Universidades y monasterios

El artículo La cultura enclaustrada de Rafael Argullol, publicado en El País el pasado, sirve como punto de partida de reflexión sobre el papel de las universidades y los centros de generación de conocimiento, en el momento presente. Manuel de León dedica una (auto)crítica a una comunidad académica que, según afirma, está tan preocupada por la producción masiva de papers, imprescindibles para conseguir una carrera universitaria, e inmersa en miles de normativas burocráticas esterilizantes, que no dispone ni de tiempo ni de incentivo para generar reflexiones  profundas, tan necesarias para el debate social.

Rafael Argullol

El pasado 5 de abril viajé a Rio de Janeiro desde Madrid, un largo viaje de más de diez horas que permiten leer una novela, realizar algunos informes académicos, y repasar detenidamente un periódico, en este caso, El País. Y pude disfrutar de un excelente artículo que me lleva a esta reflexión de hoy (a fin de cuentas, un blog puede funcionar como el pico de la mesa del Gran Wyoming).

El artículo en cuestión es del escritor Rafael Argullol, y se titulaba La cultura enclaustrada, pero que también podría haberse titulado La ciencia enclaustrada. Argullol cuestiona el papel de las universidad en el debate social. Echando una vista al pasado, con la llegada del Renacimiento, las universidades fueron quienes abrieron e hicieron llegar a la sociedad los tesoros culturales y científicos que habían permanecido en los monasterios bajo la tutela de los monjes. Las universidades mantuvieron ese debate vivo por siglos, aportando ideas y creatividad. Y esto ha continuado así hasta hace unos años, con universidades con una cierta tendencia endógena, pero, a pesar de ello, sin renunciar a la creación.

Argullol ya no confía en que esto siga siendo así hoy en día, en un momento en el que sería mas necesario que nunca. Literalmente, afirma: «El problema es que la universidad actual se ha convertido, por inseguridad, cobardía u oportunismo, en cómplice pasivo de la actitud intelectual que debería combatir. En lugar de responder al desafío arrogante de la ignorancia ofreciendo a la luz pública propuestas creativas, la universidad del presente ha tendido a encerrarse entre sus muros. Es llamativo, a este respecto, la escasa aportación universitaria a los conflictos civiles actuales, incluidas las crisis sociales o las guerras».

Nos estamos encerrando en un universo autista y oscurantista, y pareciera que quisiéramos volver a enclaustrarnos para conservar el inmovilismo académico en unos nuevos recintos monásticos

¿Cuál es la causa de este hecho? Nos estamos dedicando a la producción masiva de papers, imprescindibles para conseguir una carrera universitaria, e inmersos además en miles de normativas burocráticas esterilizantes. Las reflexiones más profundas no son ni propiciadas, ni  adecuadas para el progreso de una carrera académica. Como consecuencia, nos estamos encerrando en un universo autista y oscurantista, y pareciera que quisiéramos volver a enclaustrarnos para conservar el inmovilismo académico en unos nuevos (pero mucho más pobres desde el punto de vista intelectual) recintos monásticos.

Hasta aquí llega la reflexión de Rafael Argullol, aunque este resumen no hace honor a la excelente prosa del escritor, y recomiendo por tanto la lectura atenta del artículo original.

Si echamos un vistazo a lo que ocurre en nuestros campus universitarios encontramos una confirmación de las tesis de Argullol, y en dos sentidos. Por una parte, es verdad que la actividad investigadora se está guiando (y no solo en España) por puros intereses de números: conseguir publicaciones en revistas a ser posibles bien colocadas en los ranking de citaciones, aunque nos estemos reduciendo a resultados puramente acumulativos o extensiones más o menos directas de resultados previos. Pero no hay tiempo para una reflexión a fondo, para un análisis del estado del arte que suponga un salto de algún orden de magnitud. El sistema no premia esto, especialmente en el caso de España, donde las acreditaciones se consiguen fundamentalmente por esta labor continuada de recolectores incansables que van acumulando puntos.

Faltan los pensadores que trasciendan los muros universitarios y hagan oir su voz autorizada en los foros sociales

Por otra parte, también es verdad que faltan los grandes nombres, los pensadores que trasciendan los muros universitarios y hagan oir su voz autorizada en los foros sociales. Es verdad también que los medios de comunicación españoles están sufriendo una de sus peores crisis (y no me refiero solo a la económica). Los espacios son cada vez más reducidos para que se de cabida a una reflexión sólida. Sin embargo, las oportunidades que ofrecen los nuevos medios de comunicación no están siendo aprovechadas.

Son por lo tanto tiempos peligrosos, donde ideas de bajo contenido intelectual pueden hacerse un hueco. Los pensadores son más necesarios que nunca.

Manuel de León (CSIC, Real Academia de Ciencias y Academia Canaria de Ciencias) es Director del Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT) y vocal del Comité Ejecutivo de IMU.

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