Muchos casos podrían citarse pero ninguno se cita en el párrafo quingentésimo cuadragésimo séptimo de El Origen de las Especies

El párrafo es ejemplo de ese estilo antiacadémico que preside toda la obra:

 

Podrían citarse muchos casos de capas, de sólo unos pocos pies de grueso, que representan formaciones que en cualquier otra parte tienen miles de pies de grosor, y que tienen que haber exigido un período enorme para su acumulación; y, sin embargo, nadie que ignorase este hecho habría ni siquiera sospechado el larguísimo espacio de tiempo representado por aquella formación tan delgada. Muchos casos podrían citarse en que las capas superiores de una formación se han levantado, han sido denudadas, se han sumergido y luego han sido cubiertas por las capas superiores de la misma formación, hechos que muestran qué espacios de tiempo tan grandes -y sin embargo fáciles de pasar inadvertidos- han transcurrido en su acumulación.

 

El final del párrafo tampoco tiene desperdicio:

 

Por tanto, si la especie hubo de experimentar modificaciones considerables durante la sedimentación de una formación geológica, un corte no tendría que comprender todas las delicadas gradaciones intermedias que, según nuestra teoría, tuvieron que haber existido, sino cambios de forma bruscos, aunque quizá ligeros.

 

 

 

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It would seem that each separate formation, like the whole pile of formations in any country, has generally been intermittent in its accumulation. When we see, as is so often the case, a formation composed of beds of widely different mineralogical composition, we may reasonably suspect that the process of deposition has been more or less interrupted. Nor will the closest inspection of a formation give us any idea of the length of time which its deposition may have consumed. Many instances could be given of beds, only a few feet in thickness, representing formations which are elsewhere thousands of feet in thickness, and which must have required an enormous period for their accumulation; yet no one ignorant of this fact would have even suspected the vast lapse of time represented by the thinner formation. Many cases could be given of the lower beds of a formation having been upraised, denuded, submerged, and then re-covered by the upper beds of the same formation—facts, showing what wide, yet easily overlooked, intervals have occurred in its accumulation. In other cases we have the plainest evidence in great fossilised trees, still standing upright as they grew, of many long intervals of time and changes of level during the process of deposition, which would not have been suspected, had not the trees been preserved: thus Sir C. Lyell and Dr. Dawson found carboniferous beds 1,400 feet thick in Nova Scotia, with ancient root-bearing strata, one above the other, at no less than sixty-eight different levels. Hence, when the same species occurs at the bottom, middle, and top of a formation, the probability is that it has not lived on the same spot during the whole period of deposition, but has disappeared and reappeared, perhaps many times, during the same geological period. Consequently if it were to undergo a considerable amount of modification during the deposition of any one geological formation, a section would not include all the fine intermediate gradations which must on our theory have existed, but abrupt, though perhaps slight, changes of form.

 

Se diría que cada formación separada, lo mismo que la serie entera de formaciones de un país, ha sido, por lo general, intermitente en su acumulación. Cuando vemos, como ocurre muchas veces, una formación constituida por capas de composición química muy diferente, podemos razonablemente sospechar que el proceso de depósito ha estado más o menos interrumpido. La inspección más minuciosa de una formación tampoco nos da idea del tiempo que puede haber invertido su sedimentación. Podrían citarse muchos casos de capas, de sólo unos pocos pies de grueso, que representan formaciones que en cualquier otra parte tienen miles de pies de grosor, y que tienen que haber exigido un período enorme para su acumulación; y, sin embargo, nadie que ignorase este hecho habría ni siquiera sospechado el larguísimo espacio de tiempo representado por aquella formación tan delgada. Muchos casos podrían citarse en que las capas superiores de una formación se han levantado, han sido denudadas, se han sumergido y luego han sido cubiertas por las capas superiores de la misma formación, hechos que muestran qué espacios de tiempo tan grandes -y sin embargo fáciles de pasar inadvertidos- han transcurrido en su acumulación. En los grandes árboles fosilizados que se conservan todavía en pie, como cuando vivían, tenemos en otros casos la prueba más evidente de muchos larguísimos intervalos de tiempo y de cambios de nivel durante el proceso de sedimentación, que no se hubieran sospechado si no se hubiesen conservado los árboles: así, sir C. Lyell y el doctor Dawson encontraron en Nueva Escocia capas carboníferas de 1.400 pies de grueso, con estratos antiguos que contenían raíces, unas encima de otras, en sesenta y ocho niveles distintos por lo menos. Por consiguiente, cuando una misma especie se presenta en la base, en el medio y en lo alto de una formación, es probable que no haya vivido en el mismo sitio durante todo el período de sedimentación, sino que haya desaparecido y reaparecido quizá muchas veces en el mismo período geológico. Por tanto, si la especie hubo de experimentar modificaciones considerables durante la sedimentación de una formación geológíca, un corte no tendría que comprender todas las delicadas gradaciones intermedias que, según nuestra teoría, tuvieron que haber existido, sino cambios de forma bruscos, aunque quizá ligeros.

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