Enroscarse gradualmente en el párrafo tricentésimo octogésimo primero de El Origen de las Especies

 

Para quien no lo supiese el enroscarse es el modo más sencillo de subir por un soporte, o al menos así empieza este párrafo. Se pregunta a continuación ¿Qué es un enroscarse incipiente? Y la pregunta, que es buena, debe ser verdaderamente dificil puesto que según lo explica, va quedando más obscura la idea.

 

Esto también presenta serios inconvenientes :

 

Como en muchas familias distintas de plantas una sola especie o un solo género poseen la facultad de girar, habiendo llegado de este modo a ser trepadores, tienen que haber adquirido independientemente esta facultad, y no pueden haberla heredado de un antepasado común.

 

En primer lugar se presenta sin documentar y sin referencias. En segundo lugar, es falso. La facultad de girar podría haberse heredado de un antepasado común y luego haberse perdido.

 

Lo que sigue es una serie de disparates. En primer lugar, la mayoría de las plantas pueden de algún modo u otro girar los ápices de sus tallos. En segundo lugar, el autor confunde sus conocimientos con la realidad y así cuando dice:

 

Estos ligeros movimientos parecen no ser de utilidad alguna a las plantas en cuestión; en todo caso, no tienen la menor utilidad en lo que se refiere a trepar, que es el punto que nos interesa.

 

No sabe si los movimientos tienen alguna utilidad que él desconozca, pero además si ese tipo de movimientos son los precursores de trepar entonces resulta que sí tienen esa utilidad en lo que se refiere a trepar: Son sus precursores.

 

 

 

 

381

 

As twining is the simplest means of ascending a support, and forms the basis of our series, it may naturally be asked how did plants acquire this power in an incipient degree, afterwards to be improved and increased through natural selection. The power of twining depends, firstly, on the stems while young being extremely flexible (but this is a character common to many plants which are not climbers); and, secondly, on their continually bending to all points of the compass, one after the other in succession, in the same order. By this movement the stems are inclined to all sides, and are made to move round and round. As soon as the lower part of a stem strikes against any object and is stopped, the upper part still goes on bending and revolving, and thus necessarily twines round and up the support. The revolving movement ceases after the early growth of each shoot. As in many widely separated families of plants, single species and single genera possess the power of revolving, and have thus become twiners, they must have independently acquired it, and cannot have inherited it from a common progenitor. Hence, I was led to predict that some slight tendency to a movement of this kind would be found to be far from uncommon with plants which did not climb; and that this had afforded the basis for natural selection to work on and improve. When I made this prediction, I knew of only one imperfect case, namely, of the young flower-peduncles of a Maurandia which revolved slightly and irregularly, like the stems of twining plants, but without making any use of this habit. Soon afterwards Fritz Muller discovered that the young stems of an Alisma and of a Linum—plants which do not climb and are widely separated in the natural system—revolved plainly, though irregularly, and he states that he has reason to suspect that this occurs with some other plants. These slight movements appear to be of no service to the plants in question; anyhow, they are not of the least use in the way of climbing, which is the point that concerns us. Nevertheless we can see that if the stems of these plants had been flexible, and if under the conditions to which they are exposed it had profited them to ascend to a height, then the habit of slightly and irregularly revolving might have been increased and utilised through natural selection, until they had become converted into well-developed twining species.

 

Como el enroscarse es el modo más sencillo de subir por un soporte y forma la base de nuestra serie, se puede naturalmente preguntar cómo adquirieron las plantas esta facultad en un grado incipiente, para que se perfeccionase y desarrollase después por la selección natural. La facultad en enroscarse depende, en primer lugar, de que los tallos, cuando jóvenes, sean muy flexibles -y éste es un carácter común a muchas plantas que no son trepadoras-, y, en segundo lugar, de que de continuo se dirijan hacia todos los puntos del horizonte, uno después de otro, sucesivamente, en el mismo orden. Mediante este movimiento, los tallos se inclinan hacia todos los lados, lo que les hace dar vueltas y vueltas. Tan pronto como la parte inferior de un tallo choca contra un objeto cualquiera y es detenida, la parte superior continúa todavía encorvándose y girando, y de este modo necesariamente se enrosca y sube por el soporte. El movimiento de rotación cesa después que ha empezado a crecer cada vástago. Como en muchas familias distintas de plantas una sola especie o un solo género poseen la facultad de girar, habiendo llegado de este modo a ser trepadores, tienen que haber adquirido independientemente esta facultad, y no pueden haberla heredado de un antepasado común. Por consiguiente, fui llevado a predecir que se encontraría que dista mucho de ser rara en plantas que no trepan una ligera tendencia a un movimiento de esta clase, y que esto ha proporcionado la base para que la selección natural trabajase y produjese perfeccionamiento. Cuando hice esta predicción sólo conocía yo un caso imperfecto: el de los pedúnculos florales jóvenes de una Maurandia, que giran débil e irregularmente, como los tallos de las plantas volubles, pero sin hacer uso alguno de esta costumbre. Poco después, Fritz Müller descubrió que los tallos jóvenes de una Alisma y de un Línum -plantas que no trepan y que están muy separadas en el sistema natural- giraban manifiestamente, aunque con irregularidad, y afirma que tiene fundamento para sospechar que esto ocurre en algunas otras plantas. Estos ligeros movimientos parecen no ser de utilidad alguna a las plantas en cuestión; en todo caso, no tienen la menor utilidad en lo que se refiere a trepar, que es el punto que nos interesa. Sin embargo, podemos ver que si los tallos de estas plantas hubiesen sido flexibles, y si en las condiciones a que están sometidas les hubiese aprovechado subir a cierta altura, entonces la costumbre de girar ligera e irregularmente hubiera podido aumentar y ser usada por la selección natural, hasta convertirse en una especie trepadora bien desarrollada.

Lectura aconsejada:

 Manual para detectar la impostura científica: Examen del libro de Darwin por Flourens. Digital CSIC, 2013. 225 páginas.

Compartir:

Deja un comentario