COVID-19, UCI, ENFERMERÍA, UNA SEMANA

Estos días están siendo de emociones intensas. Como en la entrada previa sobre el coronavirus, escribimos en momentos de vivacidad, con pensamientos impetuosos, cambiantes, buscando sin embargo una reflexión sosegada. Situación insólita, hasta para los más mayores que creyeron haberlo visto todo. Y, entre esas vivencias  y sensaciones,  compartidas unas y otras íntimas, están la del trabajo de equipo con otros compañeros de distintas profesiones. 

Llevamos ya una semana de confinamiento masivo. Para el que esté leyendo esto desde el futuro, será un recuerdo difícilmente neutro. No nos podemos imaginar esta situación sin esta aparente ambigüedad de semirreclusión hiperconectada a través de televisión a la carta, radio, dispositivos móviles y la menos moderna reunión terraceocrepuscular a las 20 horas para el aplauso colectivo.

Hace siete días estábamos en ciernes de un trance del que no sabemos cuánto durará. Como ciudadano «sólo» se espera disciplina en el mayor grado de aislamiento posible. Para muchos supone una jodienda considerable. Pero todo se relativiza cuando vemos el sacrificio personal, familiar y laboral de cientos de miles de personas que siguen en  sus puestos para apoyar, aliviar o resolver esta situación. Transportistas, trabajadores de distribución y comercio alimentario y de material sanitario, protección civil, seguridad y policía, limpieza, etc., etc., etc. Sin embargo, los que están presentes en nuestras mentes ahora son, sobre todo, los profesionales de la salud, incluidos todos los que trabajan en el sector (celadores, personal de servicios como lavandería, administrativos, operadores de telefonía, gestores,…).

Como fisioterapeuta veremos qué nos deparan las próximas semanas o meses, en las que las consecuencias de neumonías, ventilación mecánica, encamamiento, desacondicionamiento,…habrán de suponer una demanda nueva y una readaptación de magnitudes aún por determinar. Ahí estaremos. Pero, como profesionales sanitarios, en la etapa más intensa de la pandemia hemos tenido que reconfigurar nuestra aportación. En nuestro caso asistimos a la UCI, un entorno de trabajo cotidiano pero con labores diferentes a la específicas de la fisioterapia, participando en pronación y «despronación» de pacientes sedados y conectados a respirador.

Cada mañana subimos dos fisioterapeutas, cambio de uniforme y enfundamiento del equipo de protección individual (EPI). Allí está el grupo, hasta cinco componentes, médico, enfermero, auxiliar de enfermería (TCAE), celador,…En ocasiones proceden de otras unidades y especialidades, también se han reubicado allí donde su experiencia es más necesaria en estos momentos. La palabra EQUIPO adquiere aquí todo su significado. Todas las piezas del engranaje trabajan en su tiempo con precisión, en sinergia, con pequeños desacoples que se subsanan de inmediato, cada día mejor con la experiencia.

Todos somos importantes, imprescindibles para procurar que los valores que marca el monitor se mantengan en rango, que el paciente se posicione correctamente. Además, quedan otras muchas tareas que observamos de lejos. Y nos damos cuenta de la ingente labor de todos. Pero permita el lector que destaquemos el trabajo de los enfermeros y enfermeras. Solvencia, constancia, detalle, fluidez, son palabras que nos venían a la cabeza. La experiencia hace binomio perfecto con el conocimiento para corregir, proponer y adelantarse en el procedimiento. Cuando el médico no es el habitual de la unidad, la enfermera guía y propone con sutileza decisiones sobre la marcha que no admiten pausa. Dirige al equipo, a sabiendas de que nuestra torpeza inexperta puede trastocar el proceso casi milimétrico. Todo eso y más han renovado nuestra admiración por estos profesionales.

La Fisioterapia, como disciplina académica, en su versión contemporánea, nace de la Enfermería. Fue una especialidad de la misma, hasta su emancipación hace apenas 40 años. Aún hoy hay muchos fisioterapeutas que previamente fueron enfermeros y enfermeras. Nuestra relación es histórica, pero sobre todo es cotidiana en centros de atención especializada y primaria. Hay vínculos académicos, profesionales y hasta emocionales. Estos últimos son los que han aflorado en estos días tan difíciles en la UCI.

Para algunos se establecen relaciones jerárquicas, se sobrevalora lo propio, se mira por el encima del hombro a otros profesionales. No es lo que hemos experimentado estos días. Cada uno tiene sus competencias, pero si no se articulan y ensamblan con las de los demás, el sistema no funciona. Quizá habrá profesionales de Enfermería que sintieron en su día cierto complejo o estudiaron la carrera porque era una opción «viable» en sus vidas. Hoy me atrevo a decir que es una profesión admirable en el más extenso sentido de la palabra. Acertasteis. No por ser manido vamos a dejar de decir aquí aquello de  «mi respeto y mi admiración a todos los enfermeros y enfermeras«. Nos vemos en el hospi.

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