Estas son tres palabras que representan adecuadamente, creemos, lo que piensan muchos derivantes o derivadores de pacientes a unidades de fisioterapia. No parece que sea una manera ideal de enfocar el tratamiento si se pretenden resultados atribuibles al mismo.

Desgraciadamente, lógicamente, nos podemos quejar de estas situaciones. Hoy lo escuchábamos en boca de un paciente pero  intuimos que ese es el pensamiento que subyace en muchas de las derivaciones a fisioterapia. Ante diagnósticos de difícil o infructuoso tratamiento, en trastornos crónicos, en pacientes difíciles o en pacientes demandantes, se opta, entre otras cosas, por emplear esas palabras como forma de liberarse o de pretender un placebo. En otros casos se conoce a priori la futilidad de enviar al paciente al fisioterapeuta o con la vaga esperanza de que la sapiencia de sus manos obre milagrosamente. Lo último a veces da resultado, pero no por cualidades sobrenaturales del profesional sino porque no se ha valorado convenientemente lo que la fisioterapia puede contribuir a la mejora del paciente. De suerte que, de resultas,  se beneficia se manera sorpresiva.

Si el usuario de la fisioterapia continúa con su mal seguirá reclamando una solución, principalmente al que le está tratando, el fisioterapeuta, sobre el que verterá sus quejas y decepciones. Este, puede intentar explicar al paciente las circunstancias de su lesión, o abstenerse de ello. Pero sobre todo  sentirá frustración, que su trabajo es baldío y que no se le otorga credibilidad.

Ante esto, aparte de reconocer la situación, conviene proponer un cambio de actitudes de los derivadores, un mayor conocimiento de lo que es la fisioterapia y el establecimiento de vías de comunicación más fluidas que eviten derivaciones innecesarias y repetitivas y la perennización de pacientes en unidades de fisioterapia.

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