El funcionamiento y sensibilidad de las especies forestales ante el cambio climático se verá modulado por la variabilidad intra- e inter-específicas

El último informe del IPCC sobre cambio climático parece abundar de nuevo en todo tipo de datos que confirman el proceso de cambio climático acelerado en el que estamos inmersos. Elementos como el calentamiento progresivo del planeta, y el aumento de los niveles de CO2 de la atmósfera, empiezan a ser elementos de carácter incontestable a los ojos de la Comunidad Científica que desde hace décadas está inmersa en el estudio y análisis de todos los elementos socio-económicos y ecológicos que acompañan al cambio global, y en particular al cambio climático como un elemento  de dicho cambio global.

La Cuenca Mediterránea es una zona del planeta especialmente vulnerable a las alteraciones ambientales derivadas del cambio climático. Y pese a que fenómenos naturales como la sequía y los incendios han acompañado a la evolución de un gran número de especies vegetales en la constitución de los ambientes Mediterráneos, la intensificación de los periodos secos y el aumento de la frecuencia de los incendios forestales, son entre muchos otros, procesos a los que estamos abocados en las próximas décadas. Especial preocupación despierta el aumento de la temperatura, junto con la intensidad y recurrencia de las sequías. Si nos centramos en dicho aumento térmico, éste supondrá un elemento de impacto directo sobre las plantas en general; no solo por exacerbar otros estreses como los derivados de la falta de agua en el suelo, tan común en los meses estivales, sino por el propio impacto directo que ejerce sobre diversos mecanismos fisiológicos de las plantas. Así por ejemplo, procesos funcionales como la respiración o la fotosíntesis, relacionados con la pérdida y captura de carbono de las comunidades vegetales respectivamente, tienen una dependencia directa con la temperatura. Pero además de efectos directos sobre mecanismos funcionales básicos, la temperatura ejerce otros de carácter indirecto menos conocidos. Mayores temperaturas suelen traducirse en mayores demandas evaporativas de la atmósfera, que a su vez hace que las plantas se vean obligadas a establecer un mayor control sobre las pérdidas de agua. Si bien esto podría verse como algo positivo, lo cierto es que menor agua traspirada se traduce también en menor carbón fijado por parte de los doseles forestales (Cano et al. 2013). Todo ello podría suponer una penalización sobre el papel de nuestros árboles como sumidero de carbono en el futuro. Al fin y al cabo, agua y carbono utilizan desde un punto de vista simplificado, las mismas vías de salida y entrada respectivamente en la planta; esto es los estomas de las hojas, que a modo de minúsculas válvulas de control regulan los flujos de ambos elementos entre la atmósfera y la planta.

Ante este panorama, un número importante de seres vivos verán alterados los ambientes en los que han vivido durante milenios en unas pocas décadas. Tiempo insuficiente para que muchas especies vegetales en particular, pero en especial aquellas de ciclos biológicos más largos como los árboles, puedan a través de cambios en la estructura genética de sus poblaciones generar suficiente variabilidad genética para afrontar las nuevas condiciones ambientales. Es precisamente esta variabilidad, uno de los mecanismos que puede actuar como salvaguarda de la adaptabilidad ante nuevos ambientes, junto con la plasticidad fenotípica. Esta última entendida como la posibilidad de generar individuos mejor adaptados al medio mediante la acomodación de los mecanismos funcionales y morfológicos a las nuevas condiciones ambientales a través de cambios en la expresión del potencial genético actual. En este sentido, y en particular en lo referido a muchas de nuestras especies forestales, tanto la diversidad genética entre poblaciones y dentro de poblaciones, como la plasticidad fenotípica suelen ser ambas relativamente altas (Ramírez-Valiente et al. 2009; 2015; Sánchez-Gómez et al. 2013; Aranda et al. 2014). Aunque esto no quiere decir que en el futuro no se puedan superar los límites de adaptación a las nuevas condiciones ambientales, y tengamos que ser observadores de primera línea en procesos de extinción a nivel local de algunas poblaciones de especies forestales. Por ello urge adoptar medidas de conservación para aquellas poblaciones forestales actualmente en mayor riesgo. Muchas especies forestales típicamente Centro-Europeas como hayas, pinos silvestres o abetos blancos encuentran su límite sur-occidental de distribución en la Península Ibérica. Otros elementos más singulares de nuestra flora forestal como los pinsapos representan, de igual manera, componentes de nuestros sistemas forestales altamente sensibles a la aridificación del clima. Son por ello dichas especies, y algunas de sus poblaciones situadas hoy en día ya en situaciones casi marginales en algunos casos, a las que debemos prestar una especial atención.

Aranda I., Ramírez-Valiente J.A., Rodríguez-Calcerrada J. 2014. Características funcionales que influyen en la respuesta a la sequía de las especies del género Quercus: variación inter- e intra-específica. Ecosistemas, 23, 27-36.

Cano F.J., Sánchez-Gómez D., Rodríguez-Calcerrada J., Warren Ch.R., Gil L., Aranda I. (2013) Effects of drought on mesophyll conductance and photosynthetic limitations at different tree canopy layers. Plant Cell and Environment, 36, 1961–1980.

Ramírez-Valiente, J.A., Lorenzo, Z., Soto, A., Valladares, F., Gil, L., Aranda I. (2009) Elucidating the role of genetic drift and directional natural selection in genetic differentiation of cork oak (Quercus suber L.) Molecular Ecology, 18, 3803–3815.

Ramírez-Valiente J.A., Valladares F., Delgado A., Nicotra A.B., Aranda I. (2015) Understanding the importance of intrapopulation functional variability and phenotypic plasticity in Quercus suber. Tree Genetics and Genome 11: DOI 10.1007/s11295-015-0856-z.

Sánchez-Gómez D., Robson T.M., Gascó A., Gil-Pelegrín E., Aranda I. (2013) Differences in the leaf functional traits of six beech (Fagus sylvatica) populations are reflected in their drought tolerance. Environmental and Experimental Botany, 87, 110-119.

Ismael Aranda. Científico Titular en INIA-CIFOR

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