ES LA BIBLIA

La biblia, además de ser un libro religioso, es también, según el diccionario, una «obra que reúne los conocimientos o ideas relativos a una materia y que es considerada por sus seguidores modelo ideal». Así, cuando se usa la expresión que titula esta entrada, nos referimos a algo ideal, sea conocimiento, procedimiento u opinión.

En una conversación ordinaria, entonces, decir que esto o aquello «es la biblia» quiere significar que es algo incuestionable o que debería serlo, sin someterse a reflexión o crítica. Podemos decir que eso que se dice, hace o piensa es evidente. Lo evidente es lo cierto, indudable, que se da por supuesto. Algo muy distinto a la poco afortunada traducción del inglés evidence, cuando hablamos de la pruebas necesarias procedentes de la investigación para que un procedimiento terapéutico o diagnóstico sea considerado como válido. Además, en ciencia, lo probado no llega a ser evidente sensu stricto, pues está siempre sometido a revisión.

Bien, tras esta contextualización lingüística, se entenderá nuestra sorpresa cuando en el curso al que aludimos en la entrada previa escuchamos a un profesional sanitario utilizar la expresión de «es la biblia» refiriéndose a la pertinencia de administrar o administrarse una medida antiinflamatoria en presencia de inflamación. Obviando así la fisiologicidad del proceso inflamatorio. No es nuestra intención discutir sobre si esto es correcto o no, o si depende de otras circunstancias. Este es un tema de debate recurrente en Fisioterapia y buen caldo de cultivo para las posturas naturalistas. Lo sustancial para nosotros aquí es la posición de afirmación taxativa, apodíctica de este y otros profesionales sanitarios. Como lo dicho en la biblia para el creyente se toma algo como dogma. En Fisioterapia conocemos muchos ejemplos de posturas cerradas, de escuelas, de marcos conceptuales propios que se asumen y no se someten a juicio reflexivo, constructivamente crítico. Se cree evidente lo aprendido, ideado, pensado, sin tener «evidences» (o sea, pruebas derivadas de la investigación). O desconociéndolas u obviándolas cuando refutan, desmienten o desaprueban nuestro proceder. O cuando, como la biblia, son palabra de un dios por el que sentimos admiración reverencial.

El ser humano se mueve mejor en el terreno de la certidumbre, le molesta la duda como el caminar por un terreno pantanoso, se puede sentir cómodo asentado en posiciones dogmáticas. Lo malo, o bueno, es que la ciencia es ajena a la certidumbre aunque no ceje en  el intento de aspirar a ella. Por eso a veces no entendemos como se puede creer «en las biblias».

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