CORONAVIRUS Y FISIOTERAPIA
Suponemos que a estas alturas, con una situación de alarma y excepcionalidad en todos los ámbitos de la vida de la mayor parte de la población, se han escrito, y se escribirán, miles de artículos en todo el mundo. Escribimos desde la inmediatez, en la etapa álgida de una situación que durará todavía unas semanas.
Domingo por la tarde. En una ciudad española a 18ºC, sol y nubes. No se ve un alma por la calle, no hay vehículos y se oye el trino de los pájaros. Está prohibido moverse por la vía pública si no es por situación de necesidad. Se apela a la responsabilidad individual y colectiva para aminorar el ascenso de nuevos contagios por el coronavirus que aumenten descontroladamente los casos de COVID-19. Debemos evitar el colapso del sistema sanitario. Un panorama apocalíptico, o casi, y la sensación de estar participando de un hecho histórico que esperamos contar a los nietos. No podemos evitar acordarnos de la película Contagio (2011). La aconsejamos, aunque mejor fuera de este contexto.
El lector puede estar, como nosotros, en la fase crítica. Ahora mismo podríamos transmitir muchas sensaciones personales y percibidas de otros, aunque el encierro limita nuestra visión del panorama. Por mencionar algunas cosas, sentimos emoción por atisbar desprendimiento, solidaridad, agradecimiento, compromiso. Incluso apertura de miras, comunión con el vecino de barrio, ciudad y país. Claro, la hipercomunicabilidad del móvil nos espeta la irresponsabilidad, el egoísmo que desprecia al otro, la irreverencia de muchos, que nos han conducido a contagios evitables. También nos recuerda que las disputas, los recelos, el afán de protagonismo de muchos políticos no encuentran freno, ni siquiera cuando es políticamente correcto mostrar acuerdo aunque sea fingido. Pero quedémonos con lo bueno, por ahora.