La bilioteca pública vista por el escritor Antonio Muñoz Molina

Hace unos días, otro de los blogs de MadriMasd que tratan el mundo de los libros, lecturas y bibliotecas: Los futuros del libro, de Joaquín Rodriguez nos invitaba a leer un excelente artículo de Vicente Verdú: ¿Para que tanto leer?, publicado en El País. En realidad, frente a los videojuegos, la televisión e Internet, la lectura no ocupa un lugar importante en la vida de los ciudadanos. Pues, bien, hoy proponemos otro artículo del mismo periódico y de otro escritor que recurre de vez en cuando a las bibliotecas. Se trata de Antonio Muñoz Molina: «De una biblioteca a otra«. Se recomienda a los alumnos la lectura de ambos artículos y una reflexión sobre el libro y las bibliotecas. Desde luego, los de Biblioteconomía y Documentación deberían recitar estos textos como si del Padre Nuestro se tratara. Pasen y lean. Pasen y comenten.

Por Antonio Muñoz Molina

Una biblioteca pública no es sólo un lugar para el conocimiento y el disfrute de los libros: también es uno de los espacios cardinales de la ciudadanía. Es en la biblioteca pública donde el libro manifiesta con plenitud su capacidad de multiplicarse en tantas voces como lectores tengan sus páginas; donde se ve más claro que escribir y leer, dos actos solitarios, lo incluyen a uno sin embargo en una fraternidad que se basa en lo más verdadero y lo más íntimo que hay en cada uno de nosotros y que no tiene límites en el espacio ni en el tiempo.
La lectura, los libros, empezaron siendo privilegio de unos pocos, herramientas de poder y de control de las conciencias. La imprenta, al permitir de pronto la multiplicación casi ilimitada de lo que antes era único y difícil de copiar, hizo estallar desde dentro la ciudadela hermética de las palabras escritas, alentando una revolución que empezó por reconocer en cada uno el derecho soberano a leer la Biblia en su propia lengua y en la intimidad de su casa, sin la mediación autoritaria de una jerarquía. Gentes que leían libros albergaron ideas inusitadas: que el mérito y el talento personal y no el origen distinguían a los seres humanos que todos por igual tenían derecho a la instrucción, a la libertad y a la justicia.
La escuela pública, la biblioteca pública, son el resultado de esas ideas emancipadoras: también son su fundamento. Con egoísmo legítimo uno compra un libro, lo lee, lo lleva consigo, lo guarda en casa, vuelve a leerlo al cabo de un tiempo o ya no lo abre nunca. En la biblioteca pública el mismo libro revive una y otra vez con cada uno de los lectores que lo han elegido, multiplicado tan milagrosamente como los panes y los peces del evangelio: un alimento que nutre y sin embargo no se consume; que forma parte de una vida y luego de otra y siendo el mismo palabra por palabra cambia en la imaginación de cada lector.
En la librería no todos somos iguales; en la biblioteca universitaria el grado de educación y la tarjeta de identidad académica establecen graves limitaciones de acceso; sólo en la biblioteca pública la igualdad en el derecho a los libros se corresponde con la profunda democracia de la literatura, que sólo exige a quien se acerca a ella que sepa leer y sea capaz de prestar una atención intensa a las palabras escritas.
En el reino de la literatura no hay privilegios de nacimiento ni acreditaciones oficiales, ni jerarquías de ninguna clase ante las que haya que bajar la cabeza: nadie tiene la obligación de leer una determinada obra maestra; y no hay libro tan difícil que pueda ser inaccesible para un lector con vocación y constancia. Pomposos catedráticos resultan ser lectores ineptos: cualquier persona con sentido común es capaz de degustar las más delgadas sutilezas de un libro. En el cuarto de trabajo o de estudio con frecuencia uno está demasiado solo: en la biblioteca pública se disfruta un equilibrio perfecto entre el ensimismamiento y la compañía, entre la quietud necesaria para la lectura y la grata conciencia de la vida real que sigue sucediendo a nuestro alrededor.
