La portada del número 629 de la revista Arte Fotográfico es de las que incitan a pecar. Me explico, es de esas imágenes que ciertos libreros sin escrúpulos recortarían para vender enmarcadas. Más allá de los colores veo en ese espectáculo de la belleza los músculos de un cuerpo humano bajo las nubes de sangre; es decir, mucha poesía.

El Diccionario de la Real Academia presenta el término paisaje con tres acepciones cortas: “Extensión de terreno que se ve desde un sitio”, “Extensión de terreno considerada en su aspecto artístico” y “Pintura o dibujo que representa cierta extensión de terreno”. Damos por buenas las dos primeras, pero a tenor de lo que nos muestra Antonio Cabello en este número, la Academia ya tiene los argumentos para cambiar esa definición o al menos para ampliarla. Donde dice Pintura o dibujo debería decir, Pintura, dibujo o fotografía; es más, debería decir: “Cualquier manifestación artística que representa cierta extensión de terreno”…. Mejor no nos metemos en más berenjenales porque la Docta institución tiene sus sabios. Son solo apuntes a partir de otra magnífica entrega donde se muestran obras de Joe Cornish, Fernando Manso, Alejandro Martínez, Paul Gallagher, Ángel Gutiérrez, Isabel Díez, Asier Castro, Clyde Boutcher, Michael Gordon, Katarina Stefanovic y Samuel Britton.

No me pronuncio por un autor o por una imagen, porque tengo predilección por el agua y las ramas, y ello me condiciona. Antonio Cabello resume los contenidos con un título idílico “Destellos del Edén”, y acierta. Este número de Arte Fotográfico es un edén, ese paraíso imposible de la naturaleza que elegiríamos para la eternidad. Pasen y vean.

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