¿A dónde van los matemáticos cuando mueren?

Los cementerios no son tan populares en España como hace unas décadas, vivimos tiempos en los que solo cuenta el presente y disfrutar de la vida. Pero siguen siendo sitios interesantes, en los que reposan unos cuantos de nuestros seres queridos, pero en donde se pueden encontrar tumbas ilustres. Nos hemos preguntado hoy por el destino final de los matemáticos, y hemos encontrado algunas respuestas.

Tumba de los Bolyai

Una de las tumbas que más llaman la atención es la de los Bolyai, padre e hijo. János, quién desobedeció el consejo de su padre Farkas de no dedicarse a estudiar el quinto postulado de Euclides, descubrió la geometría hiperbólica. Ambos yacen ahora juntos en la ciudad de Marosvásárhely, antes en Hungría, ahora es Târgu-Mureş y pertenece a Rumanía.

Pero hay muchos más matemáticos ilustres que han encontardo su descanso final en algún lugar de nuestro planeta, donde puedan ser visitados y honrados por sus logros. Y algunos de sus epitafios son tan originales como lo fueron sus vidas.

Es difícil seguir la pista a los más antiguos, como es el caso de Arquímedes, que vivió hace unos 2300 años. Su tumba ilustra su demostración matemática favorita: una esfera inscrita en un cilindro de la misma altura y diámetro. Arquímedes probó que el volumen y superficie de una esfera son dos tercios de las del cilindro incluyendo sus bases. Cicerón, que estaba como cuestor en Sicilia, decidió buscar la tumba, y la encontró cerca de la puerta de Agrigento en Siracusa, en una condición descuidada y poblada de arbustos. Posteriormente, se perdió la referencia al lugar. En 1960 se anunció que se había descubierto la tumba de Arquímedes, pero no está probada la autenticidad.

En el siglo XVI, Ludolph Van Ceulen pasó toda su vida calculando los treinta y cinco primeros dígitos de pi. Para ello utilizó las técnicas de Arquímedes y polígonos con una gran número de lados. En su tumba se leen la cota inferior y superior de pi. La tumba original desapareció, pero se conserva una réplica.

Réplica de la tumba de Ludolph Van Ceulen

Jacob Bernoulli, en el siglo XVII, fue un matemático influyente en el campo de las ecuaciones diferenciales, especialmente en ecuaciones separables y cálculo infinitesimal, lo que aprendió de Leibniz. Bernoulli estaba enamorado de la espiral logarítima y quería que fuera esculpida en su epitafio. Sin embargo, accidentalmente, le inscribieron la espiral de Arquímedes.

Tumba de Jakob Bernouilli

Isaac Newton también encontró un lugar memorable en que yacer, en la Abadía de Westminster, donde su epitafio dice: “ Aquí se encuentra Sir Isaac Newton, caballero quien con un rigor mental casi super natural, demostró por primera vez los movimientos y figuras que realizan los planetas, los caminos de los cometas y las mareas oceánicas. Dejemos que los mortales se regocijen de que exisió tal ornamento de la naturaleza”

Bernhard Riemann también es recordado como uno de los grandes matemáticos de la historia por sus contribuciones, que van desde el álgebra al análisis, de la geometría no euclideana a la topología.  La hipótesis  de Riemann sobre la distribución de los números primos es uno de los grandes problemas abiertos en la historia de las matemáticas desde el siglo XIX.  Riemann falleció en Selasca (Italia) , y reposa  en  el  cementerio  de  Biganzolo.  Su tumba tiene la inscripción:

Aquí reposa en Dios

GEORG FRIEDRICH BERNHARD RIEMANN,

Prof. en Göttingen,

nacido el 17 de septiembre de 1826 en Breselenz,

muerto el 20 de junio de 1866 en Selasca.

A los que aman a Dios todas las cosas le sirven para lo mejor.

Tumba de David Hilbert

David Hilbert, otro de los grandes del siglo XIX, fue reconocido por sus aportaciones a la axiomatización de la geometría y los espacios de Hilbert, que suponen las bases del análisis funcional (y de la mecánica cuántica). Su epitafio en Göttingen son sus palabras pronunciadas en la Sociedad Alemana de Científicos y Médicos el 8 de septiembre de 1930: “ Wir müssen wissen, wir werder wissen”, traducido: “Debemos saber, sabremos”. Justamente el día antes de que Hilbert pronunciara estas palabras Kurt Gödel anunció su teorema de incompletitud.

Ludwig Boltzmann, físico y matemático que revolucionó la física estadística, también dejó un epitafio matemático en el que grabó la fórmula de crecimiento de la entropía de un sistema. En el siglo XIX también Lindemann quiso dejar uno de sus resultados inscritos en su tumba. Probó que p es un número transcendente, relacionado con la cuadratura del círculo. De ahí que en su tumba aparezca un círculo inmerso en un cuadrado alrededor del símbolo de p. Sumándose a la moda del siglo XIX, William Clifford, también dejó un epitafio, aunque algo más metafísico. Así dijo: “Yo no era, pero fui concebido. Amé y trabajé un poco. Ahora no estoy,  pero no sufráis”.

La estrategia del recordatorio matemático en tumbas siguió hasta el siglo XX, Paul Dirac, inventor de la ecuación que lleva su nombre, encontró un lugar donde descansar también cerca de la Abadía de Westminster y quedó allí grabada la ley relativista de los electrones.

Para finalizar, Paul Erdos, quien dedicó su vida a trabajar en las matemáticas, murió poco depués de dar su última charla en Varsovia hace un par de décadas, dejando un legado en teoría de grafos, combinatoria, teoría de conjuntos, aproximación y probabilidad. Después de tanto trabajo y para su muerte, quería que en su epitafio figurara esta frase: “Por fin he dejado de hacerme más y más tonto”. Tan excéntrica la frase como lo fue su vida.

Tumba de Paul Erdös

Y ahora, os preguntamos, vosotros, ¿qué descubrimiento habéis hecho digno de un epitafio?

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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, ICSU) y Cristina Sardón (ICMAT-CSIC).

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