En las últimas semanas el sistema sanitario y los distintos elementos constitutivos de nuestra sociedad en su conjunto, y los individuos que la formamos, nos hemos visto sometidos a un nivel de tensión con pocos precedentes cercanos, al menos en su intensidad.  La reacción ante la crisis sanitaria, laboral o económica por la Covid-19 ha sido dispar, con luces y sombras, con comportamientos admirables, criticables o reprensibles.

Todo eso tendrá un análisis pormenorizado y aparecerá en los libros de Historia. En lo personal, cada uno tendrá que sacar sus propias conclusiones y aprendizajes. Y nos planteamos qué ha supuesto en la vida de los profesionales sanitarios. Muchos han estado en primera línea, al borde de la cama del paciente, otros respaldando la labor de aquellos, en logística, laboratorio, farmacia y transporte, entre otras tareas.

En entradas previas hemos hablado de la implicación de la pandemia en la labor de los fisioterapeutas y en la nuestra personal. Está por ver si eso supondrá cambios en nuestro trabajo cotidiano en las UCI y en otras plantas de hospital, en los tratamientos de los pacientes ambulatorios, en las residencias o en las clínicas de fisioterapia privada.

Lo que sí tenemos claro es que estos más de 50 días desde el inicio de la alteración en nuestra actividad hospitalaria han supuesto un cúmulo de aprendizajes implícitos y explícitos que esperamos sean de provecho para el futuro. Las situaciones novedosas han espoleado ganas de aprender individualmente y como colectivo con multitud de actividades formativas y divulgadoras en línea y a través de las redes sociales. Esas ganas responden a la necesidad adaptativa a un entorno cambiante, pero también a la motivación intrínseca.

La motivación intrínseca implica una intención para actuar o para modificar nuestra conducta. Nos empuja hacia un comportamiento sin un desencadenante externo que nos premie o satisfaga, sino por nuestra necesidad de sentirnos competentes, de sentirnos causa de nuestra acción. Son muchos los fisioterapeutas que han sido proactivos y han intentado aportar en un momento de desconcierto inicial en los hospitales, en el que nos encontrábamos un tanto desubicados. Sin duda, deberíamos aprovechar ese impulso para propiciar cambios que supongan una mejora.

Para ello, para mantener ese grado de motivación intrínseca o para incentivar una transición hacia unos procesos más eficientes e integrados es necesario tener en cuenta los mecanismos cognitivos que subyacen a nuestra manera de actuar. Someramente, según la teoría de la evaluación cognitiva de Deci y Ryan, el grado de percepción de la capacidad de hacer, de la propia competencia, y el grado de autonomía, de control sobre lo que se hace, van a ser catalizadores de la implicación del profesional.

En cuanto a la autonomía, sabemos que, en el marco actual de la atención hospitalaria pública y privada, muchos fisioterapeutas están sujetos a decisiones de otros profesionales sobre su actuación. Esta desconsideración hacia su competencia puede ser desmotivante, en términos de iniciativa y participación. Insistimos, desde una perspectiva psicológica.

En cuanto a la competencia, tenemos que ligarla a la capacidad de afrontar temas, parcelas, técnicas, procedimientos. La formación teoricopráctica es una parte nuclear. Con ella podemos afrontar con solvencia la demanda en áreas como las UCI. Vemos como muchos colegas perciben falta de preparación, y sin ella es muy difícil la motivación por integrarse en tareas o equipos especializados. Las universidades han de considerar las prioridades formativas y, tal vez, reorientar una carrera con déficits de contenidos evidenciados en esta crisis.

Con un grado de preparación adecuado llegaremos, los que no estamos ahí, a una percepción de dominio, de competencia, de eficacia que se ha de casar con un grado de autonomía profesional que atenúe la situación de dependencia, jerarquía o sumisión que muchos fisioterapeutas describen. Sólo así lograremos implicación del profesional para iniciar o persistir en procesos de mejora. Sólo así llegaremos al «reto óptimo», aquel en el que hay correspondencia en la dificultad de nuevas tareas y nuestra capacidad para afrontarlas. El objetivo es llegar a lo que el psicólogo de apellido impronunciable Mihály Csíkszentmihályi, denomina «situación de flujo«, en la que nos sentimos involucrados en aquello que nos creemos capacitados, de tal forma que encontramos placer en la actividad dominada, la desarrollamos sin esfuerzo, sin ansiedad ni aburrimiento. ¿Estamos dispuesto a fluir?

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Referencias:

María Teresa Sanz Aparicio. Psicología De La Motivación. Editorial Sanz y Torres, S.L. 1ª ed. Madrid (2017).

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