Leyendo ayer el libro de Don  Pío Baroja titulado Juventud, Egolatría llegaba a unos párrafos que me parecen que ni pintados para celebrar el día de San Alberto Magno, patrono de los científicos (mañana, 15 de noviembre). El texto es de una sorprendente actualidad que indica que aquello que vió Baroja era el embrión de lo que hoy tenemos.

Los párrafos son los siguientes:

 

En un libro de consejos a los investigadores de Ramón y Cajal, libro de una tartufería desagradable, este histólogo, que como pensador siempre ha sido de una mediocridad absoluta, habla de cómo debe ser el joven sabio, ]o mismo que la Constitución de 1812 hablaba de cómo debía ser el ciudadano español.

Sabemos cómo debo ser el joven sabio; sereno, optimista, tranquilo… y con diez o doce sueldos.

 Me han dicho algunos amigos que en la Institución libre de enseñanza de Madrid, donde se intenta dar una orientación artística a los alumnos, se hace tácitamente una clasificación de la importancia de las artes; primero, la pintura; después, la música, y, por último, la literatura.

 Fijándose en la intención que puede tener este orden, se ve que su objeto es no dar al estudiante motivos de pesimismo. Claro, no es contemplando telas viejas pintadas con aceite de linaza, ni con el chim… bum… bum.  de la música, como saldrán descontentos; pero ¡qué sé yo! En un país como España, creo que vale más que haya descontentos que no señoritos correctísimos que vayan al laboratorio con una blusa muy limpia, hablen del Greco y de Cezanne y de la Novena sinfonía  y no protesten, porque detrás de esta corrección se adivina el optimismo de los eunucos.

 

Pío Baroja. Juventud, egolatría.

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