MÁS DE LO MISMO (III)

Como intuimos y advertimos en el entrada previa de esta saga el tema del latente o manifiesto conflicto interprofesional entre profesionales ha sido, y será, recurrente. De nuevo otro episodio vivido por un fisioterapeuta nos ilustrará sobre una situación cotidiana en muchos servicios y unidades hospitalarias de la sanidad pública y privada del Estado español.

Como intuimos y advertimos en la entrada previa de esta saga, el tema del latente o manifiesto conflicto interprofesional ha sido, y será, recurrente. De nuevo otro episodio vivido por un fisioterapeuta nos ilustrará sobre una situación cotidiana en muchos servicios y unidades hospitalarias de la sanidad pública y privada del Estado español.

En un contexto de derivación con prescripción, emanado de un modelo presente y heredado del pasado, que se resiste a ser modificado por la inercia propia de los grandes sistemas sanitarios, los fisioterapeutas aplican sus tratamientos con criterios ajenos. No recuperaremos nuestros argumentos lapidarios, razonados, sobre esta situación. La Fisioterapia es una parte tan insignificante en los mastodónticos servicios de salud que recordarlos será, probablemente, clamar en el desierto. Esperemos que otros gestores descubran esta nimia representación de la ineficiente administración de la sanidad española.

Sin embargo, relataremos de nuevo un ejemplo concreto de las situaciones a las que esta forma de funcionar nos lleva y de las connotaciones éticas que de él se puedan extraer. Vamos pues. Un médico especialista en Rehabilitación, el cliente, nos pide aplicar unos determinados tratamientos a un paciente. Lo de pedir es un eufemismo, pues sea la relación cordial, amistosa o distante, en realidad la derivación lleva implícita o explícitamente una dirección, tutela o imposición. De otra manera el sentido de la derivación no tendría sentido. El fisioterapeuta decide que alguna de las peticiones no está de acuerdo con sus conocimientos basados en su experiencia pero también, menos mal, en lo publicado sobre situaciones similares. Obra en consecuencia, según lo que le exige el código deontológico y su lógica responsabilidad.  Lamentablemente, creemos, esto desata comentarios airados por el médico derivante, que reclama la supremacía de su criterio y el restablecimiento del tratamiento pautado. Como ya sabemos, esto no es otra cosa que negar al fisioterapeuta el desarrollo de su trabajo acorde a sus competencias legalmente reconocidas.

El fisioterapeuta, como hemos dicho en otras ocasiones, normalmente no obra según su criterio sino que tiene muy en cuenta lo que se le ha sugerido. Pero, ¿y si no está de acuerdo con lo prescrito? Queremos pensar que esta falta de acuerdo está fundamentada. Cotidianamente el origen de la discrepancia puede estar en:

  • Prescripción de formas de tratamiento con demostrada ineficacia/ineficiencia
  • Prescripción de formas de tratamiento sin apoyo de evidencia científica
  • Obstaculización de la aplicación pertinente y autónoma de técnicas o procedimientos
  • Rigidez de prescripciones no acordes con la situación real del paciente por evolución de la misma
  • Pacientes con escasas posibilidades terapéuticas desde el inicio de le fisioterapia
  • Ausencia de objetivos terapéuticos concretos
  • Prolongaciones injustificadas tras agotamiento de posibilidades terapéuticas o estacionamiento del cuadro
  • Desatención a la implicación del paciente en su recuperación y fomento de la dependencia de la atención dirigida
  • Como consecuencia de los cuatro puntos anteriores pacientes con necesidad perentoria de fisioterapia pudieran ser víctimas de listas de espera engordadas y dilación del inicio de tratamiento
  • Otras (esto siempre queda bien al final de una lista, pero seguro que el lector las encuentra)

Evidentemente en el marco de una relación cordial y fluida en aras del bien del paciente mucho de lo anterior se puede superar. Pero, para nosotros, la cuestión es que nos resulta difícilmente asumible que, por todo lo argumentado en otras entradas, esto haya de sostenerse en los actuales términos. El dilema ético que se le presenta al fisioterapeuta, ateniéndose a las normas de la deontología profesional, sólo puede eludirse asumiendo una postura pancista, resignada, desentendida, sumisa. ¿Qué hacer cuando seguir lo recomendado supone un derroche de recursos?, ¿cuando las propuestas se alejan del estado actual de la ciencia?, ¿cuando la asistencia a fisioterapia supone al paciente un sacrificio personal y familiar sin recompensa?, ¿cuando el profesional hace algo en lo que no cree?, ¿cuando el estudiante es testigo de algo que contraviene lo que le dicen en la universidad por la que paga él y el resto de los contribuyentes? Si confiamos en la bonhomía de las partes seguro que algunas cosas pudieran solucionarse. Pero sin modificación de un statu quo  injustificado y gravoso en muchas ocasiones. Otras veces el acuerdo ni siquiera es viable dada la asimetría relacional, de la que también hemos hablado.

Como fisioterapeutas, como profesión, ¿hemos de aceptarlo?. Por enésima vez ¿debemos renunciar a que lo que emocional, familiar, económicamente hemos invertido en ser unos profesionales competentes? ¿Por qué no puede ser la Fisioterapia una profesión que desarrolle sus competencias en colaboración pero sin la custodia, la orientación, el amparo de otros profesionales? Créanos el lector, no llegamos a entenderlo. Quizás alguien pueda ayudarnos a hacerlo.

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