Maravillosa perfección y otras muchas suposiciones en el párrafo cuadrigentésimo trigésimo tercero de El Origen de las Especies

 

Insiste el autor. Si la Melipona obrase como una abeja, sus resultados serían iguales que los de una abeja. No cabe duda. A partir de ahí, el número de suposiciones en éste párrafo supera lo tolerable.

 

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Hence we may safely conclude that, if we could slightly modify the instincts already possessed by the Melipona, and in themselves not very wonderful, this bee would make a structure as wonderfully perfect as that of the hive-bee. We must suppose the Melipona to have the power of forming her cells truly spherical, and of equal sizes; and this would not be very surprising, seeing that she already does so to a certain extent, and seeing what perfectly cylindrical burrows many insects make in wood, apparently by turning round on a fixed point. We must suppose the Melipona to arrange her cells in level layers, as she already does her cylindrical cells; and we must further suppose, and this is the greatest difficulty, that she can somehow judge accurately at what distance to stand from her fellow-labourers when several are making their spheres; but she is already so far enabled to judge of distance, that she always describes her spheres so as to intersect to a certain extent; and then she unites the points of intersection by perfectly flat surfaces. By such modifications of instincts which in themselves are not very wonderful—hardly more wonderful than those which guide a bird to make its nest—I believe that the hive-bee has acquired, through natural selection, her inimitable architectural powers.

 

Por consiguiente, podemos llegar a la conclusión de que si pudiésemos modificar ligeramente los instintos que posee ya la Melipona, y que en sí mismos no son maravillosos, esta abeja haría una construcción tan maravillosamente perfecta como la de la abeja común. Sería necesario suponer que la Melipona puede formar sus celdillas verdaderamente esféricas y de tamaño casi igual, cosa qué no sería muy sorprendente, viendo que ya hace esto en cierta medida y viendo qué agujeros tan perfectamente cilíndricos hacen muchos insectos en la madera, al parecer, dando vueltas alrededor de un punto fijo. Tendríamos que suponer que la Melipona arregla sus celdillas en capas planas, como ya lo hace con sus celdillas cilíndricas, y tendríamos que suponer -y ésta es la mayor dificultad- que puede, de alguna manera, juzgar, en algún modo, a qué distancia se encuentra de sus compañeras de trabajo cuando varias están haciendo sus esferas; pero la Melipona está ya capacitada para apreciar la distancia, hasta el punto que siempre describe sus esferas de modo que se corten en cierta extensión, y entonces une los puntos de intersección por superficies perfectamente planas. Mediante estas modificaciones de instintos, que en sí mismos no son maravillosos -apenas más que los que llevan a un ave a hacer su nido-, creo yo que la abeja común ha adquirido por selección natural su inimitable facultad arquitectónica.

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