco tiempo después tendría un segundo encuentro, menos festivo, con la dirección del DKFZ. En aquella ocasión, el motivo fue cierta desavenencia con la cuantía final de mi beca europea, una ayuda del programa europeo Human Capital and Mobility. Nada, una nimiedad: querían convertir la palabra ECU (actual euro) en DM (marco alemán), con la mitad de valor… No obstante, lo verdaderamente importante, después de todo, fueron los tres fructíferos años que pude disfrutar investigando en el área que ha marcado toda mi vida como científico: la inmunovirología. Concretamente, tratando de descubrir cómo un virus, el parvovirus H1, era capaz de infectar células cancerígenas respetando las no transformadas, es decir, las sanas. De aquella y otras investigaciones con este minúsculo virus (parvo, en latín, significa insignificante), se sentaron las bases para abordar futuras terapias en el campo de la oncología. En cualquier caso, en el edificio de enfrente, el histórico DKFZ –comunicado con el ATV por pasillos subterráneos donde se encontraba el animalario, las calderas y, ya puestos, la única mesa de ping pong de todo el Centro- la investigación con los Virus del Papiloma Humano (HPV 16 y 18, principalmente) cercaba decididamente la lucha contra el principal agente infeccioso de transmisión sexual y causante de la mayoría de los casos de cáncer cervical –se encuentra en el 99.7% de las mujeres con confirmación histológica de este tipo tumor. La investigación básica del grupo de Zur Hausen permitió, desde comienzos de los 70 y contrariamente a la postura científica “oficial” del momento, asociar la integración en el genoma del huésped, es decir, de la célula humana, del ADN de algunos tipos de HPV y su capacidad para inducir transformación celular, promoviendo el crecimiento descontrolado de la célula al mismo tiempo que se “secuestran” las moléculas vigilantes capaces de frenar dicha división frenética. No hace falta señalar que fruto de toda aquella investigación valientemente desarrollada por Zur Hausen a quien, desde aquí, felicito por el merecido Nobel conseguido, se puede enmarcar la actual y efectiva vacuna contra el cáncer cervical desarrollada, eso sí, por Ian Fraser y Jian Zhou”.

JAL (CBM-UAM)

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