Los barrios de Nueva York están punteados de sucursales de la gran Biblioteca Pública de la Quinta Avenida. El edificio central tiene una escala imponente: los mármoles, la escalinata, las columnas, los dos grandes leones benévolos. Las bibliotecas de barrio son mucho más modestas en apariencia, pero no esconden menos tesoros, y son igual de acogedoras. La que yo visito casi cada mañana está en una zona de pequeños negocios puertorriqueños, de peluquerías rancias de caballeros, de puestos de frutas del Caribe, de casas de comidas baratas que tienen nombres como La Caridad o La Flor de Mayo. El trámite para hacerse socio dura unos cinco minutos y es gratis. Con su tarjeta uno puede solicitar cualquier libro, disco o película y en unos pocos días le avisarán de que puede ir a recogerlo.
Pero para entrar en la biblioteca y pasarse en ella las horas no hace falta ni siquiera una acreditación, en una ciudad donde hay tantas barreras de seguridad que puede ser tan inhóspita para el que no tiene dinero. A mi alrededor, en las otras mesas de la biblioteca, hay universitarios obsesivos que han venido a estudiar y jubilados que leen tranquilamente el periódico, un chico que mueve la cabeza y los hombros al ritmo de la música que escucha en el iPod mientras sonríe para sí leyendo una novela gráfica, una muchacha asiática sumergida en una biografía de Virginia Wolf, una abuela a la que una empleada le enseña con ilimitada paciencia cómo acceder a su cuenta de correo electrónico en la fila de ordenadores de la sala, una mujer demente que se ha sentado cerca de mí dejando caer sobre la mesa, como si fuera una lápida, un diccionario enorme de psiquiatría.
Yo leo, trabajo, miro el correo, escribo alguna postal, gustosamente solo y a la vez acompañado, mecido por el rumor cauteloso de la gente. Vengo a trabajar en una biblioteca pública y me acuerdo siempre de la primera que conocí, en la que empecé a educarme, tan lejos ahora y tan presente en la memoria, la biblioteca municipal de Úbeda, que descubrí cuando tenía unos doce años. La mirada infantil, como la poesía épica, agranda los lugares, magnifica las cosas: yo nunca había visto salas tan grandes, estanterías llenas de libros que llegaban a los techos, sumergidas parcialmente en una penumbra en la que brillaban con intensidad misteriosa las lámparas bajas sobre las mesas de lectura. En cualquier otro lugar mis deseos y mis aficiones estaban limitados por la falta de dinero: en la biblioteca yo era un potentado. Fuera de allí las cosas pertenecían a alguien, casi siempre a otro: en la biblioteca eran mías y a la vez de todos. No existe mejor escuela de ciudadanía.
Sin aquella biblioteca hoy yo no estaría en ésta. Y como ahora las palabras pueden viajar tan instantáneamente como vuelven a la conciencia las imágenes del pasado remoto, cuando abro el portátil para mirar el correo encuentro un manifiesto en defensa de la biblioteca municipal de Úbeda, dañada por el abandono, por esa idea festera y despilfarradora que tiene cualquier política cultural en España, donde no hay límite para el gasto público a condición de que éste sea superfluo. Cualquier municipio español gasta millones en contratar artistas de moda o alentar paletadas vernáculas: pero en una pequeña biblioteca no hay dinero para comprar libros, y si lo hubiera no quedaría espacio donde mostrarlos; cada vez existirá menos la posibilidad de que alguien encuentre en ella el refugio y la iluminación de los libros; de que un niño fantasioso entre en la biblioteca pública como Simbad en la gruta del tesoro. Pongo mi firma al pie de ese manifiesto de ciudadanos ilustrados y por un momento la lejanía no existe y la mesa de lectura en la que estoy sentado pertenece a aquella biblioteca que no he pisado en tantos años.

Fuente: El País. “Babelia” 3 de mayo de 2008.

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167 comentarios

  1. Perales del Río.¿Alguien lo conoce?..Perales es donde yo vivo, un barrio del sur de Madrid. Aquí no hay biblioteca publica; la mayoría de los jóvenes no llegan a tener la ESO y lo menos que les interesa es gastarse quince euros en un libro. Por ello creo que si hubiera una biblioteca pública, el futuro de muchos jovenes cambiaría: solo por cotillear pasarían y seguro que cogerían DVD o una revista. Poco a poco les iría enganchando y al final acabarían leyendo un libro evitando el analfabetismo. Ese sería el comienzo de un nuevo barrio a partir de una biblioteca pública. Un claro ejemplo de "escuela de ciudadanía"(A.Muñoz).

