Explicaciones confusas sobre el caso de los pleuronéctidos, ninguna original del autor, en el párrafo tricentésimo sexagésimo quinto de El Origen de las Especies

 

Las explicaciones del autor son insuficientes:

 

Vemos así que los primeros estados del paso del ojo desde un lado de la cabeza al otro, que míster Mivart juzga que serían perjudiciales, pueden atribuirse a la costumbre, indudablemente favorable al individuo y a la especie, de esforzarse por mirar hacia arriba con los dos ojos mientras permanece en el fondo sobre un costado

 

Y además proceden de Lamarck directamente y sin mención:

 

También podemos atribuir a los efectos hereditarios del uso el hecho de que la boca en diferentes especies de pleuronéctidos esté inclinada hacia el lado inferior, con los huesos de las mandíbulas más fuertes y más eficaces en este lado, sin ojo, de la cabeza que en el otro, con el objeto, según supone el doctor Traquair, de alimentarse cómodamente en el fondo. El desuso, por otra parte, explicará el desarrollo menor de toda la mitad inferior del cuerpo, incluso las aletas laterales,……….

 

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We thus see that the first stages of the transit of the eye from one side of the head to the other, which Mr. Mivart considers would be injurious, may be attributed to the habit, no doubt beneficial to the individual and to the species, of endeavouring to look upward with both eyes, while resting on one side at the bottom. We may also attribute to the inherited effects of use the fact of the mouth in several kinds of flat-fish being bent towards the lower surface, with the jaw bones stronger and more effective on this, the eyeless side of the head, than on the other, for the sake, as Dr. Traquair supposes, of feeding with ease on the ground. Disuse, on the other hand, will account for the less developed condition of the whole inferior half of the body, including the lateral fins; though Yarrel thinks that the reduced size of these fins is advantageous to the fish, as «there is so much less room for their action than with the larger fins above.» Perhaps the lesser number of teeth in the proportion of four to seven in the upper halves of the two jaws of the plaice, to twenty-five to thirty in the lower halves, may likewise be accounted for by disuse. From the colourless state of the ventral surface of most fishes and of many other animals, we may reasonably suppose that the absence of colour in flat-fish on the side, whether it be the right or left, which is under-most, is due to the exclusion of light. But it cannot be supposed that the peculiar speckled appearance of the upper side of the sole, so like the sandy bed of the sea, or the power in some species, as recently shown by Pouchet, of changing their colour in accordance with the surrounding surface, or the presence of bony tubercles on the upper side of the turbot, are due to the action of the light. Here natural selection has probably come into play, as well as in adapting the general shape of the body of these fishes, and many other peculiarities, to their habits of life. We should keep in mind, as I have before insisted, that the inherited effects of the increased use of parts, and perhaps of their disuse, will be strengthened by natural selection. For all spontaneous variations in the right direction will thus be preserved; as will those individuals which inherit in the highest degree the effects of the increased and beneficial use of any part. How much to attribute in each particular case to the effects of use, and how much to natural selection, it seems impossible to decide.

 

Vemos así que los primeros estados del paso del ojo desde un lado de la cabeza al otro, que míster Mivart juzga que serían perjudiciales, pueden atribuirse a la costumbre, indudablemente favorable al individuo y a la especie, de esforzarse por mirar hacia arriba con los dos ojos mientras permanece en el fondo sobre un costado. También podemos atribuir a los efectos hereditarios del uso el hecho de que la boca en diferentes especies de pleuronéctidos esté inclinada hacia el lado inferior, con los huesos de las mandíbulas más fuertes y más eficaces en este lado, sin ojo, de la cabeza que en el otro, con el objeto, según supone el doctor Traquair, de alimentarse cómodamente en el fondo. El desuso, por otra parte, explicará el desarrollo menor de toda la mitad inferior del cuerpo, incluso las aletas laterales, aun cuando Yarrell cree que el tamaño reducido de las aletas es ventajoso al pez, porque «hay muchísimo menos espacio para su acción que encima para la de las aletas mayores». Quizá puede igualmente explicarse el menor número de dientes en las mitades superiores de las dos mandíbulas, en la relación, en la platija, de 4-7 en ellas a 25-30 en las mitades inferiores. Por la falta de color en la cara ventral de la mayor parte de los peces y muchos otros animales, podemos razonablemente suponer que la ausencia de color en los pleuronéctidos en el lado que resulta inferior, ya sea el derecho ya el izquierdo, es debida a la ausencia de luz. Pero no puede suponerse que sean debidos a la acción de la luz el aspecto jaspeado peculiar del lado superior del lenguado, tan parecido al fondo arenoso del mar, o la facultad de algunas especies de cambiar su color, como recientemente ha demostrado Pouchet, de conformidad con la superficie que les rodea, o la presencia de tubérculos óseos en el lado superior del rodaballo. Probablemente, en estos casos ha entrado en juego la selección natural, lo mismo que en adaptar a sus costumbres la forma general y muchas otras particularidades de estos peces. Debemos tener presente, como he indicado antes, que los efectos hereditarios del uso creciente de las partes, y quizá de su desuso, serán reforzados por la selección natural; pues todas las variaciones espontáneas en la dirección debida se conservarán de este modo, como se conservarán los individuos que hereden en mayor grado los efectos del uso creciente y ventajoso de alguna parte. Cuanto haya que atribuir en cada caso particular a los efectos del uso y cuanto a la selección natural, parece imposible decidirlo.

Lectura aconsejada:

 Manual para detectar la impostura científica: Examen del libro de Darwin por Flourens. Digital CSIC, 2013. 225 páginas.

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