La culpa es de la extinción en el párrafo septingentésimo trigésimo sexto de El Origen de las Especies

Indica el autor al principio de este párrafo:

La extinción, como hemos visto en el capítulo cuarto, ha representado un papel importante en agrandar y definir los intervalos entre los diferentes grupos de cada clase.

 

Pero nada de eso hemos visto en el capítulo cuarto, en el que sólo hemos visto un empeño inaudito en incrustarnos a machamartillo el concepto inútil de Selección natural. La extinción no sabemos si ha hecho lo que el autor dice aquí o no. No tenemos evidencia a favor ni en contra.

 

Lo que realmente hace nuestro autor nos lo indica claramente en la frase siguiente y no es otra cosa que falsear las observaciones: Explicar mediante suposiciones:

 

De este modo podemos explicar la marcada distinción de clases enteras -por ejemplo, entre las aves y todos los otros animales vertebrados- por la suposición de que se han perdido por completo muchas formas orgánicas antiguas, mediante las cuales los primitivos antepasados estuvieron en otro tiempo unidos con los primitivos antepasados de las otras clases de vertebrados entonces menos diferenciadas.

 

 

Lo que sigue a esta confesión es un conjunto de disparates que incluyen , como no la vuelta obligada a un cuadro que el autor se ha sacado de la manga y que contiene varios errores.

 

 

736.

 

Extinction, as we have seen in the fourth chapter, has played an important part in defining and widening the intervals between the several groups in each class. We may thus account for the distinctness of whole classes from each other—for instance, of birds from all other vertebrate animals—by the belief that many ancient forms of life have been utterly lost, through which the early progenitors of birds were formerly connected with the early progenitors of the other and at that time less differentiated vertebrate classes. There has been much less extinction of the forms of life which once connected fishes with Batrachians. There has been still less within some whole classes, for instance the Crustacea, for here the most wonderfully diverse forms are still linked together by a long and only partially broken chain of affinities. Extinction has only defined the groups: it has by no means made them; for if every form which has ever lived on this earth were suddenly to reappear, though it would be quite impossible to give definitions by which each group could be distinguished, still a natural classification, or at least a natural arrangement, would be possible. We shall see this by turning to the diagram: the letters, A to L, may represent eleven Silurian genera, some of which have produced large groups of modified descendants, with every link in each branch and sub-branch still alive; and the links not greater than those between existing varieties. In this case it would be quite impossible to give definitions by which the several members of the several groups could be distinguished from their more immediate parents and descendants. Yet the arrangement in the diagram would still hold good and would be natural; for, on the principle of inheritance, all the forms descended, for instance from A, would have something in common. In a tree we can distinguish this or that branch, though at the actual fork the two unite and blend together. We could not, as I have said, define the several groups; but we could pick out types, or forms, representing most of the characters of each group, whether large or small, and thus give a general idea of the value of the differences between them. This is what we should be driven to, if we were ever to succeed in collecting all the forms in any one class which have lived throughout all time and space. Assuredly we shall never succeed in making so perfect a collection: nevertheless, in certain classes, we are tending toward this end; and Milne Edwards has lately insisted, in an able paper, on the high importance of looking to types, whether or not we can separate and define the groups to which such types belong.

 

La extinción, como hemos visto en el capítulo cuarto, ha representado un papel importante en agrandar y definir los intervalos entre los diferentes grupos de cada clase. De este modo podemos explicar la marcada distinción de clases enteras -por ejemplo, entre las aves y todos los otros animales vertebrados- por la suposición de que se han perdido por completo muchas formas orgánicas antiguas, mediante las cuales los primitivos antepasados estuvieron en otro tiempo unidos con los primitivos antepasados de las otras clases de vertebrados entonces menos diferenciadas. Ha habido mucha menos extinción en las formas orgánicas que enlazaron en otro tiempo los peces con los batracios. Aun ha habido menos dentro de algunas clases enteras, por ejemplo, los crustáceos; pues en ellos las formas más portentosamente distintas están todavía enlazadas por una larga cadena de afinidades sólo en algunos puntos interrumpida. La extinción tan sólo ha definido los grupos: en modo alguno los ha hecho; pues si reapareciesen de pronto todas las formas que en cualquier tiempo han vivido sobre la Tierra, aunque sería completamente imposible dar definiciones por las que cada grupo pudiese ser distinguido, todavía sería posible una clasificación natural o, por lo menos, una ordenación natural. Veremos esto volviendo al cuadro: las letras A a L pueden representar once géneros silúricos, algunos de los cuales han producido grandes grupos de descendientes modificados con todas las formas de unión para cada rama y sub-rama que vive todavía, y los eslabones de unión no son mayores que los que existen entre variedades vivientes. En este caso sería por completo imposible dar definiciones por las que los diferentes miembros de los diversos grupos pudiesen ser distinguidos de sus ascendientes y descendientes más próximos. Sin embargo, la disposición del cuadro, a pesar de esto,subsistiría y sería natural; pues, según el principio de la herencia, todas las formas descendientes, por ejemplo, de A tendrían algo de común. En un árbol podemos distinguir esta o aquella rama, aun cuando en la misma horquilla las dos se unen y confunden. No podríamos, como he dicho, definir los diversos grupos; pero podríamos elegir tipos o formas que representasen la mayor parte de los caracteres de cada grupo, grande o pequeño, y dar así una idea general del valor de las diferencias entre ellos. Esto es a lo que nos veríamos obligados, si pudiésemos conseguir alguna vez recoger todas las formas de alguna clase que han vivido en todo tiempo y lugar. Seguramente jamás conseguiremos hacer una colección tan perfecta; sin embargo, en ciertas clases tendemos a este fin, y Milne Edwards ha insistido recientemente, en un excelente trabajo, sobre la gran importancia de fijar la atención en los tipos, podamos o no separar y definir los grupos a que estos tipos pertenecen.

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