  2. La primera vez que visité una biblioteca pública con todo interés fue a los 12 ó 13 años con compañeros de la secundaria (aquí en España debe ser el equivalente de bachillerato me han dicho). Fue como el primer contacto con lo que aún es para mí un mundo lleno de maravillas. Se trata de la Biblioteca Nacional de Cuba.

    Como el cine al cinéfilo, las hierbas aromáticas al amante del arte culinario o la mezcla de sonidos llevada a notas lo es para un músico, se puede decir que el lector siempre tendrá su espacio pleno de ingredientes en una biblioteca, pública, especializada, o propia de su casa… Cuando se trata de la primera, las sensaciones que percibimos son innumerables y ricas. No es difícil sentir que si la vida fuera eterna, la sabiduría sería nuestra mejor aliada. Espero que perduren por siempre.

  3. Una biblioteca es un centro cultural, no solo por el hecho de que se tenga acceso a tantas obras, si no por el hecho de que se junta todo tipo de gente que tiene una cosa en común: la pasión por leer y aprender. La biblioteca pública ofrece un espacio donde cada persona se pueda sentir identificada, ya sea buscando un libro de filosofía, una novela o incluso, un ordenador. Así, todo el mundo debería acudir a la biblioteca para hacerse en ella su pequeño hueco.

  4. Somos unos privilegiados teniendo acceso a la cultura gracias a la biblioteca pública,un lugar dónde poder leer ,estudiar ,incluso en gran parte de ellas tener acceso a internet,es un lujo infravalorado dentro de nuestra sociedad.

    La biblioteca ,es una sala de información dispuesta a ser procesada por una mente inquieta , dónde todos somos iguales y tenemos acceso a lo mismo,la incultura nos hace vulnerables,leer nos ayuda a tener personalidad cultivada gracias a la lectura,hoy gracias a la biblioteca pública y a diferencia de épocas anteriores todos y cada uno de nosotros podemos tener una opinón y no contentarnos con lo que unos pocos piensan y a la vez combatir la incultura.

  5. Las bibliotecas no son simples espacios donde almacenar: libros, prensa y documentos audiovisuales. Tampoco son lugares donde el ruido esta vetado. En realidad las bibliotecas son mucho más que eso, son: espacios de aprendizaje gratuito, lugares dominados por el ambiente de estudio, sitios donde reina el conocimiento… Las bibliotecas son lugares públicos que no se cierran a nadie y donde la lectura es la energía que las mantiene vivas.

  6. Biblioteca pública. Aun recuerdo cuando con 12 años fuí a estudiar por primera vez a una biblioteca pública. Recuerdo que tenía exámen de ciencias de la naturaleza y aquello me provocaba bastantes nrvios. Con el tiempo he hecho de la biblioteca pública mi santuario. Si tengo que leer, voy a la biblioteca. Si tengo que estudiar, voy a la biblioteca. Solo allí me encuentro en sintonía conmigo mismo. Me transmite una sensación de tranquilidad que no tengo en caa aún estando solo.

  7. Sin duda la biblioteca pública es un espacio lleno de armonía. No sólo tienes que ir a estudiar el típico examen, sino que además es un espacio para poder realizar cualquier otra actividad. Biblioteca pública, la misma palabra lo dice, pública, lo cual significa que es un entorno donde cabe todo tipo de personas. La privada y la pública tan solo se diferencian en un mero aspecto, el dinero. Me ha parecido de los más acertado el artículo del escritor Antonio Muñoz Molina, a través de su propia experiencia nos ha mostrado un mundo de lo más curioso. Ójala y hubiera sido yo ese niño que con tan solo unos años ya conoció desde muy cerca la pasión por la literatura, e incluso defendiendo el amor por los libros desde una educación pública y libre.

  8. Son todo razones lo que componen el artículo de Antonio Muñoz Molina. Razones llenas de sentimiento que te hacen ponerte en la piel de aquel niño que, gracias a la biblioteca pública de su ciudad natal, se convirtió en el hombre que hoy es.

