El límite entre lo público y lo privado

Ciberseguridad, ciberespionaje, ciberinformación….el debate está servido. Desde que surgiera el escándalo sobre el uso de aplicaciones espía por parte de la Agencia del Gobierno de los Estados Unidos, denunciado por el informático Edward Snowden, el Gobierno estadounidense no deja de tener sobresaltos diplomáticos.

Ver vídeoLa tarde en 24 horas - El mundo en 24 h. - 17/06/13

La presencia del programa PRISM, gestionado por la NSA (National Security Agency) en los diferentes servidores de las plataformas tecnológicas de uso ciudadano, tipo Facebook, Google, Microsoft, Twitter, ha puesto en cuestionamiento, por un lado, los intereses de la Seguridad Nacional y por otro, el Derecho a la intimidad de las personas.

Muchos se estarán preguntando hasta que punto la salvaguarda de lo público está permitido. Y, hasta que punto se deben proteger los derechos que competen a la no intromisión de la intimidad de los ciudadanos. También, en que medida, el llamado «Derecho al olvido» (“right to be forgotten”) que tiene que ver con la publicación de datos personales en la Red, puede ser el camino para la supresión de tales datos cuyo objetivo consiste en que no aparezcan en buscadores (Google) o redes sociales (Facebook). Es decir, ejercer el derecho a la cancelación de datos personales que la legislación actual ya reconoce (a través de la LOPD).

Obviamente, estos temas deben ser debatidos y consensuados por los diferentes actores sociales que directa o indirectamente, se ven implicados en su uso o aplicación. Pero, en una reflexión personal, si yo soy usuario de diferentes aplicaciones tecnológicas, de redes sociales, de blogs, de servicios gratuitos y no tengo nada que ocultar ¿Por qué debo impedir el acceso a las fuerzas de seguridad? Si es por el bien de la seguridad nacional o el simple hecho que, como ciudadano, voy a estar más seguro, probablemente no me importaría que accediesen.

En contraposición a esto, también cabría preguntarse ¿Cómo saber que el permitir dicho acceso no va a ser dañino para mi persona? ¿Podría confiar en un cien por cien? Bien, quizás tengamos que hacer uso de alguna analogía para intentar entender esta cuestión. Por ejemplo, ser usuario de una red social, por lo general, requiere registrarse gratuitamente en el servidor escogido. Ahora bien, hay que tener en cuenta que «el sitio web» es gratuito y público. Y por tanto, cualquier puede ser usuario del servicio y no con los fines idénticos a los que yo pueda tener. Aquí viene la analogía: imaginemos que las redes sociales son como las calles que utilizamos en nuestros desplazamientos diarios. ¿No son acaso más seguras las calles que tienen cámaras de vigilancia o policías rondando dichas calles que las que no tienen ningún dispositivo de este tipo?

Si yo, como usuario de las calles, puedo estar más seguro, de la misma forma, el acceso esporádico de la «policía» en la red, no debería causarme ninguna intranquilidad. Al contrario, probablemente podría hacer que nos sintamos más seguros ¿o no?.

El Gran Hermano que Orson Welles describiera en su obra, 1984, es una realidad de grandes proporciones. Hoy nos sorprendemos del alcance de PRISM. Pero, no debería causar tanta sorpresa. La intrusión y el espionaje en Internet, ya se ha dado anteriormente con otras aplicaciones, creadas, desarrolladas y gestionadas también por Agencias del gobierno estadounidense. Hablamos de Carnivore, controlada por el FBI y Echelon controlada por la Comunidad UKUSA (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda).

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