Se han hecho algunas objeciones en el párrafo cuadrigentésimo cuadragésimo tercero de El Origen de las Especies

 

No nos indica el autor quién ha sido el que ha hecho la objeción tan razonable, es decir:

 

«las variaciones de estructura y de instinto tienen que haber sido simultáneas y exactamente acopladas entre sí,

 

Tampoco argumenta en contra de dicha objeción, sino al contrario, indica que su fuerza descansa por completo en la admisión de que los cambios en los instintos y conformación son bruscos. Pero esto no es exactamente así. Bruscos o no,  los cambios han de producirse simultáneamente y de manera acoplada. Nadie dice (y mucho menos prueba) que haya de ocurrir nada de manera brusca. Sea como fuere, brusca, suave, súbita o paulatinamente, los cambios, tiene razón quien hace la objeción, han de producirse simultáneamente.

 

Ante esta situación, el autor vuelve por sus fueros:

 

 

¿qué especial dificultad habría en que la selección natural conservase todas las ligeras variaciones individuales en la forma del pico que fuesen o que estuviesen mejor adaptadas para abrir las simientes hasta que se formasen un pico tan bien conformado para este fin como el del trepatroncos, al mismo tiempo que la costumbre, o la necesidad, o la variación espontánea del gusto llevasen al ave a hacerse cada vez más granívora?

 

Especial dificultad, ninguna. O mejor dicho dos:

 

  1. En Ciencia no se suelen admitir como válidas o ciertas todas aquellas ideas para las cuales no se ve especial dificultad. La selección Natural quedaría por tanto descartada.
  2. Si es cierto, como indica el autor que las ligeras variaciones se van conservando. Queda por demostrar que esto ocurra en paralelo con el cambio de especie. Una vez demostrado no parece conveniente llamar a esto Selección Natural. Sería mezclar el caso con otros completamente diferentes y generar confusión. Pero atención! Antes de nada hay que demostrar que los cambios indicados ocurren con el cambio de especie y demostrarlo no significa decir que no sea imposible.

 

 

 

 

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OBJECTIONS TO THE THEORY OF NATURAL SELECTION AS APPLIED TO INSTINCTS: NEUTER AND STERILE INSECTS.

 

It has been objected to the foregoing view of the origin of instincts that «the variations of structure and of instinct must have been simultaneous and accurately adjusted to each other, as a modification in the one without an immediate corresponding change in the other would have been fatal.» The force of this objection rests entirely on the assumption that the changes in the instincts and structure are abrupt. To take as an illustration the case of the larger titmouse, (Parus major) alluded to in a previous chapter; this bird often holds the seeds of the yew between its feet on a branch, and hammers with its beak till it gets at the kernel. Now what special difficulty would there be in natural selection preserving all the slight individual variations in the shape of the beak, which were better and better adapted to break open the seeds, until a beak was formed, as well constructed for this purpose as that of the nuthatch, at the same time that habit, or compulsion, or spontaneous variations of taste, led the bird to become more and more of a seed-eater? In this case the beak is supposed to be slowly modified by natural selection, subsequently to, but in accordance with, slowly changing habits or taste; but let the feet of the titmouse vary and grow larger from correlation with the beak, or from any other unknown cause, and it is not improbable that such larger feet would lead the bird to climb more and more until it acquired the remarkable climbing instinct and power of the nuthatch. In this case a gradual change of structure is supposed to lead to changed instinctive habits. To take one more case: few instincts are more remarkable than that which leads the swift of the Eastern Islands to make its nest wholly of inspissated saliva. Some birds build their nests of mud, believed to be moistened with saliva; and one of the swifts of North America makes its nest (as I have seen) of sticks agglutinated with saliva, and even with flakes of this substance. Is it then very improbable that the natural selection of individual swifts, which secreted more and more saliva, should at last produce a species with instincts leading it to neglect other materials and to make its nest exclusively of inspissated saliva? And so in other cases. It must, however, be admitted that in many instances we cannot conjecture whether it was instinct or structure which first varied.

 

A la opinión precedente sobre el origen de los instintos se ha hecho la objeción de que «las variaciones de estructura y de instinto tienen que haber sido simultáneas y exactamente acopladas entre sí, pues una modificación en aquélla sin el correspondiente cambio inmediato en éste, hubiese sido fatal. La fuerza de esta objeción descansa por completo en la admisión de que los cambios en los instintos y conformación son bruscos. Tomemos como ejemplo el caso del carbonero (Parus major), al que se ha hecho alusión en un capitulo precedente; esta ave, muchas veces, estando en una rama, sujeta entre sus patas las simientes del tejo y las golpea con el pico, hasta que llega al núcleo. Ahora bien; ¿qué especial dificultad habría en que la selección natural conservase todas las ligeras variaciones individuales en la forma del pico que fuesen o que estuviesen mejor adaptadas para abrir las simientes hasta que se formasen un pico tan bien conformado para este fin como el del trepatroncos, al mismo tiempo que la costumbre, o la necesidad, o la variación espontánea del gusto llevasen al ave a hacerse cada vez más granívora? En este caso, se supone que el pico se modifica lentamente por selección natural, después de lentos cambios de costumbres o gustos, y de acuerdo con ellos; pero dejemos que los pies del carbonero varíen y se hagan mayores por correlación con el pico, o por alguna otra causa desconocida, y no es imposible que estos pies mayores lleven al ave a trepar cada vez más, hasta que adquiera el instinto y la facultad de trepar tan notables del trepatroncos. En este caso, se supone que un cambio gradual de conformación lleva al cambio de costumbres instintivas. Tomemos otro ejemplo: pocos instintos son tan notables como el que lleva a la salangana a hacer su nido por completo de saliva condensada. Algunas aves construyen sus nidos de barro, que se cree que está humedecido con saliva, y una de las golondrinas de América del Norte hace su nido, según he visto, de tronquitos aglutinados con saliva, y hasta con plaquitas formadas de esta substancia. ¿Es, pues, muy improbable que la selección natural de aquellos individuos que segregasen cada vez más saliva produjese al fin una especie con instintos que la llevasen a despreciar otros materiales y a hacer sus nidos exclusivamente de saliva condensada? Y lo mismo en otros casos. Hay que admitir, sin embargo, que en muchos no podemos conjeturar si fue el instinto o la conformación lo que primero varió.

Lectura aconsejada:

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