    Si antes la cultura era feudo de unos pocos y conseguimos, con mucho esfuerzo y trabajo, que estuviera al alcance de casi todos, ¿por qué no cuidamos que siga siendo igual o mejor? A veces tengo la sensación de que caminamos hacia el pasado en lugar de evolucionar…

  9. Armonía, tranquilidad, silencio, cultura, saber o sosiego son algunas de las cualidades que pueden definir a una biblioteca. Es un foco de conocimiento generoso pues podemos acceder a él sin necesidad de pagar en el que libros, documentos o periódicos cobran vida. Las bibliotecas, además, están capacitadas para atender las necesidades culturales de cualquier público; es decir, no existen límites en cuanto a edades ya que disponen de todo tipo de libros y materiales. De ahí, su encanto personal y que cada vez sean más los que la visiten.

  10. Paseando de pequeña de la mano de mis padres, al pasar al lado de una biblioteca me apasionaba sólo pensar poder elegir un libro y llevarmelo a casa para leer, pero no poseía el carnet que permitía realizar ese tipo de privilegio. Con el paso de los años obtuve mi tarjeta, que guardo con cariño en mi monedero. Actualmente me encanta perderme por los pasillos de la Biblioteca Pública Municipal de mi barrio en búsqueda de un libro. Creo que es como un juego pirata que nos hace encontrar grandes tesoros.

  11. Estoy totalmente de acuerdo con el artículo de Antonio Muñoz Molina, los libros hace años eran solo privilegio de unos pocos y la biblioteca abre sus puertas a todos, cualquier persona de cualquier clase social puede acceder a sus libros, es un privilegio al alcance de todos. A si mismo no solo es un lugar para leer, en ellas se reunen grupos de estudiantes para realizar trabajos, estudios y nos ofrece infindad de opciones. Para terminar en las bibliotecas universitarias se nos ayuda a encontrar cualquier libro si no se encuentra en nuestra facultad se busca en otra.

  12. La biblioteca es un lugar, mejor dicho, un mundo en el que adentrarse y descubrir todo lo que cada libro nos puede ofrecer. Nos da algo que ningún otro lugar nos puede dar en tan grande proporción: libertad para poder leer. Como muy bien dice Muñoz Molina, cuando alguien abre un libro en la biblioteca, lo puede leer sabiendo que cuando termine, ea historia no acabara ahí, si no que detrás vendrá otra persona a disfrutar de ella, y otra, y otra…en ningún otro sitio puedes encontrar todo lo que la biblioteca pública puede ofrecerte…

  13. Las bibliotecas, aquel lugar que a la mayoría de las personas les da tranquilidad, ven igualdad, sienten silencio… yo…no lograba verlo!!

    La primera vez que entré a una biblioteca, sin contar las veces que entraba de pequeñina con mi madre y mis hermanos a por libros por eso de “fomentarnos la lectura”, fue cuando estaba en segundo de bachiller, era en Palencia ( donde yo nací), al entrar, me moría de vergüenza, a pesar de ir acompañada de todos mis amigos, pues me daba sensación de un lugar al que tener mucho respeto, guardar mucho silencio..no sé!!! Quizás por ser algo “nuevo” me daba “cosilla” entrar. Una vez instalada allí con todos mis amigos…( ellos un año mas mayores) me sentía como la pequeña de la biblioteca, pues todos tenían sus tacos y tacos de folios…y yo mi libro de filosofía, mis apuntes de lengua…

    Pero todo fue cambiando. Al llegar a Madrid un año más tarde, he tomado la biblioteca como mi segunda casa, entro y salgo ,sola o acompañada, a por un libro o a estudiar,

    ( también al ordenador…jeje) ha buscar a mis amigas…a cualquier cosa, sin ningún tipo de problema!!

    A pesar de todo esto…creo que sigo sin encontrar el silencio, la tranquilidad.. en la biblioteca de ciencias de la información, entre los móviles, las fotocopiadoras, las gente charlando( entre ellas me incluyo) las risas, las vibraciones y ruidos que se hacen al subir las escaleras y millones de cosas más, el silencio no abunda la verdad! Pero lo cierto es que me he acostumbrado a ella y no voy nunca a ninguna otra, porque la encuentro demasiado seria y formal! Además siempre somos los mismos y siempre es agradable entrar y saber donde estarán tus compañeros, poder ir saludando a la gente, poder recurrir a tus amigos si tienes dudas, te faltan apuntes….

  14. La biblioteca pública la observo como una sede de recónditas criaturas que se cobijan y se ocultan bajo esos libros llenos de entusiasmadas fantasías y lugares inalcanzables, donde tan solo el ser humano que posa sus frágiles manos en los libros es merecedor de toda historia que en estos libros abunda.

