LA HISTORIA CLÍNICA Y EL ESTUDIANTE
La formación en las carreras sanitarias comprende un extenso número de competencias de carácter técnico-procedimental. Su adquisición se produce en prácticas simuladas o de laboratorio, generalmente en las universidades. Además, como elemento imprescindible para la preparación a un desempeño real, se desarrollan prácticas clínicas como asignatura que, en nuestro entorno, se denomina prácticum.
Volvemos sobre este asunto, en este caso a raíz de la dudas que nos surgen cuando el estudiante se asoma un año más al hospital y se ponen pegas para su acceso a los datos clínicos. El número de estudiantes de Ciencias de la Salud en el ámbito universitario rondan el cuarto de millón (1). Eso supone un esfuerzo considerable para propiciar y financiar su formación en centros sanitarios. Suponemos que la calidad de las prácticas es variable, pero preferimos asumir que se aspira a una consecución de las mismas que suponga un desempeño clínico-asistencial solvente y científico.
La atención sanitaria conlleva el manejo de conocimiento teórico-práctico e información adecuados a cada caso, en un entorno dinámico, cambiante como es la propia biología de la salud. Además, el abordaje suele ser, sobre todo en el ámbito hospitalario, multidisciplinar. Manejamos datos objetivos, impresiones, experiencias, habilidades propias y coordinadas con otros profesionales. Todo eso posee un extraordinario e imprescindible instrumento de compartición que vehicula el flujo de información, la historia clínica electrónica. Hemos escrito previamente del tema en esta bitácora, siempre otorgándole ese papel esencial. Naturalmente, habrá sitios o entornos en los que la historia clínica sea en papel o no estará en red. Incluso habrá sitios donde tenga un desarrollo “testimonial” o ni siquiera exista una parcela en ella para algunos profesionales. Pero asumimos que eso no es lo correcto, por no decir que no es es lo legal.