Engaños de teatro para un infeliz en el párrafo septingentésimo vigésimo noveno de El Origen de las Especies

El lenguaje darwiniano nos sorprende ahora con facetas inesperadas para referirse a la maravilla del mimetismo. Así tenemos:

 

por qué la naturaleza, con gran asombro de los naturalistas, ha consentido en engaños de teatro

 

Pero lo más asombroso es la rotundidad y la decisión con que el autor expone ese momento clave en toda ideología,  el momento de haber llegado a una verdad absoluta:

 

Míster Bates, indudablemente, ha dado con la verdadera explicación. Las formas imitadas, que siempre abundan mucho, tienen que escapar habitualmente en gran medida a la destrucción, pues de otro modo no podrían existir formando tales enjambres, y actualmente se ha recogido un gran cúmulo de pruebas que demuestran que son desagradables a las aves y otros animales insectívoros. Las formas imitadoras que viven en la misma región son, por el contrario, relativamente escasas y pertenecen a grupos raros; por consiguiente, han de sufrir habitualmente alguna causa de destrucción; pues de otra manera, dado el número de huevos que ponen todas las mariposas, al cabo de tres o cuatro generaciones volarían en enjambres por toda la comarca

 

 

Lo que no puede ser, como ocurre tantas veces, es: que tanta certeza esté basada sólo en especulación:

 

Ahora bien, si un individuo de uno de estos grupos raros y perseguidos tomase una vestimenta tan parecida a la de una especie bien protegida, que continuamente engañase la vista experimentada de un entomólogo, engañarla muchas veces a insectos y aves insectívoras, y de este modo se librarla muchas veces de la destrucción. Casi puede decirse que míster Bates ha sido testigo del proceso mediante el cual los imitadores han llegado a parecerse tanto a los imitados, pues encontró que algunas de las formas de Leptalis que imitan a tantas otras mariposas varían en sumo grado.

 

 

Y así, en especulación, se mantiene el darwinismo desde hace ciento cincuenta y seis años. Por la fe en ese cambio gradual.

 

Así tenemos que:

 

Casi puede decirse que míster Bates ha sido testigo del proceso mediante el cual los imitadores han llegado a parecerse tanto a los imitados, pues encontró que algunas de las formas de Leptalis que imitan a tantas otras mariposas varían en sumo grado. En una región se presentaban diferentes variedades, y de éstas, una sola se parecía hasta cierto punto a la Ithomia común de la misma región. En otra región había dos o tres variedades, una de las cuales era mucho más común que las otras, y ésta imitaba mucho a otra forma de Ithomia, Partiendo de hechos de esta naturaleza, míster Bates llega a la conclusión de que los Leptalis primero varían, y cuando ocurre que una variedad se parece en algún grado a cualquier mariposa común que vive en la misma región, esta variedad, por su semejanza con una especie floreciente y poco perseguida, tiene más probabilidades de salvarse de ser destruída por los insectos y aves insectívoros y, por consiguiente, se conserva con más frecuencia «por ser eliminados, generación tras generación, los grados menos perfectos de parecido y quedar sólo los otros para propagar la especie»; de manera que tenemos aquí un excelente ejemplo de selección natural.

 

Pero claro, casi puede decirse no es lo mismo que puede decirse. Si ciertamente, la causa fuese bien conocida, entonces no habría necesidad de invocar para nada a la selección natural. Es de la propia duda de donde bien a alimentarse la fe: Credo quia absurdum.

 

Dicho de otro modo:

Ignorance: having answers. Knowledge: having questions.

 

729.

 

We are next led to enquire what reason can be assigned for certain butterflies and moths so often assuming the dress of another and quite distinct form; why, to the perplexity of naturalists, has nature condescended to the tricks of the stage? Mr. Bates has, no doubt, hit on the true explanation. The mocked forms, which always abound in numbers, must habitually escape destruction to a large extent, otherwise they could not exist in such swarms; and a large amount of evidence has now been collected, showing that they are distasteful to birds and other insect-devouring animals. The mocking forms, on the other hand, that inhabit the same district, are comparatively rare, and belong to rare groups; hence, they must suffer habitually from some danger, for otherwise, from the number of eggs laid by all butterflies, they would in three or four generations swarm over the whole country. Now if a member of one of these persecuted and rare groups were to assume a dress so like that of a well-protected species that it continually deceived the practised eyes of an entomologist, it would often deceive predaceous birds and insects, and thus often escape destruction. Mr. Bates may almost be said to have actually witnessed the process by which the mimickers have come so closely to resemble the mimicked; for he found that some of the forms of Leptalis which mimic so many other butterflies, varied in an extreme degree. In one district several varieties occurred, and of these one alone resembled, to a certain extent, the common Ithomia of the same district. In another district there were two or three varieties, one of which was much commoner than the others, and this closely mocked another form of Ithomia. From facts of this nature, Mr. Bates concludes that the Leptalis first varies; and when a variety happens to resemble in some degree any common butterfly inhabiting the same district, this variety, from its resemblance to a flourishing and little persecuted kind, has a better chance of escaping destruction from predaceous birds and insects, and is consequently oftener preserved; «the less perfect degrees of resemblance being generation after generation eliminated, and only the others left to propagate their kind.» So that here we have an excellent illustration of natural selection.

 

Esto nos lleva en seguida a investigar qué razón puede señalarse para que ciertas mariposas tomen con tanta frecuencia el aspecto de otra forma completamente distinta; por qué la naturaleza, con gran asombro de los naturalistas, ha consentido en engaños de teatro. Míster Bates, indudablemente, ha dado con la verdadera explicación. Las formas imitadas, que siempre abundan mucho, tienen que escapar habitualmente en gran medida a la destrucción, pues de otro modo no podrían existir formando tales enjambres, y actualmente se ha recogido un gran cúmulo de pruebas que demuestran que son desagradables a las aves y otros animales insectívoros. Las formas imitadoras que viven en la misma región son, por el contrario, relativamente escasas y pertenecen a grupos raros; por consiguiente, han de sufrir habitualmente alguna causa de destrucción; pues de otra manera, dado el número de huevos que ponen todas las mariposas, al cabo de tres o cuatro generaciones volarían en enjambres por toda la comarca. Ahora bien, si un individuo de uno de estos grupos raros y perseguidos tomase una vestimenta tan parecida a la de una especie bien protegida, que continuamente engañase la vista experimentada de un entomólogo, engañarla muchas veces a insectos y aves insectívoras, y de este modo se librarla muchas veces de la destrucción. Casi puede decirse que míster Bates ha sido testigo del proceso mediante el cual los imitadores han llegado a parecerse tanto a los imitados, pues encontró que algunas de las formas de Leptalis que imitan a tantas otras mariposas varían en sumo grado. En una región se presentaban diferentes variedades, y de éstas, una sola se parecía hasta cierto punto a la Ithomia común de la misma región. En otra región había dos o tres variedades, una de las cuales era mucho más común que las otras, y ésta imitaba mucho a otra forma de Ithomia, Partiendo de hechos de esta naturaleza, míster Bates llega a la conclusión de que los Leptalis primero varían, y cuando ocurre que una variedad se parece en algún grado a cualquier mariposa común que vive en la misma región, esta variedad, por su semejanza con una especie floreciente y poco perseguida, tiene más probabilidades de salvarse de ser destruída por los insectos y aves insectívoros y, por consiguiente, se conserva con más frecuencia «por ser eliminados, generación tras generación, los grados menos perfectos de parecido y quedar sólo los otros para propagar la especie»; de manera que tenemos aquí un excelente ejemplo de selección natural.

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