    Un lugar donde los que entran saben disfrutarlo, haciéndoles partícipe de todo lo que allí habita; libros, cultura, talleres, …

    Un mundo donde no hay distinciones de personas ni de valores, donde lo único que importa es la cultura.

  15. Leyendo este texto, te paras a pensar en este lugar tan importante que toda ciudad debe tener. Un lugar en el que como Antonio M. Molina dice todos somos iguales y no hay barreras para nadie. Recuerdo que de pequeña me encantaba la película de "Matilda", esta niña estaba enamorada de la lectura, desde chiquitita iba a la biblioteca y sentía esta experiencia como una de las mejores de ese momento. Sus padres, unos incultos por plena voluntad propia, le quitan y rompen los libros que ella tiene de la biblioteca y esto la destroza, pero ella tiene ese ímpetu e interés por la lectura y ni la mala educación que le transmiten sus progenitores impide que esta muchachita se forme.

    Todos deberíamos valorar más este bien común de especial importancia e intentar sacar el mejor partido de ello. Resulta curioso leer estas líneas mientras por “el rabillo del ojo” iba viendo el rótulo de NO AL PRESTAMO DE PAGO EN LAS BIBLIOTECAS… Parece una contradicción continua el querer impulsar la cultura, la formación y el ocio en las bibliotecas mientras lees rótulos que te informan a su vez de que existen ideas y planes que no van a hacer otra cosa sino que poner barreras a este libre intercambio de cultura.

  16. “Mal de muchos consuelo de tontos” eso me lo digo yo a mi misma cada vez que tengo que estudiar….y ¿Dónde voy? Pues a la biblioteca, allí encuentras todo al alcance de tu mano, si quieres un libro, por muy raro que sea preguntas, lo miran en el ordenador y en dos segundos te dicen donde conseguirlo, caminas por esos largos pasillos de estanterías repletas de libros con distintos colores y grosores y por fin encuentras el que buscas.

    Cuando llegas a tu espacio de mesa ,agobiada sin saber con qué tomo de apuntes empezar, miras a tu alrededor y ves que todas las personas andan igual que tu, pero de repente ves a alguien ,un desconocido cualquiera pasar hojas ,concentrado en lo que está leyendo, entonces te dices a ti misma¡ venga que puedes! , sin saber porqué empiezas a organizar tus cosas con ímpetu dejando la desgana atrás y te pones a estudiar.

    Más tarde cuando estas cansado, bajas a la calle, en mi caso es una placita donde los niños juegan, te enciendes un cigarro y no sé qué pasa pero siempre, aunque no conozcas a nadie, terminas hablando con alguien, es genial.

    Con esto a lo que quiero llegar es que la biblioteca no es solo un gran entorno para estudiar o leer, también es un lugar de intercambio de conocimientos entre las personas y un punto de reunión. Es un ámbito especial que debemos de conservar, porque allí la gente cambia, se respeta el silencio y a las personas que te rodean. En ella te puedes aislar si es lo que de verdad necesitas, porque en cuanto entras por la puerta todos los ruidos exteriores se desvanecen, estas tú contigo mismo y indirectamente, pero de una manera más profunda de lo que nos pensamos, con los otros. Y esto no lo consigue ni internet ni los videojuegos a los que ahora dedicamos horas y horas sin cansarnos.

  17. Quizás sólo haya algo que pueda equipararse a lo maravilloso de los libros y lo fantástico de sus historias: el lugar donde disponer de ellos y donde poder disfrutarlos sin la más mínima traba, un lugar que invite a adentrarse en sus historias y que provoque un afán por conocer cada vez más.

    Y este lugar es la Biblioteca Pública. Un centro de reunión de lectores. De personas que no se conforman con vivir un día a día monótono, que buscan historias más allá de lo que les ofrecen sus vidas. Un lugar donde el tiempo parece detenerse y en el que las personas parecen no preocuparse por aquello que les rodea y está fuera de los libros. Un sitio en el que las historias y los saberes importan más que ninguna otra cosa.

    La Biblioteca Pública es, además, el único lugar que invita a la lectura y al conocimiento de todo el mundo.

    Por todo ello, las Bibliotecas Públicas son centros importantísimos para la vida en todos los lugares, es inconcebible una ciudad sin tal espacio para la reunión y el libre conocimiento.

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