Ciertamente no es un título muy original para las fechas que corren. O acabamos de disfrutar de ellas, o estamos en ellas, o paladeamos con antelación esas sensaciones de un cercano tiempo de viaje, ocio, descanso, idas y venidas, o un poco de todo. Los sanitarios no somos una excepción a las vacaciones. Cada uno según sus circunstancias podrá dejar consulta, centro u hospital, con mayor o menor holgura dependiendo de la coyunturas laborales. En cualquiera de los casos, usuarios o pacientes tendrán que prescindir de nuestros servicios.

Como otros veranos, entre cada una de nuestras vacaciones partidas, trabajamos con trasiego de compañeros y pacientes que se van o regresan. Son épocas de cierta languidez hospitalaria, en las que es muy fácil caer en la procrastinación. Ya vendrá septiembre con aire que nos empuje hacia algún proyecto, a retomar algo abandonado o diferido sine die o terminar eso que en junio nos pareció que podía esperar.

Ese clima de flojera, al que ayuda también el otro clima, se deja notar en la dinámica de nuestras unidades. La plantilla disminuye, con ello el número de pacientes y la actividad en general. No es el momento para reuniones, planes, sesiones clínicas o propuestas.

El paciente percibe a buen seguro esa situación. Y la comprende, son momentos del merecido descanso que todos tenemos o deberíamos tener. Ahora, eso no significa la ausencia de inconvenientes. Hemos transitado por estos espacios temporales como usuario de la sanidad, y resultan ciertamente incómodos. El interlocutor habitual deja paso al suplente, percibes la inexperiencia del profesional novicio cuando es el caso, repites una y otra vez la misma historia para poner al día a los nuevos o al recién llegado de vacaciones. Cuando oímos hablar de la humanización, te das cuenta de que a veces es casi imposible casarla con las situaciones inevitables de las estructuras sanitarias.

Y las unidades de fisioterapia no son ajenas a lo anterior. Se dan casos en los que, por mor de las ausencias de los titulares y de las sustituciones o suplencias, un mismo paciente puede ser atendido por tres o cuatro fisioterapeutas durante el verano. Además de la aludida repetición de lo que le pasa se puede llegar a «sufrir» la variación de enfoque con el que se aborda el tratamiento. Hemos hablado en más ocasiones de la variabilidad en la práctica clínica. Es algo habitual en todas las profesiones sanitarias y no tiene por qué producir perjuicio al paciente. Pero entendemos que pueda ser desconcertante cómo el fisioterapeuta anterior «no me tocaba» y «me mandaba ejercicio» y ahora, el nuevo, «me estira, me mueve y me da masaje». O la situación inversa. Es normal que pueda causar cierta desconfianza ver cómo «mi problema» se aborda de manera tan diferente.

No parece fácil solventar los trastornos de la ausencia del profesional habitual, o del transitar por varios profesionales y distintos tratamientos. Una actitud prudente ante los comentarios, peticiones o comparaciones sobre ello, un interés por conocer lo hecho anteriormente y no cambiarlo abruptamente, la explicación de los cambios que sugerimos y hacer uso de la historia clínica como instrumento en el que vehicular lo que hacemos y lo que proponemos parecen medidas que puedan mitigar lo fastidioso de las variaciones estivales. Así, todos contentos.

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