La Voz de Dios o cuando una palabra vale más que mil imágenes

Años sesenta. Las seis de la tarde de todos los inviernos. Merienda de chocolate vitacal. Carbón y leña en la cocina. Silencio. El cuaderno milimetrado con la caligrafía de las mayúsculas. Otro borrón de tinta en la tapa del libro. El lapicero gastado y como goma de borrar las migas de pan sobrante de la comida. Golpes de música. En un rincón, sobre ladrillos disfrazados con yeso, una caja de madera con dos botones blancos como par de ojos abiertos. Dibujo las letras y los problemas se me resisten. En el eco, una voz dominando mi conciencia.

Es, era, la voz de mi dios, la voz de la radio, de mi radio.

Todas y cada una de aquellas palabras valían, valen, mucho más que mil imágenes.

En homenaje a los profesionales (periodistas, locutores, guionistas, realizadores, actores…) y sobre todo al guionista de Elena Francis, Juan de Toro, Juana Ginzo, Matilde Conesa, Guillermo Sautier Casaseca, El Loco de la Colina, Andrés Aberasturi e Iñaki Gabilondo.

 

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