FÁRMACOS PARA LA INCONTINENCIA URINARIA

En la mayoría de nuestros pacientes es relevante la medicación que están tomando, tanto si está relacionada por el problema por el que acude como si no. En algunos casos será de una importancia capital, pues condicionará nuestra intervención. En otros la fisioterapia y la farmacología actuarán en sinergia. En otros, incluso pueden resultar incompatibles. Hoy nos ocupamos de la medicación en caso de incontinecia de orina.

En la mayoría de nuestros pacientes es relevante la medicación que están tomando, tanto si está relacionada por el problema por el que acude como si no. En algunos casos será de una importancia capital, pues condicionará nuestra intervención. En otros la fisioterapia y la farmacología actuarán en sinergia. En otros, incluso pueden resultar incompatibles. Hoy nos ocupamos de la medicación en caso de incontinencia de orina.

Para ello recurrimos, como en otras ocaciones, al recurso «de apoyo para la toma de decisiones clínicas avanzado y actualizado continuamente» UpToDate, contratado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad para la Sistema Nacional de Salud.

En primer lugar, la paciente con alguno de los tipos «puros» de incontinencia urinaria, de esfuerzo o de urgencia, y en situación peri o posmenopáusica puede beneficiarse de tratamiento tópico vaginal. Puede ser en forma de cremas, anillos o comprimidos vaginales. Las sustancias aplicadas son estrógenos que contrarrestan la atrofia vaginal. Sus efectos pueden demorarse hasta tres meses. La terapia estrogénica sistémica no se aconseja porque, contrariamente a lo que pudiera pensarse, puede empeorar la incontinencia urinaria.

En el caso de la incontinencia de esfuerzo el abordaje farmacológico parece que tiene escaso apoyo.  Se puede pensar en los inhibidores de la recaptación de adrenalina y noradrenalina, como la duloxetina. Si hay concurrencia de depresión e incontinencia de esfuerzo puede justificarse su uso. No es el caso de los agonistas alfadrenérgicos, que estimulan la contracción del esfínter liso, actualmente no recomendados.

Donde la medicación tiene más justificación es en el caso de incontinencia de urgencia, siempre que las medidas iniciales (modificación de estilo de vida y/o factores favorecedores, entrenamiento vesical, ejercicio del suelo pélvico, estrógenos tópicos) hayan sido ineficaces. En todo caso, cuando se recurre a la medicación combinarla con esas medidas aumenta las posibilidades de mejora. Los fármacos en este caso son los antimuscarínicos y mirabegrón (terapia betadrenérgica). Si el problema es la hiperactividad vesical el tratameinto es similar.

Los antimuscarínicos son parasimpaticolíticos, es decir, obstaculizan la acción del sistema nervioso parasimpático, precisamente el encargado del vaciado de la vejiga. Parece que los estudios muestran una reducción de la incontinencia de urgencia, aunque no sería completa. Entre ellos están darifenacina (no comercializada en España), fesoterodina (Toviaz®), oxibutinina (Ditropan®), solifenacina (Vesicare®),  trospio (Uraplex®)  y tolterodina (Detrusitol®).

La eficacia de los mismos es similar y el efecto puede mostrarse tras varias semanas. El médico monitoriza la efectividad, los efectos secundarios, las contraindicaciones y/o interacciones medicamentosas, y establece el régimen o los cambios necesarios. Los demás profesionales que pueden participar en el proceso de la incontinencia, como los fisioterapeutas, también deberán atender a los efectos de la medicación y, de considerarlo relevante, instar al paciente a consultar al médico o comunicárselo directamente.

También se pueden combinar ambos tipos de medicación en casos de imposibilidad de aumento de dosis de los antimuscarínicos. Combiene decir que los efectos secundarios más habituales de estos anticolinérgicos son la boca seca (son xerostomizantes) y el estreñimiento. Ante lo primero una respuesta comprensible es aumentar la ingesta de agua, con lo que se puede empeorar la incontinencia o la vejiga hiperactiva.

Terminamos, como en otras entradas, insistiendo en la necesidad de revisar la medicación de nuestros pacientes por las implicaciones que puede tener en nuestro tratamiento o, simplemente, por nuestra condición de agentes de salud.

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