Los combustibles fósiles y la Cumbre del Clima de París 2015

Las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) procedentes de la combustión deliberada de combustibles fósiles alcanzaron 8.38 gigatoneladas de carbono (1 GtC = 109 toneladas) en 2006, un 20 % por encima del nivel de 2000. Las emisiones de CO2 han estado creciendo constantemente durante 200 años, desde que se inició la quema de combustibles fósiles a gran escala en el comienzo de la Revolución Industrial. Pero el crecimiento en emisiones se está acelerando ahora, aún a sabiendas que el CO2 está calentando el planeta y afectando los ecosistemas terrestres y marinos.

[Autor: J.L.G. Fierro, Instituto de Catálisis y Petroleoquímica, CSIC, Cantoblanco,  Madrid]

En el año 2000, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático presentó las proyecciones de cómo podrían  evolucionar las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a lo largo del siglo 21 y de cómo podrían afectar los cambios económicos, demográficos y tecnológicos. El escenario, que combinaba un rápido desarrollo económico y una rápida globalización con un uso intensivo de combustibles fósiles, fue utilizado como el límite superior del IPCC para las estimaciones del futuro cambio del clima en su informe reciente de 2007. Aún con esta proyección del límite superior, se predijo que el crecimiento anual de las emisiones sería solamente del 2.3 % entre 2000 y 2010, mucho menos que el aumento anual del 3.1 % que estamos experimentando este siglo.

El dióxido de carbono, que proviene tanto de la quema de combustibles fósiles y de la deforestación progresiva, se está acumulando en la atmósfera. En 2007, la concentración de CO2 en la atmósfera alcanzó 384 partes por millón (ppm), por encima de los 280 ppm en el comienzo de la revolución industrial. Entre 2000 y 2007, la concentración atmosférica del CO2 creció un promedio de 2 ppm por año. Este crecimiento se espera que continúe dado que la contribución de los combustibles de origen fósil al mix energético de los países desarrollados y en vías de desarrollo representa aproximadamente el 87% de la energía consumida (Figura 1) al mismo tiempo que  no se espera una disminución marcada de la cota de consumo en una escala temporal de varias décadas (Figura 2).

Figura 1. Consumo de energía promedio en 2013 (Fuente: BP Energy Outlook, 2014).

Figura 2. Consumo de energía entre 1965 y 2013 (Fuente: BP Energy Outlook, 2014).

Se sabe que aproximadamente la mitad del CO2 emitido a la atmósfera (por encima de 8 GtC) cada año durante los procesos de combustión de la cantidad ingente de combustibles fósiles realmente se mantiene allí, pues solamente alrededor del 45 % es capturado rápidamente por los océanos y por otros sumideros de carbono tales como las plantas que utilizan el CO2 para fabricar polímeros (celulosa, hemicelulosa, lignina) mediante la función clorofílica. El resultado es que la concentración de CO2 en la atmósfera va creciendo y el planeta se va calentando por efecto invernadero. Un examen detallado del índice de crecimiento de la concentración atmosférica de CO2 publicada a finales de 2007 sugirió que una desaceleración en el secuestro de carbono por parte de los sumideros puede haber estar ocurriendo mucho antes de lo que los científicos lo habían anticipado.

El impacto progresivo del calentamiento global se ha analizado recientemente en la 21ª Cumbre de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, celebrada del 30 de Noviembre al 11 de diciembre de 2015. En esta ocasión se han congregado 195 países con la intención de redactar en un primer acuerdo universal de lucha contra el cambio climático. El texto en el que se recogen las conclusiones más relevantes de las discusiones y negociaciones de esta cumbre ahora deberá ser ratificado por 55 países que representen al menos 55% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Este es el acuerdo en el que tanto países desarrollados como los que están en vías de desarrollo se comprometen a gestionar la transición de una economía basada en fuentes de energía fósil hacia otra economía baja en carbono. Estas conclusiones quedan resumidas en los siguientes puntos:

●  El acuerdo adoptado es legalmente vinculante, pero no la decisión que lo acompaña ni los objetivos nacionales de reducción de emisiones. No obstante, el mecanismo de revisión de los compromisos de cada país sí es jurídicamente vinculante para tratar así de garantizar el cumplimiento.

● Con respecto a la reducción de emisiones, 187 países de los 195 que han participado en la conferencia han aceptado los compromisos de lucha contra el cambio climático que entrarán en vigor en 2020.

El objetivo primordial es mantener la temperatura media global muy por debajo de 2 ºC respecto a los niveles preindustriales, aunque los países se comprometen a llevar a cabo todos los esfuerzos necesarios para que no rebase 1,5 ºC y evitar así impactos catastróficos.

El compromiso no será fijo sino que cada país lo revisará al alza cada 5 años, para asegurar que se alcanza el objetivo de mantener la temperatura muy por debajo de 2 ºC.

Si bien no se han previsto sanciones para los incumplidores,  habrá un mecanismo transparente de seguimiento del cumplimiento para tratar de garantizar que cada país hace lo prometido.

Como objetivo a largo plazo, los países limitarán las emisiones tan pronto como sea posible, a sabiendas que el coste será más lesivo para los países en vías de desarrollo. Se pretende alcanzar un equilibrio entre la cantidad de gases emitidos y los que pueden ser absorbidos a partir de 2050, es decir, cero emisiones netas.

● El acuerdo fija que los países desarrollados deben contribuir a financiar la mitigación y la adaptación en los estados en vías de desarrollo. Los países ricos movilizarán un mínimo de 100.000 millones de dólares anualmente desde 2020 para apoyar la mitigación y adaptación al cambio climático en los países en vías de desarrollo, así como revisarla al alza antes de 2025.

● El acuerdo identifica la necesidad de poner en marcha lo que se ha llamado el Mecanismo de Pérdidas y Daños asociados a los efectos del cambio climático.

● Finalmente, el texto adoptado podrá ser ratificado durante un año a partir del 22 de Abril (Día Internacional de la Tierra), y para que sea efectivo será necesaria la firma de al menos 55 países.

El cumplimiento del acuerdo requiere avanzar de forma más decidida hacia las energías renovables, cuyos valores de instalación han disminuido notablemente en los últimos años. La  ecuación no es sencilla, pero lo cierto es que nos queda muy poco tiempo para alcanzar el pico máximo de emisiones a partir del cual el retorno ya no es posible. Lo más importante es que existe un marco legal vinculante a nivel global y debe transformarse en políticas de Estado. Si algo ha quedado claro en esta cumbre es que el cambio climático no es un tema ambiental, sino de desarrollo sostenible.

Cada país firmante deberá establecer una coordinación interinstitucional efectiva y con los diferentes sectores y actores que tradicionalmente no acompañan estas medidas, de modo de promover las energías renovables, nuevas opciones de transporte en las ciudades, la gestión integral de residuos sólidos, una agricultura sostenible, una férrea protección del entorno natural. Seguramente estos cambios implican transformar completamente la forma de planificar y diseñar ciudades y de generar energía. Se debe contar con un plan nacional de mitigación y adaptación al cambio climático que, además de ser efectivo, sea prioritario. Todo ello requiere un esfuerzo gigantesco.

El mensaje final del acuerdo queda claro: reducir el riesgo del planeta que va asociado a un proyecto de civilización. Es imprescindible cambiar de rumbo, y hay que hacerlo rápido.

Compartir:

Deja un comentario