Un problema complicadísimo en el párrafo sexcentésimo décimo primero del Origen de las Especies

El autor no es un naturalista profesional como lo eran von Baer, Agassiz o Richard Owen. Tampoco es académico y por eso, aunque a menudo se refiere a estos autores, sus preguntas van mucho más allá de los límites de la ciencia, cayendo de lleno dentro de la metafísica:

 

 

¿Quién decidirá si una gibia es superior a una abeja, insecto que el gran von Baer cree que es «de hecho de organización superior a la de un pez, aunque de otro tipo»?

 

Lo que el autor está haciendo constantemente es utilizar la ciencia en favor de una ideología. Sectarismo.

 

 

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The problem whether organisation on the whole has advanced is in many ways excessively intricate. The geological record, at all times imperfect, does not extend far enough back to show with unmistakable clearness that within the known history of the world organisation has largely advanced. Even at the present day, looking to members of the same class, naturalists are not unanimous which forms ought to be ranked as highest: thus, some look at the selaceans or sharks, from their approach in some important points of structure to reptiles, as the highest fish; others look at the teleosteans as the highest. The ganoids stand intermediate between the selaceans and teleosteans; the latter at the present day are largely preponderant in number; but formerly selaceans and ganoids alone existed; and in this case, according to the standard of highness chosen, so will it be said that fishes have advanced or retrograded in organisation. To attempt to compare members of distinct types in the scale of highness seems hopeless; who will decide whether a cuttle-fish be higher than a bee—that insect which the great Von Baer believed to be «in fact more highly organised than a fish, although upon another type?» In the complex struggle for life it is quite credible that crustaceans, not very high in their own class, might beat cephalopods, the highest molluscs; and such crustaceans, though not highly developed, would stand very high in the scale of invertebrate animals, if judged by the most decisive of all trials—the law of battle. Beside these inherent difficulties in deciding which forms are the most advanced in organisation, we ought not solely to compare the highest members of a class at any two periods—though undoubtedly this is one and perhaps the most important element in striking a balance—but we ought to compare all the members, high and low, at two periods. At an ancient epoch the highest and lowest molluscoidal animals, namely, cephalopods and brachiopods, swarmed in numbers; at the present time both groups are greatly reduced, while others, intermediate in organisation, have largely increased; consequently some naturalists maintain that molluscs were formerly more highly developed than at present; but a stronger case can be made out on the opposite side, by considering the vast reduction of brachiopods, and the fact that our existing cephalopods, though few in number, are more highly organised than their ancient representatives. We ought also to compare the relative proportional numbers, at any two periods, of the high and low classes throughout the world: if, for instance, at the present day fifty thousand kinds of vertebrate animals exist, and if we knew that at some former period only ten thousand kinds existed, we ought to look at this increase in number in the highest class, which implies a great displacement of lower forms, as a decided advance in the organisation of the world. We thus see how hopelessly difficult it is to compare with perfect fairness, under such extremely complex relations, the standard of organisation of the imperfectly-known faunas of successive periods.

 

El problema de si la organización en conjunto ha adelantado o no, es por muchos conceptos complicadísimo. Los registros geológicos, incompletos en todos tiempos, no alcanzan lo bastante atrás para demostrar con claridad evidente que dentro de la historia conocida del mundo la organización ha avanzado mucho. Aun hoy día, considerando los miembros de una misma clase, los naturalistas no están de acuerdo en qué formas deben ser clasificadas como superiores; así, algunos consideran los selacios, por su aproximación a los reptiles en algunos puntos importantes de su conformación, como los peces superiores; otros consideran como superiores los teleósteos. Los ganoideos ocupan una posición intermedia entre los selacios y los teleósteos; estos últimos actualmente son, por su número, muy preponderantes; pero en otro tiempo existieron los selacios y ganoideos solos, y, en este caso, según el tipo de superioridad que se elija, se dirá que han adelantado o retrocedido en su organización. El intento de comparar en la escala de superioridad formas de distintos tipos parece ser vano. ¿Quién decidirá si una gibia es superior a una abeja, insecto que el gran von Baer cree que es «de hecho de organización superior a la de un pez, aunque de otro tipo»? En la complicada lucha por la vida, es muy creíble que crustáceos no muy elevados dentro de su misma clase pudieron derrotar a cefalópodos, que son los moluscos superiores, y estos crustáceos, aunque no muy elevados por su organización, estarían muy arriba en la escala de los animales invertebrados si se juzgase por la más decisiva de todas las pruebas, la ley de la lucha. Aparte de estas dificultades intrínsecas al decidir qué formas son las más adelantadas en organización, no debemos comparar solamente los miembros superiores de una clase en dos periodos -aun cuando indudablemente es éste un elemento, y quizá el más importante, al hacer una comparación-, sino que debemos comparar todos los miembros, superiores e inferiores, en los dos períodos. En una época antigua bullían en gran número los animales moluscoidales más superiores y más inferiores, o sean, cefalópodos y braquiópodos; actualmente ambos grupos están muy reducidos, mientras que otros de organización intermedia han aumentado mucho, y, en consecuencia, algunos naturalistas sostienen que los moluscos tuvieron en otro tiempo un desarrollo superior al que ahora tienen; pero del lado contrario puede señalarse un hecho más poderoso, considerando la gran reducción de los braquiópodos y el que los cefalópodos vivientes, aunque pocos en número, son de organización más elevada que sus representantes antiguos. Debemos también comparar en dos períodos los números relativos de las clases superiores o inferiores en todo el mundo; si, por ejemplo, hoy en día existen cincuenta mil especies de animales vertebrados, y sabemos que en algún período anterior existieron sólo diez mil, debemos considerar este aumento de número en la clase más elevada, que implica un gran desalojamiento de formas inferiores, como un adelanto decisivo en la organización del mundo. Vemos, así, lo desesperadamente dificultoso que es comparar con completa justicia, en relaciones tan sumamente complejas, el grado de la organización de las faunas, imperfectamente conocidas, de los sucesivos períodos.

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