ME HA TOCADO UNA BECA, ¡LÁSTIMA!

Cualquiera en sus sanos cabales se alegraría de que le concedieran una beca. Es el caso, aunque con un poco de pesar. El pasado 25 de abril se celebró la asamblea general de los fisioterapeutas colegiados en la Comunidad de Madrid. Y en ella es costumbre el sorteo de becas de formación entre los asistentes. Nunca nos ha tocado la lotería, al menos en una cantidad notable, pero sí hemos sido agraciados tres veces con este premio a la asistencia.

Créanos el lector que no hay arreglo para favorecernos. Hemos participado en el Colegio de Fisioterapeutas de Madrid activamente en la elaboración de su revista mensual hace casi veinte años, hemos redactado multitud de artículos para la misma en años posteriores; y hemos disfrutado de la participación y apoyo de la entidad colegial en eventos organizados para la profesión como las cinco Jornadas Interhospitalarias de Fisioterapia y la más reciente Jornada de Prácticum. Pero no, no nos han favorecido en el sorteo. Ha sido una pura cuestión de azar. Desgraciadamente.

Sin ponernos trágicos, decimos desgraciadamente porque ese azar era de probabilidad fácil.  En las distintas asambleas a las que hemos acudido no recordamos haber llegado nunca a la centena de presentes. En esta ocasión dudamos si llegaban a cuarenta. Así cualquiera. Recordamos haber usado la bitácora al menos en otras dos ocasiones para quejarnos de la poca implicación del colectivo en el Colegio. Lo hicimos en una entrada en 2010 y de nuevo al año siguiente. A riesgo de parecer pesados, reiterativos y gruñones no nos hemos querido escapar a la crítica de la «asamblea vaciada»,  haciendo uso de ese adjetivo que se oye últimamente en otros planos reivindicativos. Esa crítica pretende ser constructiva. Si en 2011 parecía haber 7200 razones para no asistir este año debió haber más de 11000.

Entrada del CPFM. La mayoría de sus propietarios no saben ni dónde está.

En el pasado año hubo elecciones para elegir al equipo que gobierna el colegio. La participación fue destacada por muchos, aún sin llegar a 1000 votos, si no recordamos mal. Es decir, ni el 10% de los colegiados. Los números nos delatan. Eso es incuestionable. Tiraremos de expresión hecha: mal de muchos, consuelo de tontos. No creemos que haya mucha diferencia con otros colectivos, sanitarios o no.

A partir de aquí toca, de nuevo, pensar en como involucrar al colegiado. Recordemos que la colegiación es obligada, pero eso no debe servir para la aquiescencia ante esta falta de implicación. Hay que ser realista. No se va a lograr una movilización masiva, ni siquiera es necesario. Todos tenemos muchas ocupaciones y preocupaciones. Pero notar que una porción mayor de los profesionales se preocupan una miaja por algunos de los aspectos que afectan a su profesión y, consecuentemente, a su trabajo, a lo que les sirve de sustento, a las condiciones de su entorno laboral, sería algo sano. Porque, quizás, los que nos gobiernan sentirían respaldo y acicate para trabajar más y mejor por la profesión; porque con ello, posiblemente, las condiciones en las que ejercemos pudieran ser mejores y nuestra labor más reconocida; porque, como profesión sanitaria, sentiríamos que nuestra capacidad de ayuda pudiera ampliarse y potenciarse; porque la fortaleza del grupo aumentaría; porque un colegio vital y potente puede ayudarnos en muchas cosas.

En fin, basta de monsergas. Esperamos que las nuevas generaciones aporten savia más reactiva que nos estimule a los más veteranos. Y esperemos que la cosa cambie y con ella la profesión en su conjunto.

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