A veces el tiempo nos hace perder la perspectiva de las cosas. O distorsionarla. La Fisioterapia, entendiendo como tal al cuerpo de integrantes de instituciones académicas y a los colegios profesionales, ante la necesidad de reconocimiento y cimentación de una joven disciplina, se subió al carro de la Medicina Basada en Pruebas (o evidencias). Lo hizo de forma entusiasta, empujada por una corriente dominante en las profesiones sanitarias. Pudo ser necesario, incluso inevitable, pero en el camino quizás no consideramos algunas peculiaridades de nuestra profesión.

En una reciente publicación en su bitácora Carlos López Cubas aludía a las diferencias entre el contexto investigador y la realidad de los pacientes que acuden al fisioterapeuta (o a cualquier otro sanitario). Titulaba la entrada Crisis científico-clínica, y explicaba somera pero acertadamente las discrepancias entre el objeto y la muestra de un estudio y un paciente de cualquier hospital o clínica. En efecto, la cantidad de variables que rodean al paciente y a la intervención hace difícil su control, tal y como se pretende en un ensayo bien diseñado. En los estudios se trata de minimizar los sesgos y normalizar las distintas situaciones, algo poco accesible en la cotidianidad de la fisioterapia.

Nosotros hicimos una reflexión al respecto en un editorial de la revista fisioGlía (1), parte del cual  rescatamos aquí para consideración del lector:

«La Fisioterapia Basada en Pruebas (FBP), así preferimos llamarla algunos, se ha convertido en el paradigma de la fisioterapia científica, virtuosa, adecuada, útil. Como remedo del movimiento en la Medicina, pensamos que era la manera de buscar el reconocimiento y el respeto de las demás disciplinas y el camino para manifestar nuestra valía. Muchos, entendemos que con buenas intenciones, asumieron con un ímpetu extremo los principios de la FBP. Así, se comprueba en algunos comentarios cómo se busca una consideración rigurosa de lo afirmado en los estudios publicados. Quizás eso haya llevado a perder de vista que cuando se habla de aplicar los resultados de la investigación a la práctica se dice también que la experiencia del clínico, el contexto y las preferencias del paciente juegan un papel tan o más importante que lo primero. Todo eso es práctica basada en evidencias. Sus precursores ya lo dijeron, aunque el tiempo haya hecho perder esa noción a muchos. La Fisioterapia, más la fisioterapia manual, es en multitud de ocasiones una “intervención compleja” en elementos, interacciones entre los mismos y variabilidad, que la aleja del concepto de intervención tipo aplicable y reproducible en los sujetos estudiados. Por lo tanto, no nos podemos conformar con mimetizar diseños propios de la investigación farmacológica. Habremos de ser más imaginativos y tal vez más flexibles. Pero, aún reconociendo lo que acabamos de decir, creemos firmemente en la FBP como modelo a seguir».

En efecto, como mínimo, la Práctica Basada en Pruebas (PBP) supone la interacción entre:

Esta interacción tiene como objeto dar valor a la intervención terapéutica y/o diagnóstica. No es tan sencillo como las intersecciones de la imagen. La magnitudes de las mismas pueden ser más o menos amplias. Además intervienen otras muchas variables medibles y otros imponderables. Supone una trama compleja de vectores con una resultante en términos de salud/alivio/mejora, y con un elevado grado de incertidumbre en todo el proceso. En términos positivos no supone menoscabar la «autoridad» del investigador, sino considerar los hallazgos de la investigación y enriquecerlos con la experiencia, la pericia o el «ojo clínico»; considerando siempre las peculiaridades, valores y opciones propias del paciente; y considerando la influencia del contexto.

Así pues, hagamos una fisioterapia científica, investiguemos, difundamos los hallazgos de la investigación; seamos constructivamante críticos con  los mismos; y apliquémoslos considerando el aquí y ahora del paciente.

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Referencias:

1. González-García, JA. A vueltas con la evidencia (Editorial). fisioGlía 2014, 1(3): 46.

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