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La lectura del libro “Veo una voz” de Oliver Sacks nos ha abierto los ojos a un mundo que desconocíamos: el mundo de los sordos, o mas bien diríamos, “el pueblo sordo”.  La primera pregunta que nos hacemos es: ¿cómo podemos ignorar a toda esta gente que nos rodea, y que nos resulten invisibles/inaudibles?

Tenemos que decir que se han dado tres confluencias (afortunadas, al menos para nosotros personalmente). Una, la lectura del libro de Sacks (cada vez que se abre uno de sus libros, se abre un mundo nuevo); otra, la celebración del primer curso CorBi en La Coruña sobre neurociencia y matemáticas (hablaremos pronto de esto en otra entrada); y la tercera la reciente entrada en este blog sobre la misteriosa ley de Zipf. Así que pensamos, ¿habrá una ley de Zipf para el lenguaje de los sordos?

Pero vamos primero a hacer un breve resumen de la historia del pueblo sordo, porque quizás corresponda denominarlos de esta manera. Durante siglos, a los sordos se les consideró en muchas ocasiones como deficientes mentales, idiotas, a los que incluso se les negó derechos como heredar propiedades, casarse, o instruirse. Sin embargo, esta situación comenzó a cambiar a mediados del siglo XVIII. Porque la sordera produce incomunicación, sin la cual no se desarrolla la capacidad intelectual, y nuestra cultura (y ese es un punto que Sacks desarrolla brillantemente en su libro) la capacidad intelectual es altamente dependiente de la comunicación, primero con nuestros padres, y después con nuestro entorno.

Abbé Charles-Michel de l’Épée

Hay diferentes tipos de sordos, los que nacen así, los que sufren la sordera en una determinada etapa de la niñez, y los que la afrontan en la madurez. Un nombre propio destaca en la historia de la emancipación de los sordos, el abate De l’ Epée, inspirado en el lenguaje de los sordos pobres y vagabundos de París. El abate no podía consentir que esas almas se perdieran para Dios y se acercó con humildad a ellos, abordando el lenguaje de señas con respeto y con una idea de que podía ser la clave de todas las lenguas. Sabemos ahora que esto no es así y que los lenguajes de señas son diferentes de unos países a otros. Pero De l’Epée lo aprendió y enseñó a leer a aquellos desgraciados. Para emprender su labor fundó una escuela en 1755 (en 1789 ya eran 21).

Otro nombre clave es Laurent Clerc (sordo que perdió la audición en un accidente al año de edad), que se traslada a Estados Unidos en 1816, y funda con Thomas Gallaudet en 1817 en la ciudad de Hartford, Connecticut. Fue la primera escuela de sordos de los Estados Unidos, y se denominó: «Connecticut Asylum for the Education and Instruction of Deaf and Dumb Persons». Gallaudet había ido a Europa a buscar a un profesor y encontró uno extraordinario, Clerc, que hoy en día es venerado por los sordos norteamericanos.

Gallaudet College

El lenguaje de señas de Francia se mezcló con el local y esto dió lugar a lo que llamamos Ameslán (American Sign Language, ASL), del que hablaremos en la siguiente entrada. El impulso de esta escuela perduró en los Estados Unidos hasta 1870.

Edward Miner Gallaudet, hijo de Thomas Gallaudet, fue fundador en 1857 del primer colegio universitario para sordos, que en honor a su padre fue llamado Gallaudet College, originario de la posterior Universidad Gallaudet, ubicada en la ciudad de Washington D. C. Esta universidad es la única institución de estudios superiores del mundo para personas sordas. Su idioma oficial es el ASL.

Un cambio dramático ocurrido en 1870 conllevó la eliminación de la enseñanaza por signos y volver al oralismo, sin profesores sordos. Este cambio provocó un gran desastre del que solo se percataron las autoridades hacia 1960. Algunas obras como «Hijos de un dios menor» (convertida luego en película) alertaron de la catástrofe. Los sordos han creado su lenguaje propio, la seña. Este lenguaje es natural y en cierta manera mucho más rico que el ordinario, al incorporar una nueva dimensión. Hoy en día hay propuestas mixtas pero Sacks defiende que no hay razones para evitar que los sordos aprendan el lenguaje que es más natural para ellos: la seña, y que debe hacerse cuanto antes en la vida de un niño para que no se produzca un retraso indeseado.

Huelga en la Universidad Gallaudet

Queremos finalizar esta entrada con dos pensamientos. Uno, la recomendación de leer el libro de Sacks, que valoramos como impresionante y emocionante. Y el segundo, la lucha que entre el 5 y el 14 de marzo de 1988 mantuvieron los estudiantes y profesores de Gallaudet para conseguir un rector sordo, lucha que incluyó manifestaciones ante el Capitolio: ganaron la lucha.

Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, ICSU) y Cristina Sardón (ICMAT-CSIC).

 

 

 

 

 

 

 

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